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Así mueren las plataformas: primero, se portan bien con sus usuarios; luego, abusan de sus usuarios para mejorar la relación con sus clientes de negocios y, al final, abusan de sus clientes de negocios para apropiarse por la fuerza de todo el valor acumulado. Y entonces, se mueren.

Cory Doctorow, TikTok’s Enshittification

tl;dr: Nunca tuvimos el control

Buscar en Amazon, dice Cory Doctorow, no te devuelve el resultado que estás buscando. Te presenta una lista de productos cuyos vendedores han ganado una puja para aparecer en los primeros lugares de la búsqueda, lo que obliga a los vendedores a competir entre sí para colocar su producto. Es la segunda fase de un proceso llamado «mierdificación». El valor comenzaba primero contigo, porque Amazon necesitaba clientes. Después, ante el incremento de la demanda, necesitaba centrarse en los productores, porque necesitaba la oferta necesaria para cubrirla. En la tercera fase, todo el valor acumulado va directamente a sus accionistas.

Como ejemplo bastante claro sobre el abuso a las empresas, y esto lo he vivido en mis propias carnes, está la decisión de Facebook de potenciar su contenido en vídeo, con el consiguiente coste de producción, bajo la promesa de un incremento en las visitas que nunca se materializaron. Alexis Madrigal, en The Atlantic, lanzó una estimación de pérdidas un poco por encima: unos 350 despidos en medios norteamericanos desde 2016 a 2018 solo con esta decisión.

El de Facebook es el ejemplo más flagrante pero, acompañando a su reflexión, Doctorow recopila numerosos textos que la refrendan con casos circunscritos principalmente a Estados Unidos. Uno de ellos, sin embargo, no aparece y es relativamente preocupante. Se trata de lo que está ocurriendo en las editoriales y en las bibliotecas públicas del país, y de ello habla Karawynn Long en este post, tirado al hilo del que comienza este artículo, con la explosión de adquisiciones protagonizada por el fondo de inversión Kohlberg Kravis Roberts & Co. (KKR), que en menos de cuatro años se ha hecho con:

· OverDrive: la principal plataforma de distribución de libros digitales en las bibliotecas de todo el mundo y de la cual se apropió en Navidades de 2019.

· La editoral Simon & Schuster, una de las más importantes de Estados Unidos, por valor de 1.620 millones de dólares, esta misma segunda semana de agosto de 2023.

Ahora mismo, OverDrive ha eliminado la capacidad de recomendar — personalmente, tú — libros a otros usuarios. Además, el servicio de solicitudes personales sobre títulos concretos es propenso a errores y se ha convertido en un obstáculo en las relaciones entre la biblioteca y sus clientes, para beneficio de las editoriales que pueden introducir sus propios títulos sin opiniones de terceros.

En lugar tuyo, ¿quiénes son los accionistas cuya satisfacción prioritaria es el síntoma terminal de una plataforma?. Os suenan. Hablé de esto hará unos años por aquí. Veamos: los tres principales accionistas institucionales de Netflix son fondos de inversión (Capital Research, Vanguard, BlackRock). Vanguard es el primer accionista institucional de Amazon y el segundo en general, solo por detrás de Jeff Bezos. Vanguard y BlackRock son los dos primeros accionistas institucionales de Apple. Vanguard es el principal accionista, en general, de Warner – Discovery. Capital Research es el segundo accionista principal de Paramount Global (Sky Showtime)

KKR, en particular, es conocido por hundir el conglomerado alimentario y de tabaco Nabisco en una operación tan salvaje que el libro que la relata se llama Bárbaros a las Puertas y fue adaptada a telefilm de HBO. José Luis Luceño Oliva habló aquí, para Cinco Días, sobre el telefilm, el libro y la operación que relató. La Investopedia lo llama «el ejemplo de libro de la cleptocracia corporativa de los años 80». KKR también terminó de destruir Toys’ r Us. Incapaces de competir con Amazon, acabaron destinando la mayor parte de efectivo a intentar saldar la deuda de la compañía sin desarrollar lo más mínimo su modelo de negocio. 33.000 empleados a la calle.

Además, presentó en su día una oferta para hacerse con Madrid Content City, el «epicentro del cine europeo» (desarrollar) en la localidad de Tres Cantos (Madrid). Es el juego de Kevin Bacon con fondos de inversión. Están en todas partes.

Por apuntarlo, el procedimiento de adquisición suele ser el mismo: la compra apalancada, una basada en instrumentos de deuda. O dicho de otra forma:

Se necesita más dinero para abrir una zapatería que para comprar una empresa de 2.000 millones de dólares, seamos honestos al respecto. Pero para comprar una zapatería, si cuesta 3.000 dólares, necesitas 3.000 dólares. Si no los tienes en efectivo, tienes que traerlos antes del jueves. Pero en una compra apalancada, no solo no tienes que traer el dinero. Ni siquiera tienes que verlo. No sabes de dónde lo vas a sacar, nadie sabe de dónde lo has sacado. Toda la situación viene de la nada absoluta. Pero cuanto más necesites, por supuesto, menos dinero necesitarás.

En otras palabras, si hay dinero de por medio, no te metes en este negocio.

Jackie Mason, “What the Hell is an LBO?”

Dónde estamos

Comiendo en un restaurante en el que pedimos 2 lenguado, porque nos gusta el lenguado, y el restaurante tiene lenguado y lo vemos ahí, en la segunda página del menú y, de hecho, es el lenguado que nos gusta pero ¿quizás no querríamos probar su filete, ese que tienen ahí, en la cabecera? ¿De verdad que no lo queremos? Está muy rico. Un montón de gente lo está comiendo. Es más: están hablando de ese filete. Y nosotros no. Porque no lo estamos probando. Porque queremos lenguado. Lenguado es. Muy bien. Aquí tenéis un lenguado. No pidáis más. Hemos quitado el resto. Era demasiado caro mantener el lenguado. Imaginad. Un lenguado distinto para cada persona. Pf.

Miramos el plato. Es salmón. «Como pidieron», dice el camarero. Y se va.

El 20 de enero de este mismo año, Emily Baker-White publicó un reportaje en Forbes sobre la existencia de un mecanismo secreto de TikTok conocido como el «botón de calentar», un sistema que permitía a los responsables de la plataforma impulsar determinados vídeos que aparecían en su portada de recomendaciones y que, y esto es lo importante: no necesariamente coincidían con los criterios del algoritmo empleado para enseñártelas. Repite Baker-White: «En algunas ocasiones, los vídeos que aparecen en la página (de recomendaciones) «Para Ti» no están ahí porque TikTok crea que te van a gustar, sino porque TikTok quiere que una marca o un creador particular obtengan más visitas».

Defensa de la compañía: empezó como una idea bienintencionada para promocionar «otro tipo de contenido más allá de adolescentes bailando» y algunas de las agrupaciones beneficiadas han sido organizaciones humanitarias. Además, el porcentaje total de estos vídeos respecto al contenido recomendado es del 0,02%. En diciembre del año pasado, adquirieron el compromiso de identificar claramente esta clase de recomendaciones particulares.

No separados, no identificados. En tu página de recomendaciones personales. Considerarlo una violación de la intimidad es hilar fino, ¿verdad? Es una plataforma de vídeos. Son marcas. Son «creadores». Quizás acabamos interesados en el producto. Quizás nos echamos unas risas. Quizás aprendemos algo.

Del mismo artículo:

«Tres fuentes confirman a Forbes que tienen conocimiento de casos de uso inapropiado del mecanismo por parte de sus empleados: uno de ellos ‘calentó’ las cuentas de su pareja, otro ‘calentó’ sus propias cuentas, otro ‘calentó’ las cuentas de personas con las que mantiene relaciones. En un incidente de este tipo, el vídeo en cuestión recibió más de tres millones de visitas».

Facebook lo ha hecho. Y Netflix lo ha hecho. Y les han pillado y han prometido que no lo van a hacer más. Seguimos importando. El algoritmo todavía funciona y la configuración de la plataforma nos permite decidir nuestro grado de implicación. Las recomendaciones pueden ocupar una parte fundamental de la pantalla de inicio, pueden acabar enterradas al final del scroll.

Llegado el momento de la verdad, sin embargo, estamos a merced del abuso sin ningún mecanismo de defensa o indemnización.

Hay una línea en el guion de Algunos Hombres Buenos, de Sorkin. «El capitán Markinson era un buen hombre en un mundo donde los buenos chicos probablemente no acabarán los últimos, pero seguro de cojones que no acabarán los primeros».

Cómo se mueren

Con la adquisición de su contenido por otra empresa, como pasó con Quibi, cuya catálogo adquirió la compañía de reproductores digitales Roku por 100 millones de dólares para su propia plataforma. La desaparición de la aplicación tuvo lugar unos días después, en el punto y final de una empresa que se dedicó a quemar etapas a una velocidad supersónica: un lanzamiento amparado en una enorme campaña de promoción, un primer palo en sus resultados trimestrales, un «recorte voluntario» de salarios ejecutivos y, en sus días crepusculares, un plan de suscripción gratuito con publicidad incorporada, para salvar el barco. «Mejorar la relación con sus clientes de negocios», fase 2 de la mierdificación. Eso fue en agosto de 2020. Para octubre había desaparecido. Seis meses de vida. Aquí tenéis un resumen de lo ocurrido. Jeffrey Katzenberg y Meg Whitman, sus responsables, echan mucha culpa a la pandemia. Pero la basura de series que tenía ocupa el primer puesto de los motivos y no es más parte de un problema mucho más coyuntural al que siguen enfrentándose el resto de servicios: su incapacidad para ofrecer una alternativa viable en un mundo en el que YouTube es, principalmente, gratis.

Del canal oficial de The Band. Gratis. Descansa en paz, Robbie Robertson

HOSTIAS PERO SI NETFLIX HA ANUNCIADO UN PLAN CON PUBLICIDAD. No va a morir mañana. Vale que su deuda acumulada ya asciende a los 14.500 millones de dólares — menos de un 10 por ciento del valor total de la compañía — pero no saben cómo matarla sin llevarse por delante a todas las demás, el reconocimiento implícito del fin de una era, un tsunami de pánico bursátil que arrastraría a cualquier compañía mínimamente asociada a ese modelo de negocio. Porque Netflix es el emblema del sistema actual. Solo se dedica a esto y si se cae, se cae entera. Disney puede cerrar su plataforma y ‘malvivir’ de los parques de atracciones. Apple… pues eso. Netflix no sabe hacer otra cosa. Y es mucho, mucho, exponencialmente, inimaginablemente mucho más grande de lo que Quibi jamás aspiró a ser.

Sucede que, ahora mismo, estamos en terra ignota. Y esto lo dicen ellos. La propia compañía reconoce1 en la última presentación de resultados de junio que el efecto de sus dos decisiones más importantes de los últimos meses, cancelar la compartición (está en la RAE, os lo juro) de claves de acceso y la introducción de este pack ultrabarato con publicidad, todavía está por ver porque han ido dirigidas en primer término a los países con menor poder adquisitivo y un anunciante de Surinam no paga lo mismo que un anunciante de Italia. Es por ello que el jefe financiero de Netflix, Spencer Neumann, reconoció que la compañía todavía está «muy lejos» de recabar el 10 por ciento esperado por publicidad. Y, además, empieza a haber dudas entre los accionistas sobre el impacto a largo plazo de la huelga de guionistas y actores hasta el punto de que a principios de junio se mostraron en contra de la idea de aumentar los bonus a los directivos en medio de la tensión reinante; una decisión que en último término puede ser revertida por la propia junta de dirección de Netflix.

Es territorio desconocido pero no creo que existan muchas dudas sobre el ámbito que está enfatizando Netflix estos días. A los usuarios les restringe la capacidad de compartir sus cuentas mientras que a los negocios les abre un espacio publicitario, con el consiguiente chute de ingresos de cara a su presentación de cuentas del próximo trimestre. Sobre nosotros, sabed que Netflix nos distribuye en tres categorías principales: quienes pagan el servicio, quienes han tomado prestada una cuenta pero eran asiduos, y quienes estaban de prestado pero su atención era esporádica y probablemente no pagarán una cuota mensual cuando descubran que ya no pueden entrar en Netflix. «Habrá que convencerles con títulos que les interesen. Primero queremos ‘convertir’ a los (ex)prestatarios que veíamos más implicados. Más allá de eso, no puedo decir un número», explica el co-CEO de la corporación, Gregory Peters. Mierdificación, fase 2.

Cómo va a morir Netflix, en términos generales, está bastante claro para todos. Cuando no tengamos tiempo de verla, nos llegue un mes el resumen de PayPal y nos demos cuenta de que estamos pagando 12 pavos, 15, 17 al mes por algo que no empleamos porque lo estamos dedicando a otro modelo de entretenimiento más beneficioso para nosotros, por el motivo que sea. Lo mismo dentro de tres años nos encontramos con un Barbenheimer cada semana, un evento, un espectáculo, una nueva panacea. Igual nos convertimos en maníacos de los libros. El número de suscriptores se estancará, intensificarán el modelo de anuncios a sabiendas de que el gasto en publicidad está disminuyendo, anunciarán el colapso, desempolvarán el catálogo y alguien lo comprará de golpe, o varios lo compararán en partes. Nuestro día seguirá teniendo 24 horas y nuestro tiempo de ocio estará ocupado por otro nombre, o el mismo nombre, distinto propietario, posiblemente tras un montante récord… pero no demasiado.

Contemplad. Vuestro tiempo.

Comprar Disney le saldría a Apple aproximadamente por unos 158.000 millones de dólares, pongamos 200.000 si sumamos la deuda de la compañía. Por ponerlo en perspectiva, la adquisición empresarial más costosa ocurrió en 1999, cuando Vodafone adquirió el conglomerado industrial Mannesmann por 183.000 millones (321.500 millones ajustado al cambio actual). Apple tiene un valor de capitalización de mercado de 2,8 billones de dólares y 62.000 millones en efectivo que nunca va a usar, porque nadie sabrá nunca exactamente de dónde saldrá el dinero. Sería largo y legalmente un infierno. Pero podría ocurrir. AT&T compró Warner por un valor que ronda los 100.000 millones de dólares. El valor de mercado de Netflix es 193.000 millones más 14.500 en deuda. Neymar costó 222 millones en un mundo donde el récord era 105. Nadie puede decir que no va a pasar.

Nosotros no sufriremos gran cosa, porque siempre habrá otra opción, y porque nos daremos cuenta de que no tenemos nada que perder si nunca tuvimos nada para empezar.

Es que nadie piensa en los niños

Las cenizas que dejarán a su paso serán a) despidos y b) la idea de la posesión de artefactos culturales 3. La idea de que este libro, esta película este álbum es tuyo, tuyo y nada más que tuyo. Tuya es la voluntad de usarlo, compartirlo, cuidarlo, tirarlo a la basura, de reutilizarlo, de verte los extras o no, de leerte el prólogo o no, de usarlo de pisapapeles, de embadurnarlo en mermelada y metértelo por el culde mandarlo a una biblioteca con las palabras «buen viaje» escritas en la contraportada y mandarlo a correr hasta que sus páginas sean polvo. Y juro que metería el formato digital (no soy tan viejo) de no ser porque Amazon entiende que si tú compras una película de su servicio, no estás comprando LA PELÍCULA. En su lugar, palabras textuales, lo que has comprado es «una licencia limitada por un visionado a voluntad durante un periodo indefinido de tiempo», indefinido en el sentido más estricto de la palabra, es decir, no eterno, sino más bien «hasta que decidamos que desaparezca, como está estipulado en los términos de uso y servicio que no te has leído». Amazon fue demandada por ello. El caso, que os dejo abajo, fue desestimado en 2021. Para más detalles sobre estos términos, esta pieza de Geoffrey Morrison en el NYT.

Hace tres años, Mike Ryan intentó adquirir una copia física de Cocoon, sin éxito. En abril de este año, Netflix puso punto y final a su servicio de envío de DVD. Hace dos semanas, Disney anunció el cese de la distribución de DVD y Blu-Ray en ciertos países, Australia, por ejemplo, por el descenso de las ventas. La distribuidora india Induna cerró sus puertas en marzo, incapaz de competir con las plataformas digitales que finalmente consiguieron lo que la piratería (en INDIA, donde representa pérdidas para la industria estimadas en 3.000 millones de dólares en 2022) nunca pudo lograr: chaparla.

Pero mi caso más notorio de los últimos años ha sido el giro adoptado por Japón en su abandono del formato físico en favor del digital; la ruptura de un principio tan absolutamente consustancial a su modo de comprender la realidad que incluso tenía un síndrome asociado: el de Galápagos, el «desarrollo aislado de un producto ampliamente asequible en todo el mundo». Hasta 2020, en Japón no triunfaba el streaming por el mero hecho de que es Japón y porque los años 90 los ven tecnológicamente (Nintendo, Sega, Sony) como suyos. Ya no. En 2019, la cuota de mercado de los servicios digitales era un mediocre 15%. Este año, la penetración será del 37 por ciento y se espera que llegará al 47,9% en 2027. En un país donde existen 1.900 instancias oficiales que requieren el envío de datos en un formato físico, floppy discs aceptados.

La degradación de la idea de posesión afecta a culturas y afecta a personas, ya sean usuarios o creadores. Olan Rogers, creador de la serie de animación Final Space, en septiembre de 2022. Un mensaje en X, Anteriormente conocida como Twitter, tras conocer que su serie iba a desaparecer del mapa: «Vuestro recuerdo de Final Space será la única prueba de que haya existido jamás a menos que tengáis una copia»

La desaparición de contenidos audiovisuales supone un beneficio para la compañía al introducirlos como pérdidas en su declaración fiscal y al ahorrarse compensaciones financieras a los creadores quienes denunciaban, antes de la huelga, que la mera existencia de sus shows estaba siendo empleada como herramienta de negociación para atraer talento, palabra de Carina Adly MacKenzie, la creadora de Roswell, New Mexico. MacKenzie, a principios de año, denunció en un hilo de Twitter lo ocurrido con su serie como, simplemente, un ejemplo de la pérdida del control que tenían sobre el producto como un instrumento de impulso profesional…

…y un motivo de orgullo personal: «Tú estás viendo ahora lo que yo he hecho». Pero ahora, las dos personas de esa frase han perdido importancia. En la etapa terminal, las compañías asociadas también dejarán de tenerla — poner un anuncio en Amazon es cada vez más caro — y uno podría observar este proceso con sangre fría y felicitarse por la desaparición de un modelo que consideraban depredador hasta que uno contempla los más de 200.000 despidos en el sector en particular, tecnológicas en general, anunciados solo durante los primeros siete meses de 2023. Y puedo lidiar (un poco) con perder el control, puedo lidiar (bastante menos) con perder el contenido sobre el que estoy perdiendo el control, pero lidiar con perder gente me toca soberanamente las narices. Hoy estamos perdiendo las tres cosas a la vez frente a compañías — de los cuasipoliciales términos de uso y servicio de Fandango/Vudu — «cuya autoridad para proveerle a usted de Contenido está sujeta a restricciones».

1 Como siempre, insisto: Netflix, como el resto de plataformas que cotizan en bolsa — o sus compañías «madre» –, está obligada a publicar sus cuentas de resultados. Id a la fuente.

2 Primera persona del plural. En este restaurante estamos todos.

3 Quiero dejar claro aquí que en modo alguno estos párrafos son una defensa o un rechazo encubiertos de la piratería, un tema que trato desde ciertas coincidencias con el porno: «Tú haz lo tuyo, yo haré lo mío, Angela White es un milagro.

Shin Godzilinks

SÍ, HE ESCRITO ESE TÍTULO. YO.

Primero un poco de chapa. Pelis, libros, TV, etc… Enlaces después.

Shin Godzilla, Shin Ultraman y Shin Masked Rider son, por encima de todo, un ejercicio de convicción en tiempos donde esta palabra se vende muy barata. Tres actualizaciones de clásicos del cine y de la TV japonesa, insertados plenamente en la realidad del Japón contemporáneo al tiempo que mantienen la estética de los originales. Lo que parece una limitación al principio acaba siendo un clínic de cómo conseguir que películas de entre 15 y 20 millones de euros parezca que hayan costado tres veces más. Frente a esta avalancha de abusos de la que tendrá conocimiento cualquiera que se haya pasado cinco minutos por Twitter Cine, reconforta algo, no mucho, pero reconforta saber que todavía directores que instruyen a sus artistas de 3D para que se dediquen a trabajar en lo que importa, convencerte, en lugar de romperles el lomo a latigazos para que llenen el plano de mierda hasta rebosar.

De aquí que el efecto en las tres sea el siguiente:

1) «Eso es un tío en un traje de goma»

2) «Será un tío en un traje de goma pero se está cargando una maqueta muy maja»

3) «Eso de ahí no es una maqueta. O sí. O no».

4) «Esto que estoy viendo es real y nada podrá convencerme de lo contrario»

¿Las películas? Vistas seguidas, un viaje cada vez más humano desde el frío procedimental burocrático de Godzilla hasta el alegato antiviolencia de Masked Rider, con Ultraman en el punto medio. La estética puede ser un obstáculo. Completamente de acuerdo. El tema en general puede ser un obstáculo, por mucho que las películas den la bienvenida al espectador como yo, cuyo conocimiento de los mencionados clásicos es más bien poco.

El caso es que vivimos en un mundo en el que ocho de cada diez películas de más de 100 millones de dólares esconden un complejo llamado autorreferencia para escapar de la crítica. «Por favor, no me pegues, me estoy riendo de mi misma», el escudo al que se terminan agarrando a tiempo X todas las de su calaña para que al final alguien termine defendiéndolas como espectáculos inofensivos metarreferenciales postirónicos bla bla bla en lugar del pedazo de basura que realmente son. Si ni ellas mismas se creen lo que están contando, evidentemente, no me lo voy a creer yo. ¿Había que hacer Indiana Jones y el Dial del Destino? Pues claro que no. Indy termina cabalgando hacia el atardecer acompañado de su padre, de Marcus y de Salah. Pero decidme un solo momento, uno solo, en que Harrison Ford se vuelva hacia la cámara, se encoja de hombros, guiñe el ojo y te diga «es lo que hay, pardillos». Estas tampoco. Y podrían haberlo hecho, teniendo en cuenta el material. Podrían haberlo hecho perfectamente. Pero no. Porque creen.

The Flash. Más fea que Picio, además. Pero para gustos como quien dice, colores, así que aquí tenéis berridos en tres distintos.

Dieta de cucadas: Les Combattants, Destino de Caballero y Master Gardener, esta última el tercer CD del gran álbum sobre la soledad masculina que está escribiendo Paul Schrader, después de First Reformed y The Card Counter — excluyendo si acaso Taxi Driver, aunque tampoco créais que tiene mucho sentido hacerlo — y la más optimista con diferencia de todas ellas. No esperéis, como en las anteriores, una trama en firme. Es, como las anteriores, una observación sobre un hombre solo con un diario, completamente adelantado por el mundo, y capacitado para producir tanto amor como dolor podría generar. Me reservo el juicio sobre Misión Imposible: Sentencia Mortal y Spider-Man: A través del Spider-Verso a la espera de ver cómo acaban. Sentencia Mortal, añado, es un título que no se lo ponen ni a una del Seagal de las que echaban en Real Madrid TV.

Mención honorífica: Babylon. Ni mucho menos la catástrofe que he leído por ahí pero es verdad que esas dos supersecuencias iniciales que se comen hora y media de metraje le hacen pupita, por cojonudas que sean. Para cuando quiere empezar a explorar un poco más, ya está acabando. Chazelle es muy muy bueno y consigue tirar del carro escena a escena pero el conjunto no resuena demasiado, en parte porque los personajes casi acaban atropellados por el ritmo y la envergadura de toda esta historia. El caso es que dentro de diez años estaré rezando en la Catedral de Santiago para que hagan una parecida. Véase «Sobre la convicción», al principio del post. Brad Pitt otra vez monumental, por cierto.

En el plano televisivo, Jury Duty, la serie de Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky, los creadores de The Office: una cámara oculta en un juicio donde todos son actores menos un chaval del jurado, cuya vida va a convertirse en una montaña rusa. James Marsden hace de «James Marsden, Cretino Integral» con el empaque que le caracteriza.

Ninguno de los actores había visto antes la animación. Trisha LaFache tiene que escapar de plano porque se está meando viva (0:33)

Quien necesita menos reivindicación, por otro lado, es Timothy Olyphant, inmerso como estoy en la nueva miniserie de Justified y en la nueva serie de Soderbergh, Full Circle, quien a sus 55 años ya tiene el carrerón que estábamos esperando sus fans. Si esta versión hubiera sido el villano de La Jungla 4, quizás otro gallo habría cantado. Por último, también enganchado a Star Trek: Strange New Worlds (me gustó la tercera de Picard, no me va a gustar ésta). La clase de serie que hace un episodio combinado con una versión animada y FUNCIONA. Así de buena es.

Libros: ninguno terminado. Estoy con El Juego de los Abalorios, de Herman Hesse, que me está dando por todos los lados, y una puta maravilla, y que ya tocaba, como es Postguerra: Una historia de Europa desde 1945 de Tony Judt.

¿Juegos? Terminado el Tears of the Kingdom, donde TODO es divertido, y capricho en forma de ordenador nuevo — nada realmente espectacular: dame un sólido rendimiento a 1080 y a tirar — que he usado para reverdecer laureles de juegos que sacaban las costuras a mi antiguo PC. ¿El mejor retorno? El de Prey (2017). Juegarral.

Y algo de música: los Dead & Co., en directo, en el Wrigley Field de Chicago.

Una breve historia: John Mayer, el guitarrista, les descubrió en 2011. Seis años después, les dedicaba esta página en Billboard.

Y, con este descubrimiento, hemos salido ganando todos.

Enlaces

Ellis Rosen

Kris Kristofferson reconforta a Sinéad O’Connor tras ser recibida entre abucheos tras romper la foto del Papa Juan Pablo. La historia, aquí.

Ron Frehm/AP

Kristofferson le dedicó una canción, Sister Sinéad, y comenzaron una relación profesional que perduraría durante años. Aquí, juntos con Help Me Get Me Through the Night

Sabrina Ionescu clava 25 de 27 triples en el concurso de tres del All-Star de la WNBA. Récord histórico en el baloncesto profesional estadounidense.

Otra foto. El especialista Mike Massa, durante la huelga de guionistas y actores.

María Dueñas con la Sinfónica de Viena…

…y Cypress Hill con la Sinfónica de Colorado.

Harrison Ford vio la llegada del Hombre a la Luna con Jacques Demy y Agnès Varda (via)

Después de tres días esnifando cocaína sin parar, Elton John descubre que se ha comprado un vagón de tren y se lo están trayendo dos helicópteros a su casa (via)

Otra foto: Gale Anne Hurd, la productora de Aliens, en el rodaje, sustituyendo a Jenette Goldstein (Vasquez). Suya es la bota en la cabeza del Alien, suya es la pistola que le pega dos tiros en la cabeza. De su Twitter.

El Lower East Side de Nueva York, por Jack Kirby (via)

Para terminar: Metafilter recopila la obra del artista y animador Graham Annable, co-director de The Boxtrolls, co-diseñador del (fenomenal) Puzzle Agent, empleado en las última de Laika y el Pinocho de Del Toro. Cierta vena siniestra. Por lo demás, adorable.

Calma chicha

Ey. Sigo aquí. Todo bien. Cosas:

  • Una colección con más de 600 dibujos de niños españoles refugiados y desplazados internos de la Guerra Civil, cortesía de la Junta Española de Educación y el Instituto Carnegie de España (via Flashbak)
Residencia Infantil No 1, Onteniente. Juan José Martinez 15 años
Angeles Arnáíz, 14 años, Colonia Infantil de Bayona (Francia)
«Un bombardeo aéreo de las calles de Madrid» José Bernabe, 11 años, Centro Español de Perpignan (Francia)
  • ¿Fans de los extras de las películas en DVD/Bluray? Say no more. Toneladas de ellos en este canal de YouTube. Ej: Tres horas, TRES, de la adaptación al cine de Una Serie de Catastróficas Desdichas. Pinchad en la imagen para verlo en YT, porque este puñetero canal me carga fatal.

(O el making de Russian Ark, la película de Alexander Sokurov rodada en un solo plano secuencia en el Museo del Hermitage. Mismo procedimiento)

  • Daria, la serie mítica de la MTV, restaurada con la música original: es The Daria Restoration Project (MEGA, 33.29 GB, 65 episodios, 2 películas, Full HD) (via)
Crossing The Painted Road Which Extends East From The Philadelphia Museum Of Art, August 1973
Documerica: una macrocolección de imágenes de EEUU, sus ciudades y el medio ambiente durante la década de los 70, recopilada por los Archivos Nacionales de Estados Unidos . Aquí, el resto.
  • Cómo restaurar una película animada de 100 años de antigüedad

  • Aquí uno de mis anuncios favoritos de siempre. Aquí su historia. Aquí la canción.
Volkswagen Cabrio “Milky Way” (2000) – Dir: Jonathan Dayton & Valerie Faris | DP: Lance Accord
  • «We can intuit from this that Nikolai: Was an expert thief , a «Prince of Thieves», was a killer, served three prison terms, was a high-ranking gang member who was a murderer, possibly celebrated a teenage birthday in prison, possibly had a drug addiction, was a thief from his early days, is now a “thief-in-law”, an alpha dog of the underworld, now bows to no one, was in a prison in St. Petersburg, (and) in a prison in the north, where the strictest prisons are located for the most notorious murderers and thieves»Un estudio de todos los tatuajes de Viggo Mortensen en Promesas del Este.
  • «Badalamenti’s MIDI notation for «Laura Palmer’s Theme» looked just like Twin Peaks» (via)
  • Una colección de fotos restauradas del viaje del Apolo 17 a la Luna (via)
  • Un grupo de héroes actualiza anualmente el Sensible World of Soccer (estadios, plantillas, soporte HD, comentarios, etc…). Hace falta el juego original (en Archive.org).
Ese muro de contención Tchouaméni-Valverde habría venido bien contra el City, Carlo. CARLO.
  • Setenta años de cine y de vida de nuestra protagonista, contados en cinco historias no lineales, a veces codo con codo, a veces contenidas entre ellas, comunicadas en cinco estilos distintos, configuradas a medio camino entre el azar y la decisión del jugador. Del espectador. De ambas cosas. Podéis tener suerte y llegar de manera relativamente orgánica al clip que lo resuelve todo, podéis encontrároslo de bruces y veros obligados a retroceder para rellenar los huecos, podéis no encontrarlo nunca. Immortality asume la idea de que cualquier relato es frágil, incompleto, elusivo, decepcionante, frustrante y nunca terminarás de conocerlo en absoluto. Immortality está dispuesto a pagar el precio de su mecanismo: emocionalmente, puede ser muy, muy, muy distante. Buscad, leed y si os atrae — las pelotas como campanas de atreverse con Powell y Pressburger ya vale tres pavos de los 20 que cuesta — pilladlo. PC (GOG, Steam) | Xbox | iOS | Netflix

Bonus: Entrevista en YouTube con su director, Sam Barlow, cortesía de No Clip.

¿Necesitáis más? Signalis, Iron Lung, Pentiment, The Friends of Ringo Ishikawa, Chained Echoes, Opus: Echo of Starsong, DANGANRONPA (yeah), NORCO, Prodeus, Gerda: A Flame in Winter, Entropy: Zero 2, VAMPIRE SURVIVORS (fuck yeah), With Those Who Love Alive (gratis, aquí), One Last Game (gratis, aquí), Corru.observer (gratis, todavía incompleto, aquí).

Ah, Elden Ring finiquitado. 230 horas. Sin convocatorias, sin aliados, sin magias. Solo yo, el Colmillo del Sabueso, y mi inutilidad absoluta. Enamorado absolutamente de la mayor parte de este juego, uno que dedica muchísimo tiempo a premiar, en lugar de mi cabezonería, mi curiosidad, y que recompensa a partes iguales la perseverancia y la exploración, por mucho que la posibilidad de llegar a cualquier parte de este mundo abierto reste el misterio que escondían en sus juegos previos aquellos fondos sin fin que nunca podíamos alcanzar. Es una lástima que las tres áreas finales manden un poco a la mierda esa premisa y devuelvan el juego a sus bases históricas. Elimina tu gran herramienta de exploración (el caballo) y comienza a introducir jefes por aplastamiento. Volvemos a apretar los dientes y a morir en la orilla. Ha quedado más ofensivo de lo que realmente es: honestamente, no puedo culpar a un grupo de desarrolladores por haber estirado sus límites durante un considerable periodo de tiempo para acabar rematando la faena regresando a lo que mejor saben. Muy, muy, muy bien. Y agotador. No sé cuántos de estos me quedan ya en la recámara. Mi corazón tiene un límite.

AfroSenju XL, perdiendo la chaveta por completo. Este es el segundo vídeo de cuatro.

(Anexo: Malenia, Blade of Miquella, and she’s never known defeat: cuatro días de partidas, 23 horas de tiempo de juego, ciento cincuenta lágrimas. En esas 23 horas hay dos en particular, a medio camino, en las que estás a punto de inclinar la balanza a tu favor, te relajas, y ganas la suficiente presencia mental para darte cuenta de que llevas diez minutos de combate sin tregua, cruzando espadazos, huyendo como una perra, entrando a saco, retrocediendo de nuevo para volver a rodearos antes de embestir una vez más. Es un baile y es el momento culminante de este juegarral. Si entra alguien en la habitación y me ve en ese momento, se cree que que está ante un semidios pegado a un mando, una de las grandes virtudes de estos juegos que rara vez he leído abiertamente de un tiempo a esta parte. Te hacen creer que eres la hostia. Y el diseño es espectacular. Me hecho una camiseta de esta tía).

  • Podcasts. Primero, ficción, con una clara inclinación hacia la sci-fi / terror: Wolf 359, The Magnus Archives, I Am in Eskew, Wooden Overcoats, Imaginary Advice, Dust. Fans de Marvel/DC: están haciendo cosas chulísimas en este ámbito con la ayuda de impresionantes repartos de voces. Ejemplos: Batman Unburied (Winston Duke como Batman es una pasada, más Gina Rodriguez, Jason Isaacs, Lance Reddick, Sam Witwer y John Rhys-Davies y Marvel’s Wastelanders (una saga de seis series con Timothy Busfield, Susan Sarandon, Dylan Baker, Chris Eliott, Stephen Lang, Vanessa Williams, Sasha Lane, Michael Imperioli, Justin Kirk, Robert Patrick como Lobezno en particular y John Hawkes). Por la parte de entrevistas, y concretamente centrados en el mundo del cine y la TV: Inside of You, con Michael Rosenbaum (el Lex Luthor de Smallville), Life is Short, con Justin Long y Dead Eyes, con Connor Ratliff.

William Fichtner y Kim Coates, tesoros nacionales (¡han hecho una peli juntos!).

  • Mi película favorita de los últimos 12 meses comenzó a gestarse en 1990. Y Tár debería haber ganado el Oscar, imho.

Más (enlaces a sus tráilers, en la medida de lo posible): Love Exposure, The Northman, Sick*, La Bella Mentirosa, Bull, The Bad Guys, Thomasine Bushrod, Pacifiction, John Wick 4, (mejor que la 3, peor que la 2, mira que está medianamente bien estructurada pero tres horas son casi inaguantables), La Belleza y el Dolor, Un Corazón en Invierno, Night Ride, Something in the Dirt, Bullet Train, Vesper, Deadstream, Emily the Criminal, The Black Phone, Coup de Torchon, el combo Maika Monroe que es Watcher / Significant Other, Confess, Fletch**; We’re All Going to the World’s Fair, Saloum, Skinamarink***

*La mejor película de terror en plan Scream que he visto… desde Scream. No tanto por el guion de Williamson, sino por tratarse de, como lo hizo en su día Wes Craven, una lección de cómo mover una cámara, cortesía de John Hyams y su equipo.

** La escena más divertida que he visto desde el último post involucra a Jon Hamm y a Annie Mumolo. La segunda involucra a Kyle MacLachlan bailando bakalao. Perdón. EDM.

**(¿Dudáis con Skinamarink? Va una ayuda con Heck, corto previo de su director, Kyle Edward Ball. Media horita, mismos fundamentos)

  • Series: Probablemente entre Barry y Makanai, La Cocinera de las Maiko, anda la cosa. No me olvido de Corea del Sur: escribo esto con Black Knight a medias, donde se les ha ocurrido juntar Death Stranding con Mad Max a ver qué pasa. Y pasa), ni de Succession — gracias de corazón por no estirarse, porque de un tiempo a esta parte ya estaba comenzando a quemarse en su propio jugo, y por clavar el final –, ni de Pen15, ni de Kamen Rider: Black Sun, ni de Sherwood, ni de Inseparables, ni de Rabbit Hole — un placer ver a Kiefer Sutherland sacando a relucir su sentido del humor, y pareja dinamita con Charles Dance — ni de Copenhague Cowboys. Ni de la gozada que ha sido volver a ver una mítica de mi infancia como era China Beach o entrar de cabeza por tercera vez a ver Mad Men, las dos últimas con una lesión de rodilla encima, absurdo esto.
Una playlist en Spotify de la mayor parte de las canciones de la serie. Casi 200, incluida la del título: Reflections, de Diana Ross.

Pero al final son Barry (HBO. O Max. O lo que sea) y Makanai (Netflix). Por muchos motivos que tenía escritos pero que se pueden resumir brevemente de esta forma. La primera intenta ser mil cosas, aunque mis momentos favoritos llegan en torno al final de la tercera temporada, cuando se convierte en una mezcla de terror casi, casi, sobrenatural y drama postbélico sobre la naturaleza del Mal, mientras que la segunda cae por su propio peso desde el minuto uno, y podría durar una temporada, como podría durar mil, de lo plácida (y absolutamente compasiva) que resulta. La dos están en las absolutas antípodas, estética y moralmente. Las dos me funcionan. El escenario televisivo cubre ahora un espectro más amplio que nunca. La solución es buscar más, buscar mejor, y encontrarás lo que necesitas o, mejor aún, lo que no sabías que necesitabas.

No queréis saber lo que están mirando. De verdad que no.

Esta última idea rebosa optimismo y augura un futuro todavía más prometedor, si bien queda un poco enturbiada por el nimio detalle de que las 11.500 personas afiliadas al gremio de guionistas de Estados Unidos (el WGA) se encuentran ahora mismo en su quinta semana de huelga debido, a muy grandes rasgos, a que a la dirección del sistema de contenidos audiovisuales existente desde la incorporación de las grandes tecnológicas al negocio ha terminado por exacerbar las características más nocivas de sus predecesores y, si antes eran dos, ahora les importan tres cojones sus escritores, tres cojones sus actores, tres cojones sus directores, tres cojones los equipos y tres cojones tú — tú quizás un poco menos, porque vas a pagar tu cuota y, casi más importante, a retuitear a Jenna Ortega haciendo el canelo en Wednesday hasta que te hagas un esguince en el dedo de tanto hacer clic –. Josef Adalian y Lane Brown han sacado esta semana un apocalíptico compendio de decenas de entrevistas a profesionales de la industria que describen un escenario de ruina económica latente que va a estallar en el momento en que alguien se atreva a mirar los libros de cuentas, infectado por la profusión de «creadores» sin el menor conocimiento del flujo real de trabajo que comporta una producción, marinado en un caldo de inseguridad comparable a la criptomoneda en términos estructurales, o así lo entiende Steven Soderbergh, y culturalmente dirigido a la polarización entre series de prestigio y mierda más peligrosa que el grafito de un reactor. Ejecutivos e intermediarios contrarios a las razones de la huelga (estos últimos agentes) esgrimen que «el modelo actual ha cambiado» (por ciencia infusa, como si no lo hubieran cambiado ellos) y describen a los huelguistas como unos inadaptados incapaces de comprender que resultan beneficiados por un sistema de «riesgo cero» propuesto desde arriba, y en el que cobras un fijo por tu trabajo y por tus ideas, a cambio de despedirte de tu porción correspondiente sobre sus beneficios a medio-largo plazo porque total 50 pavos al mes no cambian la vida a nadie cuando lo mismo te pagan la factura mensual de la luz. Tomáos estos comentarios como queráis, pero si hay un texto, uno, inapelable para explicar por qué está sucediendo esto, es la tabla de propuestas y contrapropuestas publicada por el WGA como justificación para la declaración de la huelga. Os ofrecería el acta de negociación correspondiente de la otra parte, la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP), pero no lo han publicado. La última actualización de sus comunicados data de 2017. Han descartado sumariamente la petición de la WGA para que les presenten los datos de visualizaciones. Porque esto de la transparencia se la suda.

(También ronda un principio de acuerdo entre la AMPTP y el gremio de directores, el DGA. Parece que han pasado por el aro y están a punto de votar su aprobación final, si no lo han hecho ya. El empleo de los directores, inmediatos beneficiados de la presión efectuada por los huelguistas, como cuña de fragmentación es una táctica a la que ya recurrió la AMPTP en 2017. Más allá de la erosión a nivel de relaciones personales entre directores y guionistas que provocan esta clase de comportamientos, algunos integrantes del DGA han visto las orejas al lobo conscientes de que en último término pueden ser tan prescindibles como sus compañeros, y se han negado a firmar por motivos objetivos: Steven DeKnight expone claramente sus razones en este hilo)

* Volviendo al tema inicial, bastantes esperanzas depositadas en los retornos de The Lazarus Project y Outer Range, pero ya me he llevado chascos con las segundas de From y Yellowjackets. Así que cautela.

  • Libros: Poquísimo, pero poquísimo de ficción, algo a subsanar inmediatamente en los próximos meses. Eso sí, tenía que caer Heat 2, superamena. Por encima de todo, es una especie de vista panorámica conceptual de la carrera de acción de Michael Mann, desde el policíaco sucio de Ladrón hasta el exotismo de Corrupción en Miami pasando por la devoción por la tecnología que vimos en Blackhat. Y muy elegante a la hora de atar los cabos: el villano de la historia sirve como eje de la parte precuela y la parte secuela, esta última muy centrada en Shiherlis y en sus locas, locas aventuras como contratista de seguridad en Paraguay. Vulture hace aquí un repaso más pormenorizado, con ligeros spoilers, si queréis saber más.

Más libros: A People’s History of the French Revolution, de Eric Hazan; An Inmense World, de Ed Yong; Valis, de Philip K. Dick; Chip War, de Chris Miller, Open, de Andre Agassi y J.R. Moehringer, Trampling out the Vintage: Cesar Chavez and the Two Souls of the United Farm Workers, de Frank Bardacke; El Cero y el Infinito, de Arthur Koestler, How Music Works, de David Byrne, The Wager, de David Grann; Infinite Powers, de Steven Strogatz, The Tao of Physics, de Fritjof Capra.

(Dos de cine: Walking with Ghosts, las preciosas memorias del gran Gabriel Byrne, y Blade Runners, Deer Hunters and Blowing the Bloody Doors Off, del productor Michael Deeley. No duda en meterse a fondo en el tajo que comporta financiar una peli, cree que Blade Runner es la mejor película que ha producido jamás y todo lo que ha dicho alguna vez Michael Cimino sobre El Cazador es mentira: «embustero patológico» es la descripción más amable que le dedica Deeley en todo el libro. «A día de hoy, lo único que me repatea de ver mi Oscar es que también lleva grabado el nombre de ese individuo».

  • Comics: Enganchado a Immortal Sergeant: Policiaco de colegas entre padre detective e hijo diseñador de Tamagotchis, con la fricción de que el padre queda un poco a la derecha de Alfredo Landa en Lleno, Por Favor (que su ex mujer haya salido del armario y viva con una hippie no ayuda) y el hijo es un soy boy de aúpa en crisis de la mediana edad / traumatizado por este elemento (Daniel Radcliffe MATARÍA en este papel), ambos a la caza y captura del asesino de una niña, bajando la frontera con México. Es una premisa gruesa como ancho es el Sáhara pero esto viene de la mano de Joe Kelly y Ken Niimura (I Kill Giants), así que tiene momentos bastante tiernos salpicados sobre una base de racismo casual y homofobia galopante.

Más: Do a Powerbomb, de Daniel Warren Johnson y Mike Spicer; Temudjin de Antoine Ozanam y Antoine Carrion, Moonshadow, de J.M. DeMatteis y Jon J. Muth, Catwoman: Lonely City, de Cliff Chiang, You Should Have Killed Me When You Had the Chance, de Kyle Baker; Mind MGMT, de Matt Kindt; Boxers & Saints, de Gene Luen Yang y It’s Lonely at the Center of the Earth, de Zoe Thorogood.

Playlist para terminar. Ale. A bailar. Hasta la próxima.

El año de escribir absolutamente nada

Hará como un par de semanas recibí un correo de WordPress en el que se me informaba sin vaselina de que he pagado 96 pavos por mantener abierto este blog un año más, casi exactamente el mismo tiempo que llevaba sin escribir aquí. Me quedé bastante ojiplático, no por la factura en sí, sino por lo mucho que me había olvidado de que existía esta página. Nunca concebí MHQLH como un proyecto a largo plazo, sino más bien como un repositorio de artículos antiguos que escribí en Las Horas Perdidas, salpicados de enlaces y temas extracinematográficos, y como un amortiguador de la breve agonía y parón en seco que fue el cierre de la web. Una tercera parte de almacén de reserva semiprescindible– dado que los artículos originales siguen en la web –, una tercera parte de experimento, una tercera parte de metadona. En retrospectiva, creo que cumplió bastante bien todos estos propósitos. Así que despedida y cierre. Hasta que 96 pavos, doce meses de prórroga. Suficiente dinero como para sacarle un poco más de partido. Eso o darme cabezazos contra la pared, por horrible gestor de mi patrimonio personal, por llamarlo de alguna forma.

Así pues, qué hay aquí. Algo de mí, algo de películas, algo de televisión, algo de música, algo de cómics, algo de juegos algo de libros. No tengo Twitter activo ni red social alguna, ni tampoco mucho interés en promocionar este post, por muy antiintuitivo que pudiera parecer. Lo hago simplemente por una mera cuestión de rendimiento — y un poquito por la curiosidad de saber qué impacto tiene realmente WordPress como plataforma de difusión, dada como es a post largos (como va a ser este, voy a avisando) y alejada de la inmediatez predominante.

Yo estoy bien. Trabajo, salud, amigos, familia: todo check. Canto en los dientes. No creo en el karma, pero si 2022 termina con una lluvia de pianos sobre mi cabeza cambiaré de opinión. Yo estoy bien y espero que vosotros lo estéis, y simplemente terminar esta introducción diciendo que si en un momento dado experimentáis brotes agudos de urticaria, mareos, gases, diarreas o sensación de congestión y ahogo esporádicos de manera simultánea quizás está relacionado con la presencia de este pequeño cabrón y convendría un chute nuclear de antibióticos inmediatamente porque no, esto no ha sido «una indigestión del jamón york éste que me comí raro y se pasa en dos días». Creedme.

PELÍCULAS

Una por encima de todas y su nombre es una auténtica bocanada de aire. Se llama Preparativos para pasar juntos un periodo desconocido de tiempo, de Lili Horvát. La trama: neurocirujana húngara conoce a colega durante un simposio en el extranjero. Surge una conexión lo suficientemente importante como para quedar para volver a verse de retorno a su país. Cuando vuelven a verse las caras, él no la recuerda. Ella, absoluto genio en lo suyo, introspectiva, vulnerable, hermética, decide dar un salto de fe y realizar una nueva aproximación para comprender, por lo menos, los motivos de esta amnesia — y a su edad, terminar de comprender cómo funciona esta cosa de las «relaciones humanas» — . Y es, como el desempeño de su trabajo, tan mesurado y elegante su acercamiento que un romance que parecía muerto amaga con renacer, principio para él, segundo acto para ella, y lo que parecía un misterio distante al principio se convierte en un ejercicio de detalles apasionante hasta el punto de que verles juntos por cada lado de una acera, en silencio y dedicándose media sonrisa de soslayo quita. El. Puñetero. Aliento. Es una de estas películas rara avis que son profundamente líricas sin necesidad de vociferarlo. Le sale natural. No se me ocurre mejor elogio. Calibre Breve Encuentro o Antes del Atardecer. Juro que no estoy de coña.

Más películas:

Algunas a bote pronto, otras fruto de refrescar la memoria, y con enlaces a su página de IMDb. The Humans, de Stephen Karam, y The Innocents son las dos primeras que me vienen a la cabeza. La primera se presenta como «drama familiar-crepuscular-elevado con posibilidades de Oscar» o como se diga ahora pero entre líneas es una película de terror bastante angustiosa que enfrenta a un apesadumbrado padre de familia, Richard Jenkins, contra un cochambroso dúplex del Lower East Side neoyorquino plagado de misteriosos ruiditos, paredes descorchadas, luces moribundas, goteras, puertas atascadas y vecinos desenfocados. La película llama la atención sobre estos incómodos detalles con una insistencia cada vez mayor hasta culminar en 15 minutos finales más tensos que una visita al dentista. Me da reparo enlazar el tráiler porque es espantoso. The Innocents, por otro lado, es una mezcla de Déjame Entrar meets Los Nuevos Mutantes de la mano de Eskel Vogt, el guionista de Thelma. Como la anterior, usa los poderes de sus jóvenes protagonistas como expresión de los traumas propios de esos años, pero si Thelma se amparaba en un romance, The Innocents abraza más el misterio, el suspense y el terror hasta culminar en una batalla del Bien contra el Mal que nunca debería haber tenido lugar, por desgracia para el supuesto supervillano de la historia, por dos motivos sobre los que os aviso aquí y ahora: escenas de maltrato infantil y crueldad animal. Id con cuidado.

Al hilo de películas monumentales, me puse recientemente al día con El Viajante, de Asghar Farhadi. No vale la pena redundar mucho en las capacidades de alguien del que me parece que lleva opositando desde hace más de una década a mejor director vivo del planeta. Me pregunto si el tío — como los Dardenne — se da cuenta de lo condenadamente difícil que es hacer lo que hace. Sirva lo mismo para Benedetta, de Verhoeven, que necesitaría de un post entero al margen. Si comento que no es ni rematadamente la exhibición de soft porno que esperaba como agua de mayo temía no va a iluminaros gran cosa. Si digo que me pareció una mezcla entre El Ala Oeste de la Casa Blanca y La Casa de Bernarda Alba solo os va a liar más. Simplemente: es una película que no deja de lanzar ideas extremadamente articuladas sobre mujeres, política, Dios, religión y los diferentes aspectos del deseo (desde el fervor hasta la lujuria, pasando por la ambición) que distorsionan todo lo anteriormente mencionado. Porque al final, todos somos humanos y Sus caminos son inescrotables. Inescrutables.

Ah. Barbarroja puede haberse convertido en mi película favorita de Kurosawa. Ahí ahí con El Infierno del Odio.

Más que me saltan en el radar de ayer y hoy, algunas nuevas, otras no: The Novice, de Lauren Hadaway, una suerte de Black Swan ambientada en el mundo del remo femenino con Isabelle Fuhrman; la scifi malrrollera de Undergods, de Chino Moya– y, por insistir con el terror: Anything for Jackson, A Dark Song, Malignant, Blood Quantum y No One Gets Out Alive –, siguiendo con el enésimo ejemplo de que a los australianos no les sale un thriller malo ni intentándolo que es The Dry, con Eric Bana; Synchronic o The Card Counter, de Paul Schrader (cuya banda sonora prácticamente he agotado en Spotify).

Meto también el gótico americano noventero con vampiros The Reflecting Skin, de Philip Ridley; el fantástico western que es Let Him Go, por el que Diane Lane recogió el segundo Oscar Simbólico a la Mejor Actriz de su carrera; Alphabet City (el GTA Vice City hecho película); El Padre (mi favorita de los Oscar del año pasado), Old Henry, The Nest, Spontaneous, The White Tiger, el combo El Último Duelo / La Casa Gucci, Night of the Kings, Mass (Jason Isaacs es un pedazo de actor y la película es un ejemplo de cine cristiano sin ánimo proselitista), Angel’s Egg, Ley 627

…(También está Symbol, de Hitoshi Matsumoto. Si alguien avezado en cine japonés lee esto, seguro que está sonriendo ahora mismo)

…Y por ir terminando y ya completamente cazándolas al vuelo: La carta que no se envió (una de las más grandes pelis de aventuras E-V-E-R), El Sirviente, La trilogía de El Anillo de los Nibelungos de Fritz Lang, la trilogía de Lindsay Anderson / Malcolm McDowell que conforman …If, O Lucky Man y Britannia Hospital; la también trilogía de La Condición Humana de Masaki Kobayashi, la adaptación de Ace Attorney dirigida por Takashi Miike, El Almuerzo Desnudo o el fantástico, FANTÁSTICO combo de cine negro noventero que conforman Phoenix y Ajuste de Cuentas (que han perdido cero desde que las vi por vez primera). También volví a Buñuel. Algunos Greatest Hits. Nazarín. Viridiana. Ese Oscuro Objeto de Deseo. Y, por encima de todas ellas y en mi modesta opinión, El Ángel Exterminador y El Discreto Encanto de la Burguesía.

Menciones especiales: dos. Una para Mary Elizabeth Winstead en Kate, tan por encima de la película que ni siquiera es gracioso. Esta mujer es pura dinamita y cómo demonios no estamos hablando de una superestrella en 2022 es algo que se me escapa a las entendederas. La segunda es para una de mis sorpresas del año: The King’s Man, mi preferida de la trilogía por una distancia considerable. Hay algo que me asombra de Matthew Vaughn: le veo más cómodo cuanto más contenido maneja y esta película, un recorrido entero por la I Guerra Mundial, va sobrada en este aspecto. Simplemente no para. Siempre está contando cosas. Siempre está progresando hacia algo, con pies ligeros pero sin abrumar. Sabe cuándo meter el montaje, sabe cómo limitar al mínimo la exposición y sabe cuándo dejar que los giros de guion (y hay algunos que parten cuellos) se asienten lo suficiente en el recuerdo. Es un puntito más ligera que sus precedesoras y el humor le sale un poco más natural — y para mí, que he sufrido a veces con el modo cómico de Vaughn y siempre he preferido la versión amable y piadosa de Mark Millar, me resulta muchísimo más digerible –. Es verdad que parece un abuso de ordenador en algunas ocasiones pero aquí sí que no hay tutía: hablamos de una película que abarca una barbaridad y un enfoque más práctico se habría traducido en un presupuesto del tamaño del PIB de Italia. Y sobre todo me llena de orgullo y felicidad el hecho de que Ralph Fiennes sea el protagonista indiscutible de la película en un papel puramente aventurero que le llega 15 años tarde, mínimo.

En definitiva, me parece lo mejor que ha hecho Vaughn desde X-Men: First Class. Y no he visto peleas mejores — cortesía del tristemente fallecido Brad Allen, antiguo integante del equipo de especialistas de Jackie Chan — esta temporada.

PD: Mis rituales anuales Jungla de Cristal, Señor de los Anillos, Master and Commander, Indiana Jones, Depredador, Arma Letal, etc… siguen vivos y bien. La hasta ahora última incorporación, Matt Damon es: El Marciano (todavía mi película de ciencia-ficción favorita de los últimos 15 años), recibe con los brazos abiertos a la nueva recién nacida de este club: Spider-Man: Into the Spider-Verse. Tengo el libro de arte de la peli, he visto making hasta que se me han caído los ojos, me he leído hasta el último artículo y de verdad: sigo sin saber cómo demonios está hecha esta maldita película. Magia vudú o algo.


TV

Recuperar la monumental Generation Kill ha sido la mejor idea televisiva que se me ha ocurrido en todos estos meses por mil y un motivos. Por destacar uno: recordar lo mucho que me gustan las miniseries, un formato amplio pero limitado, que disfruto con la sensación de que estoy viendo una gran historia que va a tener fin. Muchas de las series que voy a poner aquí pertenecen a este modelo y se me ocurren muy poquitas excepciones, como Succession, Euphoria o Raised by Wolves, sobre las que planea la amenaza bien del agotamiento — en el caso de las dos primeras, algo que va a acabar perjudicándolas tarde o temprano –, o de la cancelación inmediata por cabraloca / realmente no las ve ni Perri, caso de la última. Me fastidia un poco la experiencia. No se me ocurre mejor ejemplo que El Exorcista, la adaptación televisiva de la Fox, ahora desaparecida de la parrilla, y en particular su casi fantástica segunda temporada, donde la tensión de su historia principal*, un exorcismo en un albergue juvenil asolado por demonio convertido en asesino en serie, se ve constantemente boicoteada por las repentinas incursiones de su Gran Trama a Largo Plazo; completamente disociada de la narración hasta que acaba insertada en el último episodio con un calzador bajo la promesa de un millón de nuevas pregunCANCELADA.

*No me cansaré de repetir, hasta el día que me vaya a la tumba, lo condenadamente buena que es Alicia Witt.

Un caso particular es How to with John Wilson, que por su propia naturaleza no necesita tener un final y ahora mismo espero que no llegue nunca. Habréis leído algo ya sobre ella a estas alturas: estudios sobre lo mundano que, en un momento dado, encuentran un aspecto particularmente absurdo del que se dedican a tirar y tirar y tirar hasta meterte en un agujero negro de horror del que te saca antes de que des cuenta del meneo que te ha dado. Divertidísima en su concepto, divertidísima en su estilo, lleno a rebosar de imágenes puntuales de Nueva York que se transforman en descacharrantes metáforas de las ideas que te cuenta su protagonista, quien parece estar siempre en el momento perfecto, en el lugar idóneo.

Por supuesto que le han metido la música de Twin Peaks. Por supuesto.

También he estado bastante entregado a Corea del Sur, comenzando por El Juego del Calamar, evidentemente; una idea que ya he visto en ocasiones anteriores con menor éxito popular. Creo que su tema principal, la pobreza, tiene bastante que ver con el hecho de que haya sido ésta, y no otra de su tribu, la que haya calado en el imaginario colectivo. Por lo demás, Extracurricular. Mi Nombre. Vincenzo. Facultad de Derecho. Somos Muy Guapos y Nos Gustamos, ver. 13.2.5. Y las que me deje en el tintero. Todas a la yugular desde el minuto uno. Son auténticas bestias de sinopsis. Soy productor, llaman a mi despacho, me dice que «vienen de Corea del Sur con dos líneas de argumento» y se lo compro antes de que crucen la puerta. Incluso Infierno de Solteros me estoy tragando. Veo de todas formas cierto problema: son ganchos tan potentes que las series que menos me gustan se quedan en eso, en ganchos. De cualquier manera, entre series, música y Parasite, creo que estos últimos meses se han distinguido por la consolidación de la idea de que a Estados Unidos le ha salido su mayor competidor en décadas del espacio audiovisual. Molaría abundar en este tema y discernir sus cien y un matices, pero una de las ventajas de no estar escribiendo ya en Las Horas es que puedo decir con toda tranquilidad y una sonrisa en la cara que eso no va a ocurrir a corto plazo por la sencilla razón de que no me sale de los cojones. No obstante, hablando puramente en términos generales y perdón de antemano por esta simplificación aberrante, veo a Corea del Sur como un «rival» más potente, creo yo, que el frenesí chino de principios de los años 2000, gracias a las oportunidades de globalización que ofrecen las plataformas y a la mayor proximidad que guardan ambas culturas, en particular en los ámbitos comercial e ideológico, en comparación a lo ofrecido con Pekín.

Fuera de Seúl y alrededores: por encima de todo el retorno a un clásico de la televisión británica como es Our Friends in the North (Daniel Craig, Mark Strong, Christopher Eccleston y Gina McKee. Va de décadas de vida de un grupo de amigos pero por encima de todo vuelvo a repetir: Daniel Craig, Mark Strong, Christopher Eccleston y Gina McKee), Calls, Alice in Borderland, Lonesome Dove, Shadowplay, The North Water (género histórico-cafre en un ballenero con un Colin Farrell al nivel TOP que viene exhibiendo desde hace unos cuantos años ya), I Am The Night (algo estirada, pero casi imprescindible para fans de la crónica negra, mística, de Los Ángeles, y en la que Chris Pine está absolutamente fantástico) o mi Mike Flanagan favorito, Misa de Medianoche, una película estirada sin rubor alguno a serie donde todo el relleno ha ido a parar a… a los personajes. Puedo decir lo que quiera de algunas de sus películas, pero este tío tiene el corazón en su sitio. Mención especial para Brand New Cherry Flavor simplemente por Rosa Salazar (aunque creo que se cae un poco al final; casi os recomendaría mejor Room 104). También revista A Golpe de Bisturí, que sigue pareciéndome de lo mejor de Ryan Murphy por distancia sideral. Y parte de Luck, la serie maldita de Michael Mann y David Milch, al frente de un primer episodio en el que convierte a los caballos de carreras protagonistas en Ferraris. La he dejado temporalmente a medias porque el resto de la serie, simplemente, no puede competir con un episodio que entra en lo nunca visto en audiovisual sobre competiciones deportivas.

Una última mención especial para Dopesick, de la que no pude terminarme ni el primer episodio. La, más que crisis, tragedia criminal de los opiáceos en Estados Unidos es un tema con el que he trabajado en mi curro y no quiero abundar en él más de lo necesario. Quince minutos son suficientes para entrever las intenciones de la serie: educar. Compensa sus (pocos) excesos melodramáticos. Cogieron a comunidades enteras de trabajadores deslomados temerosos de Dios, los arruinaron, violaron a sus hijas, y finalmente asesinaron a todos. Mataron a tanta gente que la expectativa nacional de vida cayó una décima.

Algo de anime:

OddTaxi; Vivy: Fluorite Eye’s Song (ésta, una épica de ciencia ficción que abarca un siglo aproximadamente, me ha encantado particularmente); Sonny Boy; Komi-san no puede comunicarse y el acabose en forma de sinopsis: Back Street Girls, en la que tres miembros de la Yakuza pagan una deuda de honor con su jefe sometiéndose a un cambio de sexo para convertirse en un grupo de pop femenino. Sigo siendo un fan irredento de la serie de Goblin Slayer, pero me quedo con el manga (y los libros). En una hipotética adaptación a imagen real el conservador que hay en mí mantendría la brutalidad, enterraría un poco el sadismo, y me tomaría el tema realmente en serio porque es un poco más compleja de lo que parece — hay gente que prefiere salvar la aldea en lugar de salvar el mundo… sin darse cuenta de que, aldea a aldea, está haciendo exactamente eso — y la descripción de la acción es tan pormenorizada como aplastante, comenzando por el titular. En serio, cuando tu protagonista aúna la sed de sangre del Doomguy con la inteligencia táctica de Batman (con tiempo de preparación) frente a esa horda de hijos de puta, es la clase de personaje que mueve multitudes.

Así todos los números, la madre que parió a Panete.

DOCUMENTALES

Pervert Park, de Frida y Lasse Barkfors, es un documental sobre la vida cotidiana de los residentes del Palace Mobile Park de St. Petersburg (Florida): aproximadamente un centenar de condenados por abuso de menores. En su intento de explorar a esta gente, el documental aborda uno de los tabúes definitivos de nuestra sociedad, la humanización de los corruptores de la inocencia, y lo hace prácticamente vacío de cualquier tipo de intervención externa. Una cámara y comienza a grabar. Emergen cuestiones sobre el inexorable ciclo del abuso — no extrañará que muchos de ellos hayan sido antes objeto de la depravación a la que sometieron después a sus víctimas — y de los límites de protección de un sistema que lidia (o hace todo lo posible por no hacerlo, en realidad) con individuos que si por el sistema fuera lo mejor sería que se hubieran caído a un pozo negro.

Y el caso es que, en realidad, ya se han caído ahí. ¿Sabéis lo que hacen? Nada. Se levantan, se mueven sobre raíles — porque están más allá de la culpa, más allá de la redención, más allá de cualquier sustento moral o emocional alguno –, y duermen. Los instintos más crudos que albergo les desean el Infierno solo para descubrir que ya están allí.

Lo que quiero decir es que si veis Pervert Park con sed de sangre (y, seamos honestos, hay muchas posibilidades de que ello suceda), sospecho que puede quedar saciada. Pero también sospecho que no vais a quedar muy satisfechos con la forma que tiene de hacerlo. Más cosas:

Get Back. Iba a caer. Derecha a mi top de Peter Jackson, quien nunca parece haber perdido el idilio que le une con el documental, falso o verdadero. Una breve introducción y a partir de ahí ensayo tras ensayo por encima. Por debajo, un estudio de la dinámica de un grupo en las últimas: un metrónomo, un talento en ciernes y dos gigantes a punto de emprender respectivos caminos por separado, todos juntos para un último sprint. All-killer no-filler. Soy de la opinión no obstante de que si tienes 60 horas de imágenes y 100 horas de audio de Los Beatles en un estudio, remasterizas las 60 horas de imagen y las 100 horas de audio por imperativo categórico. Eres Disney. No te vas a arruinar.

Entrad por la música…

Quedáos por el salseo.

Algo mencioné hace un par de años, pero hacéos un favor y ved — también con estómago fuerte — el díptico Streetwise / Tiny de Martin Bell y Mary Ellen Mark. Por reiterar con la música, están Summer of Soul (…Or, When the Revolution Could Not Be Televised) o Peace, Love and Rage, el repaso que HBO hizo de lo acontecido en el Festival de Woodstock de 1999, de infausto recuerdo y de las múltiples causas que desembocaron en el, casi literalmente, cirio ardiendo en el que acabó convertido lo que en principio iba a ser una celebración de paz y amor… con Limp Bizkit al frente del cartel.

(Mejor el docu del original, dirigido por Michael Wadleigh, con Scorsese y Schoonmaker en la sala de montaje, y preferiblemente en su versión extendida, con karaoke y final épico incluidos)

(En realidad, la canción se llama I-Feel-Like-I’m-Fixin’-To-Die)

Y ya siento no haber dedicado mucho tiempo al género que tantas alegrías me ha dado pero a lo largo de este año ha sucedido en mí un cambio que me ha llevado a dejarlo apartado para entregarme definitivamente a mi nuevo amo y señor de realidades durante mis noches solitarias.


YOUTUBE

Donde está todo y si no está hoy ya estará mañana. ¿Queréis, no se, tutoriales del Cities: Skylines? Aquí, aquí, aquí, aquí, y aquí. ¿Cómo restaurar la pezuña a un caballo? Aquí. ¿Ver por dentro el apartamento de Quentin Tarantino durante sus principios en Hollywood? Aquí. ¿Al batería de Michael Jackson reventando Smooth Criminal? Aquí. ¿La remasterización en osciloscopio de uno de los mejores temas jamás compuestos para consola alguna? Aquí. ¿La resolución de un Sudoku milagroso a través de una las epifanías más importantes de 2020? Aquí. ¿Cómo cocinar en tu casa una barra de Twix más rica que una barra de Twix? Aquí. ¿23 minutos de reacciones al anuncio del reparto de la peli de Mario? Por qué no. ¿Revivir los breves días en los que Sananda Maitreya (a.k.a. Terence Trent D’Arby) estuvo a punto de cambiar el rumbo de la música pop al abanderar INXS tras la muerte de Hutchence? Say no more.

Algunas recomendaciones particulares, basadas en mis suscripciones del último año:

Mi favorito: los documentales etnográficos de Eugenio Monesma sobre la cultura rural española y sus oficios perdidos. Cero materia grasa. Van derechitos a la técnica. Ingenio, paciencia y manos. Es un archivo enorme de más de 200 documentales y se me hace complicado elegir, pero dejo aquí uno de los recientes sobre la fabricación del papel artesanal, con Gene Simmons segoviano de anfitrión.

Los tutoriales de la escuela de arte Watts Atelier. De vez en cuando mencionaba por Twitter las ganas que tenía de aprender a dibujar. Well, fuck it. Ahora veo estas maravillas de canales, como la clase semanal que da todos los viernes el antiguo artista de Disney Aaron Blaise, pienso «ey, magia». Y soy más feliz.

David Hoffman guarda en su canal muchas piezas históricas de Estados Unidos desde los años 50 a la década de los 90. Las revueltas raciales de los 60, el impacto del heavy metal en la juventud de 1986, enfrentamientos entre sindicatos y patronal en la Nueva York de hace medio siglo. Y Vietnam.

(Subtítulos en inglés)

Para cosas música, voy bastante al canal de Rick Beato, quien de un tiempo a esta parte se ha metido a las entrevistas, con fantásticos resultados. Enlazo aquí su largo careo con Pat Metheny pero su conversación con Brian May tampoco tiene desperdicio.

Por si no quedaba bastante claro hace unos párrafos al enlazar cincuenta tutoriales del Cities: Skylines, me estoy aficionando bastante al urbanismo y aquí os recomiendo el combo formado por City Beautiful, Not Just Bikes y Climate Town (en español tenéis Urbanópolis). Por qué urbanismo y no física cuántica se debe a que hace un par de meses mandé mi coche al carajo para terminar de convertirme en un ser superpedestre, completamente ajeno a esas cosas que se mueven sobre cuatro círculos negros y ocupan el 75 por ciento de las calles. Mucha tristeza, ver mi Renault Clio alejarse de mí, arrastrado por una grúa, hasta que recordé que me estaba ahorrando como unos 1.500 pavos al año. Ojalá hubiera apretado yo mismo el botón de la plancha aplastadora.

Andrew Callagher se ha convertido en mi cronista favorito de la América contemporánea. Comenzó en el canal All Gas No Brakes antes de mudarse a Channel 5 with Andrew Callagher. En los últimos dos años, Callagher se ha paseado micro en mano por reuniones de QAnon, manifas antivacunas por Hollywood, los disturbios de Portland, convenciones de furris, festividades del 4 de julio, eventos de cine porno, festivales de Burning Man y demás concentraciones. Su aspecto inofensivo y su carácter apacible facilitan que sus entrevistados hablen sin filtro alguno. Vice le dedicó un reportaje que os dejo aquí para que entréis en contacto. Para el resto, pinchad en los enlaces de arriba.


VIDEOJUEGOS

Muchos motivos personales para destacar el Resident Evil: Village. Primero y fundamental: lo encontré inmensamente divertido con un aliciente especial como fue la sufridera / satisfacción resultante de pasárselo en nivel medio chungo. En retrospectiva, y si no habéis tocado uno de estos en vuestra vida, diría que fuérais directamente al modo fácil porque los incrementos de dificultad consisten básicamente en multiplicar por 300.000 los disparos a la cabeza que tenéis que propinar a enemigos que se mueven como un agente de Matrix, y disfrutar con este homenaje con esteroides a los clásicos de la Universal y sus versiones de Drácula, Frankenstein, El Hombre Lobo o la Criatura de la Laguna Negra. El resto del juego no puede competir con un primer tercio donde te tira TODO encima — persecuciones, asedios, sigilo, agonía y bichos por doquier de toda clase y condición — pero intenta constantemente remontar sin perder su dignidad (y si llegáis a la Casa Beneviento y a la abominación nivel «tirar el mando, apagar PS4» que aguarda ahí, descubriréis por qué digo esto). No todo me funciona: su mecánica de protección sigue siendo un poco ridícula («un dragón de veinte metros está a punto de embestirme a 200 kilómetros por hora así que voy a poner las manos delante de la cara. Así aprenderá») y hay una fase Call of Duty que podría haberse ido al carajo perfectamente, por antinatural que resulta respecto a lo visto anteriormente. Pero, la verdad, recapacitando sobre el lugar en el que está Resident Evil en 2022, estas dos quejas me parecen absolutas menudencias. Llamar reinvención lo que ha sucedido con esta franquicia desde la anterior entrega me parece flaco favor. Revitalización, creo, es la palabra apropiada.

Y luego está éste.

YO: «La jugabilidad es el aspecto más importante de un videojuego y el resto de elementos deberían ser subsirvientes a la misma, historia incluida»

Marvel’s Guardians of the Galaxy: «VETE A TU PUTA CASA, CALVO»

Hay historias tan bien contadas que acaban generando EL MOMENTO casi por ciencia infusa. Este juego contiene al menos tres.

Otros juegos, sin orden ni concierto, con trailers incluidos: Grime, Eastward, Opus, Mundaun, CrossCode, Solas 128, Unavowed, Unsighted, Wildermyth, UnMetal, Zero Ranger, Quake Enhanced, Phoenix Wright Ace Attorney Trilogy, Impostor Factory, There Is No Game, Environmental Station Alpha, Cyber Shadow, Kathy Rain, Ender Lilies — y creo recordar que me harté en su día de recomendar Disco Elysium, Return to Obra Dinn y Observation, pero los dejo por aquí por si acaso –. Mis juegos de la pandemia con los colegas han sido el Among Us, nada de particular realmente, salvo que ha acabado palideciendo en comparación con el afinado instrumento sadomasoquista que es Don’t Starve Together, concebido específicamente para arrancarme el alma, escupir en ella, y enviar el cascarón que queda de mí de cara a la pared para contemplar en silencio que todo en este mundo es pasajero, que la felicidad no es sino una ilusión, y que la vida es en realidad un Deerclops que pisotea tus esperanzas y sueños a una velocidad inversamente proporcional a la que has tardado en construirlos.

PD: Elden Ring – 57 horas y contando. Sigo vivo.


MÚSICA

Anyway, here’s Wonderwall.


CÓMICS

El retorno de Barry Windsor-Smith tras una ausencia de casi una década y, como el propio autor reconoce, la expansión definitiva de la semilla que plantó a principios de los 90 con uno de mis comics favoritos de siempre de Marvel: Arma-X. Aquí, y como ya sucediera con Lobezno hace 30 años, el joven Bobby Bailey, marcado por un pasado de violencia, familiar es transformado en un monstruo durante un repulsivo experimento militar. Ahora, su única esperanza es el oficial que le reclutó, ahora abrumado por una crisis de conciencia y un particular sentido de la empatía que, en su hija, alcanza niveles sobrenaturales.

De no ser por Monsters, habría encabezado con Immortal Hulk o Strange Adventures, que devuelve a Tom King a su hábitat casi natural: un estudio de los crímenes de guerra. También habría enarbolado una bandera en una colina solitaria por su Rorschach, la verdad sea dicha. Le tengo aprecio. Su recorrido con Batman me parece irregular, pero siempre le llevó por derroteros poco transitados — con un par de momentos excepcionales — y siempre se lo he agradecido. Para más del hombre murciélago, he desempolvado Gotham by Design («¡Harrigan! ¡Eh, Harrigan! ¡Más arquitectura! ¡más urbanismo! Qué bien, ¿no?«) Estoy pendiente de Catwoman: Lonely City y del retorno de Saga. He seguido a medias los X-Men orquestados por Hickman (sobre todo porque me resultaba imposible estar pendiente de diez colecciones al mismo tiempo). También enganchado a Asadora, de Urasawa, muy encantado con Fire Punch, de Tatsuki Fujimoto (Chainsaw Man) y acojonado por Blood on the Tracks, de Shūzō Oshimi.

Fuera de mi elemento, Donny: gracias a quien se las merece por Sabrina, de Nick Drnaso, y por la adaptación de Giraffes on Horseback Salad, la película nunca realizada de los Hermanos Marx con guion de Dalí.

Y uno preferido muy, muy particular para terminar la sección.

Assholes.

LIBROS

Hacéos de una biblioteca pública. En serio. Si estás leyendo esto y eres de Madrid Centro, a mí me pilla muy bien la de José Luis Sampedro. Gente superamable. Me hice del sitio buscando con pocas expectativas de cosas de la radio en Euskadi durante los años 50 para una cosa que estaba preparando y acabó en absolutamente nada y acabé con una pila de libros hasta la cintura cortesía de no una sino dos bibliotecarias. De la típica atención que sales del sitio y da gusto haber entrado. En serio. Gratis todo. Todo ventajas.

Por lo demás… The Jungle, de Upton Sinclair. Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino. Blacktop Wasteland, de S.A. Cosby. The Night Land, de William Hope Hodgson. We Begin at the End, de Chris Whitaker. Piranesi, de Susannah Clarke. Dos de Jeff VanderMeer: Borne (muy bien) y Hummingbird Salamander (muy meh). En el terreno de la no ficción, Beaten Down, Worked Up: The Past, Present and Future of the American Labor, de Steven Greenhouse; Debt: The First 5.000 Years, del tristemente fallecido David Graeber y The Hardest Place, de Wesley Morgan (uno de los mejores recuentos que he leído sobre la invasión estadounidense de Afganistán). Me lo pasé muy bien con This is Going to Hurt, las memorias de un joven doctor y sus desventuras en el servicio de Obstetricia en un hospital británico. Fueron adaptadas a serie de BBC, protagonizada por Ben Whishaw, quien dentro de unos 20 años será el mejor actor del planeta.

Y ya está.

Enlaces

Strange Keyworld es un matarratos en forma de juego de plataformas creado por GMShara (descarga aquí, 22 MB, precio a voluntad, o directamente aquí, en navegador). La idea consiste en hacer avanzar al moñeco con la circunstancia particular de que solo puedes utilizar las teclas que aparecen en la pantalla en ese momento. Y las teclas pueden cambiar de una pantalla a otra. Y las teclas forman parte del terreno del escenario, actuando como plataformas que desaparecen en el momento en que las pulsas. Así que es cuestión de ritmo, anticipación, y no volverse como una regadera.


Terminado Masks of the Illuminati, de Robert Anton Wilson. Se ha sufrido. Un poquito. Más que nada por la decepción de que, realmente, no es la historia de detectives que avanza su cubierta, sino más bien un repaso a la historia del esoterismo de la mano de su verdadero protagonista principal, un joven británico llamado John Babcock, modelo de romanticismo-angustias decimonónico, y su transición natural hacia el escapismo definitivo: el simbolismo. Puede llegar a cansar pero el caso es que Wilson escribe como un auténtico demonio y sin ningún tipo de restricción estilística: tan pronto la novela se convierte en un guión cinematográfico como en un diario, como en un cuestionario. A veces pasaba la página solo por descubrir con qué forma iba a encontrarme a continuación. Y, aunque no sean personajes predominantes, las diferentes perspectivas que aportan Joyce y Einstein sobre estos fenómenos, así como la extraña pareja que forman — y sus radicalmente opuestas aproximaciones a lo que entienden por Verdad — ayudan a anclar todo el material, que en el fondo comparte la misma idea con todos los textos de Wilson: la revolución espiritual debe ocurrir primero.

Siguientes en la lista: Borne, de Jeff VanderMeer y Nixonland: The Rise of a President and the Fracturing of America, de Rick Perlstein.


Archive.org tiene almacenada, en su integridad, la serie clásica estadounidense One Step Beyond, 96 episodios de fenómenos raros — clarividencia, parapsicología, posesiones, apocalipsis varios –. Es considerada, al menos cronológicamente (su emisión comenzó en 1951), la abuelita de The Twilight Zone. Por sus episodios rondan Warren Beatty, Joan Fontaine, Christopher Lee o William Shatner.

Además de en Archive, tenéis todos en este canal de YouTube.


Enamorado de este libro de arte sobre el videojuego Sekiro, de From Software, creado por Emma Rios. Nos lo deja gratis para su descarga aquí (32 MB, .pdf)

BONUS: Clásico instántaneo en la historia de las boss fights por envergadura, atmósfera, lirismo y por su descomunal banda sonora (de Yuka Kitamura. Explota a partir del 06:25).


All the President’s Minutes es un podcast de los creadores de One Heat Minute, del que hablé por Twitter alguna vez. Como ya sucediera con la película de Michael Mann, la idea consiste en desgranar minuto a minuto el metraje del clásico thriller político de Alan J. Pakula para expandir la conversación desde ahí hacia otros derroteros relacionados con la política, el cine de los setenta y la transformación política y social de EEUU. Con invitadas de excepción a cada programa, como Melissa Matheson (la guionista de E.T.) o la crítico de cine Manhola Dargis, del New York Times.


El blog Drawing Blood, especializado en la intersección de comics y medicina, nos deja un recopilatorio de tiras cómicas norteamericanas durante la llamada «gripe española» que comenzó en 1918.

Por terminar con un disco, como casi siempre: Heaven to a Tortured Mind, de Yves Tumor. Prince estaría orgulloso.

Hamsterdam

Este artículo fue publicado originalmente el 15 de diciembre de 2015

De entre todas las historias que The Wire me contó a lo largo de sus cinco temporadas, Hamsterdam es mi favorita. Se trata de una trama que abarca prácticamente la totalidad de la tercera temporada, y la primera y última vez que The Wire, una serie aplaudida por su minuciosa descripción de las dinámicas sociales de la ciudad estadounidense de Baltimore a partir de la interminable batalla entre policías y criminales, se atrevió a plantear un escenario especulativo: la creación de un entorno — una pequeña zona de tres, cuatro manzanas en el oeste de la ciudad –, aprobado por los niveles más locales de la Policía, pero con el desconocimiento de las más altas esferas, donde los narcotraficantes podrían distribuir su producto sin intervención de las fuerzas de la ley. Un nuevo modelo de negocio que, inesperadamente, comienza a arrojar unos sorprendentes niveles de reducción de violencia, y resultados beneficiosos para el resto de la comunidad.

Por reiterarlo: Hamsterdam nunca existió. Se trata de un deseo nunca cumplido de los creadores de The Wire, David Simon y Ed Burns, que llevaban una década jugueteando con la idea, que terminó fructificando en una trama donde, por primera y última vez, The Wire parece escaparse de sus manos y deja de explicarnos el presente para anticiparnos un futuro. Si la realidad marca las reglas de The Wire, Hamsterdam fue la única vez que se atrevieron a estirar el límite, y lo hicieron respetando los fundamentos espirituales de la serie. Hamsterdam es la historia de una idea desde las bases de la sociedad que desemboca en tragedia silenciosa en contacto con las altas autoridades. A priori como otras tantas que maneja la serie, pero que aquí, por su ambición, coraje y optimismo iniciales, resulta doblemente dolorosa.

EL ACUERDO DE LA BOLSA DE PAPEL

La idea de Hamsterdam — al más puro estilo costumbrista, el nombre parte de una mala interpretación que los vecinos hacen de la ciudad holandesa de Ámsterdam — comenzó en 1997, unos siete años antes de su aparición televisiva. Lo hizo en el libro The Corner (junto a Homicidio, ambos de Burns y Simon, los dos pilares literarios que sustentan The Wire) con una sencilla comparación: “No hay una ‘bolsa de papel’ para las drogas”.

El planteamiento es el siguiente: la bolsa de papel habitualmente empleada en Estados Unidos para ocultar las bebidas alcohólicas a vista de todos (un momento de “genio silencioso”, como lo describen) es una especie de compromiso social que permite al bebedor conservar su bebida y al agente de Policía conservar un cierto respeto. Al Gobierno, le permitía, “reorientar sus recursos a aspectos más esenciales” que la persecución de bebedores.

Simon y Burns son los primeros en reconocer que este “pacto tácito” es literalmente inaplicable en la lucha contra el crack. Lo que intentan, en su lugar, es buscar un equivalente. “Sin ‘bolsa de papel’ para las drogas”, explican, “la violencia se convierte en la única línea de acción para la Policía y para los objetivos de su trabajo. No va a reducir la adicción, no va a arrebatar beneficios y no va a mitigar el desastre que supone perder una sola vida a manos de los narcóticos, pero podría servir para rescatar tanto a los policías como a sus presas de sus peores excesos”.

Podéis leer la reflexión entera aquí — a partir del final de la página —

“Hamsterdam”, explica Simon en el audiocomentario del tercer episodio de la tercera temporada de The Wire, “es una especie de sistema de prioritización social y política, donde alcanzas una especie de acuerdo con un problema social en lugar de controlarlo”. Hay que decir que la palabra en inglés que emplea Simon es “triage”, un término médico aparecido en las guerras napoleónicas que sirve para diferenciar la gravedad de los tres tipos de heridos en el campo de batalla: quienes probablemente vivirán sin necesidad de cuidados inmediatos, quienes probablemente morirán sin ellos, y por último y más importante para el tema que nos ocupa: aquellos para los que un cuidado inmediato podría representar una diferencia positiva de cara a si viven o mueren.

AUSENCIA DE NEGATIVO

Siete años después, David Simon representaría esta reflexión en la figura del principal protagonista de Hamsterdam: el gentil veterano mayor de Policía Howard “Bunny” Colvin (interpretado por el actor Robert Wisdom), quien decide impulsar la iniciativa. Colvin es un constructo ideal, en este sentido.

Primero por rango, al conocer de primera mano las necesidades de la población y, simultáneamente, engañar a sus superiores sobre sus verdaderas intenciones al tratarse de un enlace directo con el Ayuntamiento. Una combinación ideal de poder y capacidad de maniobra que se ve impulsado a actuar después de que uno de sus agentes sobreviva milagrosamente a un tiroteo con narcotraficantes. “No he perdido a nadie”, confiesa en una escena al recientemente fallecido Melvin Williams, una de las figuras reales en las que se inspira la serie. “Eso es lo mejor, supongo. La ausencia de un negativo”.

Colvin, a pocos años de jubilarse pero con el vigor y la nobleza suficiente como para no dejarse arrastrar en sus últimos años, se convierte en el primer y último “alcalde” de Hamsterdam. Y los objetos que emplea para explicar sus intenciones a sus subordinados son una botella y una bolsa de papel. A pesar de las reticencias de sus hombres — que temen convertirse en el hazmerreír del barrio — Hamsterdam tiene luz verde.

“Es una especie de ‘último hurra’”, explica el novelista Richard Price, responsable del guión del segundo episodio. “Pero también en un momento en el que The Wire comienza a planear una utopía, que inevitablemente acaba convirtiéndose en una distopía, en un futuro trágico”.

EL LUGAR

“Tenía que ser un lugar con una densidad de población muy baja”, explica Price. Los responsables de la serie, además, hacen especial hincapié en un segundo factor: sea cual sea el lugar elegido no puede haber ninguna escuela en los alrededores. Sumando ambos factores, la primera fase de Hamsterdam se levanta en el distrito Oeste, al sur de West North Avenue, entre las calles de North Smallwood y North Payson.

No obstante, los responsables de The Wire representaron Hamsterdam en el distrito Este de la ciudad, por motivos logísticos, más concretamente en East Lafayette. Podéis navegar aquí por la zona, aunque hoy en día carece de sentido: la mayor parte de los edificios fueron derribados, aunque algunos, como la iglesia, permanecen en pie y aparecieron en la serie.

El lugar elegido por Colvin se corresponde con las premisas iniciales. Hamsterdam es declarado en la zona de color más claro que véis en la imagen inferior, con una densidad de población bastante inferior a la media y a unas diez manzanas de la escuela más próxima (Steuart Hill).

AUGE Y CAÍDA DE HAMSTERDAM

“¿Por qué cojones teníais que ir y tocar los huevos al programa?” – Fruit

Fruit (Brandon Fobbs) no termina de entender el motivo por el que tanto él como el resto de sus compañeros narcotraficantes son obligados a desplazarse a estas manzanas. Es una preocupación que comparte David Simon, quien asume desde el principio que Hamsterdam no es, en modo alguno, una solución al problema. Pero el impacto de esta acción social comienza a ser inesperadamente positivo, y no son pocos quienes en la vida real comienzan a preguntarse si esta táctica podría tener una traducción. “Hamsterdam”, apunta el abogado Lance McMillan en la Washington and Lee Law Review, “puede enseñarnos que la regulación, y no la prohibición, podría representar los mercados negros, destinados a llenar el vacío creado por prohibiciones; mercados que transforman problemas de regulación en problemas de violencia”.

McMillan no es el único que se lo plantea. Shirin Deylami y Jonathan Havercroft, en su libro Politics and The Wire, describen lo que sucede a continuación durante los primeros y gloriosos días. La legalización de facto del mercado de narcóticos y la ausencia de presión policial convierte Hamsterdam en un oasis para los compradores. El fin de las incautaciones de droga revierte en el suministro constante de narcóticos. El suministro constante impide variaciones al alza de los precios de las dosis y sumando todos estos factores, el número de delitos violentos en su distrito Oeste desciende, exactamente y tal como Colvin explica a sus superiores, un 14% (para hacerse una idea, el número de delitos violentos en Baltimore descendió en 2014 un 5%).

A todo ello hay que añadir que el distrito comienza a experimentar un “renacimiento social”. En lo que posiblemente se trata de los pasajes más bucólicos de la serie, trabajadores sociales entran libremente en Hamsterdam para distribuir jeringuillas limpias, condones y realizar pruebas de VIH y otras enfermedades de transmisión asociadas a la drogodependencia, mientras los vecinos de la zona vuelven a salir de sus casas para disfrutar del aire libre.

Pero el experimento social de Simon y Burns acaba derrumbándose por una combinación de factores que encontramos dentro de la propia serie. “Al más puro estilo The Wire”, explican Arin Keeble e Ivan Stacy em la colección de ensayos The Wire and America’s Dark Corners: Critical Essays, “Hamsterdam no ofrece una respuesta moral”. Dicho de otro modo, no pretende imponer un modelo de comportamiento. Y como suele suceder en la narrativa de la serie, la destrucción del sueño de Colvin sucede a través de pequeños incidentes de carácter acumulativo que culminan en un verdadero sindiós: un asesinato prácticamente accidental dentro de la “zona libre” obliga a los agentes a mover el cadáver fuera de las fronteras de Hamsterdam. Esta alteración del balance de fallecidos en el distrito es la gota que colma el vaso de uno de los policías más mercuriales, quien desvela la existencia de la zona al Baltimore Sun, lo que a su vez revierte en la condena inmediata de los políticos, incapaces de aceptar el compromiso que supone una tregua contra las drogas. Colvin es reprendido duramente por sus superiores y su carrera queda por finalizada en público.

“Bunny, pedazo de chupapollas”, le espeta en privado su superior, William Rawls (John Doman), con su florido lenguaje habitual. “Tengo que reconocerlo. Una idea brillante. De locos e ilegal, pero brillante de cojones, de todas formas. Es una jodida lástima que vaya a acabar con nuestras carreras, pero aun así”.

HASTA HOY

Sin embargo, la premisa de Hamsterdam no ha quedado en el olvido. Sin ir más lejos, en abril de este año, Sati Knafo, de City Lab, llamó nuestra atención sobre una iniciativa de la Policía de Seattle llamada Distracción Asistida por las Fuerzas de la Ley (LEAD, por sus siglas en inglés). El experimento tuvo lugar en el barrio de Belltown, uno de los mayores mercados de droga de la ciudad. Sin llegar al nivel extremo de permisividad exhibido en The Wire, la Policía contempló una solución alternativa a las detenciones de narcotraficantes, por la que se daba a los camellos la opción de cumpir un programa de servicios sociales por el que se le ofrece la posibilidad de conmutar inmediatamente su arresto y una serie de ayudas siempre y cuando se comprometa a recibir a un asistente social dos veces el primer mes. Los participantes en el programa — todavía bajo investigación — han demostrado hasta el momento un 58 por ciento de probabilidades menos de ser arrestados en delitos posteriores.

Es un programa, reconocen sus responsables, extremadamente caro y extremadamente personalizado, pero lo realmente interesante es que fue aprobado gracias a un compromiso social no muy diferente al de la bolsa que cubría la botella de alcohol: el alcanzado por la Fiscalía, por la Policía y por la Asociación de Defensores Públicos de Seattle, en particular gracias a las reuniones mantenidas por la presidenta de una unidad especial de esta última asociación, Lisa Daugaard, y el ex capitán del departamento de Narcóticos Steve Brown, uno de los mayores críticos iniciales del programa, y finalmente uno de sus mayores partidarios. Al término del proyecto — que también ha comenzado a aplicarse en Santa Fe, Nuevo México — Brown entregó a Daugaard la serie completa de The Wire, como reconocimiento.

La tercera temporada de The Wire termina con una escena en los escombros de Hamsterdam que reúne por vez primera a Colvin con Bubbles, uno de los personajes más reconocibles de la serie, el drogodependiente que pulula entre las trincheras de la guerra contra las drogas, y ocasional voz de la sabiduría popular del barrio. Colvin y Bubbles entablan una conversación sin respuestas. “Antes venías aquí, te chutabas, y la Policía te dejaba en paz”, reflexiona Bubbles. Lo dice con nostalgia. Esta es toda la moraleja que The Wire acaba ofreciendo sobre la única ocasión en la que intentó empezar a pensar en cambiar el mundo.