«Mi madre me dijo que nunca hiciera esto»

tl;dr Donde comento lo asombrosa que me parece Carretera al Infierno, con spoilers que marcaré donde correspondan. Incluyo guion y making of al final, si queréis saltaros la brasa

Mentalismo: si tuviera que jugármela y especular con el consenso general de sus fans del mundo entero, diría que Carretera al Infierno es recordada en 2023 como un ilustre ejemplo del cine de terror de serie B de los años 80, reivindicada con el paso de los años como un resultado mayor que la suma de sus elementos hasta el punto de que parece haberse escapado al control de todos sus responsables para terminar cobrando prácticamente vida propia (su making of se titula más o menos «De dónde salen estas películas»). Yo voy un pelín más allá: la considero una película absolutamente ejemplar en todos sus aspectos, muy, muy entretenida y muy, muy especial independientemente de la época o género al que pertenezca — esto último no es tan fácil como parece: una película que se mueve como una pesadilla y sin embargo tiene los pies firmemente en tierra merced a sus potentísimas escenas de acción — con el matiz de que estoy bastante convencido de que ni mucho menos es la anomalía que se recuerda en la actualidad. Creo sinceramente que es la película que todos sus implicados estaban esperando hacer y una mezcla modélica de experiencia y de oportunidad alimentada por la experiencia.

Por abreviar la sinopsis para la gente recién llegada: la película relata la odisea de Jim Halsey (C. Thomas Howell), un joven supermajete al que conocemos en medio de un largo viaje de punta a punta por el desierto de Texas para entregar el coche que conduce. Una noche literalmente tormentosa, Jim acaba cediendo al peligro del sueño en la carretera y a sus mejores intenciones para recoger a un autoestopista llamado John Ryder. Vuestros peores pronósticos se hacen realidad y un poco más: Ryder es, más que un asesino en serie, una fuerza de la naturaleza y un depredador absoluto, libra por libra capaz de competir con insignes carniceros como Michael Myers o Jason Voorhees, muy inteligente, con la paciencia de un guardia real británico e interpretado por Rutger Hauer. Es decir: en circunstancias normales, la película acabaría a los cinco minutos con Jim esparcido en fascículos a lo largo de diez kilómetros de cuneta, pero ocurre una cosa con Ryder. Está cansado. Está muy, muy cansado. Matar no esconde secretos para él, es invencible desde hace mucho tiempo. No hay sorpresas ya. Pero no puede parar. Así que quiere que alguien le detenga de una vez. El mero hecho de que Jim sobreviva por tanta suerte como arrojo a su primer encuentro termina de decantar la balanza: Ryder ha decidido que va a ser este muchacho al que no le ha bajado el otro huevo. Quizás es un deseo genuino, quizás es su último acto de corrupción. El caso es que va ser Jim Halsey, su proyecto personal, aunque tenga que llevarle al límite como ser humano.

¿Para mí? Carretera al infierno es, como casi todos los slasher, una película de instrucción, una coming of age, una en la que un chaval inocente atraviesa un devastador rito de madurez. La película tiene tintes míticos, que comparten muchas de sus compañeras a través de sus villanos, pero la épica que alberga es más inusual y no es una exageración: está desde el primer instante de su concepción. Eric Red (Los Viajeros de la Noche, Acero Azul, Cohen & Tate) comenzó a escribir el guion de la película amparado en dos canciones. La primera está en su prefacio: es Pancho & Lefty, de Townes van Zandt. «Vivir en la carretera, amigo mío, iba a limpiarte y liberarte, ahora llevas tu piel como hierro y tu aliento es tan duro como el queroseno». La segunda, como explicó Red años después, es Riders on the Storm, de The Doors — «Hay un asesino en la carretera, su cerebro se retuerce como un sapo» –. Esto no es una mera referencia ni un metrónomo, es un tono que está explícita y constantemente trasladado a la película, como lo está en el recorrido mental de Jim, como en la personalidad de Ryder. Carretera al Infierno quiere ser algo distinto desde el minuto uno.

Así pues: el guion cae en manos del productor de Salvad al Tigre y Único Testigo, Edward Feldman, quien inmediatamente comienza a abrir el proyecto a las agencias. Entra el director Robert Harmon, iniciado en Hollywood como fotógrafo de sets — el responsable de hacer fotos durante el rodaje — para seguir como director de fotografía en otras películas antes de abordar este proyecto, su debut como director en una historia que prácticamente está haciendo por segunda vez, porque Robert Harmon se presenta con este corto bajo el brazo: China Lake, la historia de un patrullero de carretera convertido en asesino, interpretado por Charles Napier (el agente al que Hannibal Lecter revienta a palos en El Silencio de los Corderos 1). Son 35 minutos pero dadle medio tiento porque tiene unas imágenes del carajo y Napier no se convirtió con los años en integrante del insigne club de talentos de Jonathan Demme por su cara bonita.

Como ya le ocurriera a Michael Mann con L.A. Takedown / Heat (aunque en un caso mucho menos extremo) Harmon aborda el proyecto con la intención de pulir, profundizar, sublimar, etc., las ideas que plantó en China Lake y empieza a introducir cambios en el guion original de Red. Para empezar, reduce significativamente el gore. Luego, humaniza al personaje de John Ryder al eliminar dos rasgos antinaturales de su figura que aparecían en el libreto original: su aspecto cadavérico y la electrolaringe que emplea para hablar (¿el modelo original de Red? Keith Richards) y, finalmente, otorga todavía más importancia al escenario de la acción hasta convertir los paisajes en metáforas del estado mental de nuestro protagonista. Aguantad un párrafo más y llega el ejemplo.

Harmon cuenta para ello con, posiblemente junto a Russell Boyd, el director de fotografía más importante de la historia contemporánea del cine australiano, John Seale, cuya filmografía es un auténtico disparate: Único Testigo, Rain Man, La Costa de los Mosquitos, El Paciente Inglés, El Aceite de la Vida, Cold Mountain, Mad Max: Fury Road, La Tapadera, El Club de los Poetas Muertos y me dejo varias, y al compositor Mark Isham en su segundo gran escarceo con una película naturalista tres años después de otra maravilla, Los Lobos no Lloran, de Carroll Ballard, sustituyendo el Ártico por el desierto. La música es puro Isham, el gran incorporador del jazz new age al cine estadounidense con el contenido espiritual y meditativo que ello conlleva, y encaja como un guante en el tema de la película. El montaje, lo que faltaba, corre a cargo de Frank J. Urioste a quien le llamarían a lo largo de la década siguiente para editar Robocop, Jungla de Cristal, Desafío Total, Instinto Básico, Tombstone, Máximo Riesgo y Velocidad Terminal 2. Tres nominaciones a los Oscar. Es simplemente talento abrumador. Salvando las distancias, es como ese directo de Mr. Crowley en el que Ozzy acaba apartándose del micrófono en el remate final, la mano en la boca, mirando de soslayo a la cámara mientras sonríe, asombrado de la banda con la que se ha juntado.

De talento y oportunidad emerge este momento (spoilers)

¿Quién es John Ryder? Un personaje que representa como ningún otro los dos mundos en los que vive la película y lo bien que están integrados. Un monstruo salido de una tormenta. A mitad de película derriba un helicóptero de policía con un revólver mientras conduce con la otra mano a cien por hora, extermina una comisaría fuera de plano, parece tener el don del teletransporte y en un momento dado — en otra fantástica escena — coloca dos monedas sobre los ojos del joven Halsey. No es una alusión: es EXACTAMENTE un mito griego, el óbolo de Caronte, el pago al barquero que lleva a los muertos por el río. John Ryder no es un nombre real. Es una de las compañías de transporte más antiguas de Estados Unidos. Y, sin embargo, al mismo tiempo es un ser humano que sangra, sufre, suda, bromea, socializa y es honesto en sus intenciones: no trama un enrevesado plan para acercar a Jim al lado oscuro. Simplemente se limita a rodearle de masacre y aniquilación, realizando exhibición tras exhibición, tras exhibición de poder hasta el punto de aburrirse.

Sea como fuere, para interpretar a John Ryder no te vale una máscara. Hace falta un rostro y un cerebro detrás que entienda estos matices. Terence Stamp, primera elección, rechaza el papel por desavenencias con el tono (una decisión que el actor británico lamentaría años después, según comenta Harmon, porque le encanta la película) y Sam Elliot realiza, de nuevo en palabras de Harmon, un portento de audición solo para terminar echándose atrás a última hora. El papel recae en Rutger Hauer, en el apogeo de su carrera estadounidense, un año después de Los Señores del Acero y Lady Halcón. Un actor cuyos elogios postmortem como icono de la ciencia ficción se quedaron cortos como sabe cualquiera que haya visto su etapa neerlandesa o la barbaridad de interpretación que se casca en La Leyenda del Santo Bebedor 3, de Ermanno Olmi. Un tío con «el don». El que emerge de la combinación de explorar las limitaciones de sus personajes y derribarlas a golpe de inteligencia sin acaparar la atención en detrimento del resto del reparto. John Ryder, por sí mismo, no es tan interesante cómo sus interacciones con Jim y Hauer lo sabe. Crédito enorme para Thomas Howell por estar a la altura cuando la situación lo merece, en particular durante el momento culminante de su relación (spoilers): Jim, ya completamente transformado y su mundo completamente reconfigurado, primero le estrecha la mano. Y después le escupe en la cara. «Hay algo extraño entre vosotros dos», le dice en un momento dado un oficial de policía a Jim, que para ese momento ya se le ha quedado una mirada dura y vacante. Jim no responde. Es más, no dice más de tres palabras en los últimos 20 minutos de película. Sea cual sea el resultado de lo que viene, ya está hecho 4.

Pillas una idea. Potente. Simple. Te rodeas de lo mejor de lo mejor. Vas un paso más allá. Empiezas a mirar en cada arista, en cada imperfección, en cada ángulo. Te agarras a cada momento especial que ocurre. Pero nunca olvidas que estás haciendo un thriller, un mundo por otro lado muchísimo, muchísimo más amplio de lo que el atroz remake de esta excepcional película invitó a creer a la nueva generación de espectadores que tuvo que padecerlo.

Bonus:

El making of

El guion de Eric Red

Un precedente muy, muy, muy tangencial es El Autoestopista (The Hitch-Hiker), de Ida Lupino, y considerada en términos generales como el primer film noir dirigido por una mujer. Es de dominio público así que el gran canal de YouTube que es Cult Cinema Classics nos lo deja aquí, con subtítulos en inglés y español, entre otros

1 Rutger Hauer envió una prueba para interpretar a Hannibal Lecter en El Silencio de los Corderos. Lo confirmó el propio actor en esta entrevista — muy interesante en general, en la que echa francamente de menos más cociente intelectual en el cine y en la vida en general — con el director Theo Van Gogh. Subtítulos en inglés.

2 Película que en esa lista parece que ocupa el lugar de «una de estas no es como las demás». Pues no. Está de puta madre. Solo ver a Nasstasja Kinski repartiendo galletas vale la pena y Charlie Sheen, que interpreta como si creyera que está en Hot Shots 3, es la elección perfecta para un protagonista que no se entera de la misa la mitad durante la película entera. Lo que se agradece algo así hoy en día, donde todos mis héroes son tan guais que da asco, no tiene precio. El stunt del coche y el avión lo pones en Misión: Imposible y le dan un Oscar.

3 Ermanno Olmi tiene unas cuantas (las tres horitas de El Árbol de los Zuecos están en Filmin), pero cuando Coppola se inspira en tu película para rodar el comienzo de El Padrino, realmente es todo lo que necesitas saber sobre I Fidanzati, que encima dura 77 minutitos y es una exhibición todos y cada uno de ellos.

4 No hago mención alguna a Jennifer Jason Leigh por motivos de trama. Baste decir con que está en la misma onda que todo el mundo.