Yo-yo-yo quiero los liiiinks. Por favooor*

tl;dr Hip-hop, algo de fotos, herramientas de internet, una base en la Antártida, La Luna, Wes Anderson… lo normal.

* «¡¡¡Nunspi!!! ¡Se está quemando la hamburguesa! ¡Se te quema la hamburguesa, tío, dale la vuelta! Y encima se limpia el moco ahí. Sí que le gusta tocar las maracas a usted»… Había taaaaantas para elegir.

En fin. Este verano de 2023 se está conmemorando el 50 aniversario del hip-hop, comenzando por un macroconcierto monumental en el estadio de los Yankees donde casi medio centenar de artistas — rematando con Run D.M.C y con la participación de Lauryn Hill — han repasado cinco décadas de este género. Aquí lo tenéis en su integridad, las siete horas.

Con ánimo de invitar a la gente que no está muy atraída por el género, aquí van un par de listas generales en plan «lo mejor de lo mejor de todos los tiempos», las que hacen Beats & Rhymes, Los 100 mejores discos de rap de los 90, de Cleveland.com o la muy, muy discutida (con razón, imho) de la Rolling Stone. Sin embargo, para mi gusto están demasiado circunscritas a EEUU, así que añado un par de colecciones adicionales que me gustan mucho, cortesía de la gente de I Am Rap: Los 100 mejores discos de rap en español y Los 30 mejores discos de rap latinoamericano de todos los tiempos. Y más por aquí: Los 100 mejores discos de rap británico, por HipHopGoldenAge y los mejores discos de rap francés por los usuarios de Rate Your Music.

Os dejo aquí también una lista de Spotify que recopila las canciones que van apareciendo en Hip-Hop Evolution, la muy recomendable serie documental de Netflix. Pero si tengo que insertar una, es esta: 76 canciones elegidas por Chuck D, el líder de Public Enemy, grupo responsable, en mi humildérrima opinión, del disco por el que empezar en todo esto: It Takes a Nation of Millions to Hold Us Back.

Vikki Tobak recopila para The Guardian recopila fotos icónicas del género, aquí. Lo mismo Eliott C. McLaughlin para CNN.

Para terminar, ritmos y voces. Primero una maravilla de vídeo de Tracklib: 50 años de bases icónicas del hip-hop (las remezclas de canciones originales que sirven de fondo a las letras, para aclararnos). Me encanta la visualización, superexplicativa. Sobre voces, aquí os dejo otros dos, de Vox Media. Uno explica un poco qué es esto de rimar en el rap y por qué es más complejo de lo que parece. Y otro comenta por qué la rima en tripletes está ahora por todas partes… y siempre lo ha estado. Sabéis qué es la rima en tripletes. Lo sabéis aunque no lo sepáis. De veras.

· Paste Magazine nos presenta un perfil sobre Neil Breen, el Mick Jagger del John Lennon que es Tommy Wiseau y cineasta inenarrable sobre el papel. Con algo más de profundidad y a grandes rasgos: un tío bastante majo, honrado con sus trabajadores — todos los que hablan en el texto aseguran que han percibido su salario íntegro — , opaco en lo que se refiere a la financiación de sus películas, presunto arquitecto de profesión (no hay pruebas) y no permite que sus películas se proyecten más tarde de las 21.00 para que no se las consideren «pelis de medianoche», entre otras cosas. Este canal de YouTube tiene un par de sus películas, con subtítulos en inglés.

· Los ganadores de los World Sport Photography Awards, la mejor fotografía deportiva del año. Me gusta muchísimo ésta, de Scott Barbour, sobre Coco Gauff. Tenéis ganadores y finalistas de los últimos años en la página principal.

BONUS: Una colección de fotos de Pablo García Sacristán (su web, aquí) a la selección española femenina de fútbol durante el Mundial, cortesía de Photolari.

Aitana Bonmatí, MVP del torneo (galardón cantado desde su salvajada de partido contra Suiza, imho)

· A Masterpiece in Disarray: David Lynch’s Dune, de Max Evry, sale a la venta el próximo 19 de septiembre. Una historia de 560 páginas de la película, hasta los topes de entrevistas con sus responsables. Me lo voy a pillar (sale el propio Lynch) con cierta aprensión porque, con toda sinceridad, estoy de su sambenito de «película maldita» hasta los cojones y más allá. No por nada en particular. Por hastío más que otra cosa. Dejando a un lado que me encanta sin paliativos por demasiadas razones como para comentarlas en un solo párrafo, mantengo que es de las que hay que ver como mínimo por su diseño de producción y por su uso y abuso de la voz en off como ejemplo de su idea fundacional: en una ópera espacial de dimensiones apabullantes, el mapa mental de nuestros personajes, y sus sueños por encima de todo, es tan importante y nítido como lo que ocurre alrededor.

· «brr», un blog cotidiano de un empleado de sistemasen la estación Amundsen-Scott, en la Antártida. Experimentos, comidas, atardeceres, infraestructura eléctrica, soledad, nieve, más nieve, más frío. Nunca pensé que perdería cinco minutos en un post dedicado a los mil y un carteles de aviso desparramados por una estación polar, pero aquí estamos.

·¿Vamos un poco más lejos? El Códex Lunar, un proyecto del físico Samuel Peralta digitalizará las obras de más de 30.000 artistas de 158 países y las mandará a la Luna en formato NanoFiche, finas láminas de oro indegradables. (via)

· Inside the AI Porn Marketplace Where Everything and Everyone Is for Sale: una investigación del recién creado portal 404 Media (con gente de la antigua Motherboard) en torno a la manipulación con fines pornográficos de imágenes de mujeres reales sin su consentimiento y su incorporación a la biblioteca de imágenes del portal CivitAI, especializada en el modelo Stable Diffusion. Algunos de los responsables ganan entre 1.500 y 3.000 euros al mes en donaciones. Todas las imágenes con modelos de verdad están pixeladas.

· Un colega mío me contó hace tiempo una anécdota sobre el rodaje de Asteroid City, ahí a matacaballo entre Chinchón y Colmenar de Oreja (Madrid): la película tenía tantos decorados, tantos modelos, que acabó provocando una crisis municipal de suministro de poliestireno. Dezeen entrevista a su diseñador de producción, Adam Stockhausen. (Also, y para sorpresa de nadie: si Wes Anderson dice que la imagen debe encuadrar tal cosa en particular, más vale que seas exacto al cen-tí-me-tro. Muy majo, Anderson. Pero no jodas con las medidas)

· El 29 de agosto ocurrió un tiroteo en la Universidad de Chapel Hill, en Carolina del Norte (EEUU). Un fallecido. El diario del campus, el Daily Tar Heel, publicó esta portada al día siguiente, a partir de los mensajes entre padres y alumnos durante el incidente (via).

·Para que no digáis que no ayudo: FreeTinyTools, un archivo de aplicaciones para minucias desde el navegador — convertir mayúsculas en minúsculas, decodificadores de Base64, conversores de formatos de imagen, una docena de calculadoras con una docena de funciones, conversores de unidades y herramientas de desarrollo.

· Y para terminar, una historia de los comienzos del arte digital, por Amy Goodchild. Abajo, dos obras de Ben Laposky, creadas gracias al uso de osciloscopios.

«Mi madre me dijo que nunca hiciera esto»

tl;dr Donde comento lo asombrosa que me parece Carretera al Infierno, con spoilers que marcaré donde correspondan. Incluyo guion y making of al final, si queréis saltaros la brasa

Mentalismo: si tuviera que jugármela y especular con el consenso general de sus fans del mundo entero, diría que Carretera al Infierno es recordada en 2023 como un ilustre ejemplo del cine de terror de serie B de los años 80, reivindicada con el paso de los años como un resultado mayor que la suma de sus elementos hasta el punto de que parece haberse escapado al control de todos sus responsables para terminar cobrando prácticamente vida propia (su making of se titula más o menos «De dónde salen estas películas»). Yo voy un pelín más allá: la considero una película absolutamente ejemplar en todos sus aspectos, muy, muy entretenida y muy, muy especial independientemente de la época o género al que pertenezca — esto último no es tan fácil como parece: una película que se mueve como una pesadilla y sin embargo tiene los pies firmemente en tierra merced a sus potentísimas escenas de acción — con el matiz de que estoy bastante convencido de que ni mucho menos es la anomalía que se recuerda en la actualidad. Creo sinceramente que es la película que todos sus implicados estaban esperando hacer y una mezcla modélica de experiencia y de oportunidad alimentada por la experiencia.

Por abreviar la sinopsis para la gente recién llegada: la película relata la odisea de Jim Halsey (C. Thomas Howell), un joven supermajete al que conocemos en medio de un largo viaje de punta a punta por el desierto de Texas para entregar el coche que conduce. Una noche literalmente tormentosa, Jim acaba cediendo al peligro del sueño en la carretera y a sus mejores intenciones para recoger a un autoestopista llamado John Ryder. Vuestros peores pronósticos se hacen realidad y un poco más: Ryder es, más que un asesino en serie, una fuerza de la naturaleza y un depredador absoluto, libra por libra capaz de competir con insignes carniceros como Michael Myers o Jason Voorhees, muy inteligente, con la paciencia de un guardia real británico e interpretado por Rutger Hauer. Es decir: en circunstancias normales, la película acabaría a los cinco minutos con Jim esparcido en fascículos a lo largo de diez kilómetros de cuneta, pero ocurre una cosa con Ryder. Está cansado. Está muy, muy cansado. Matar no esconde secretos para él, es invencible desde hace mucho tiempo. No hay sorpresas ya. Pero no puede parar. Así que quiere que alguien le detenga de una vez. El mero hecho de que Jim sobreviva por tanta suerte como arrojo a su primer encuentro termina de decantar la balanza: Ryder ha decidido que va a ser este muchacho al que no le ha bajado el otro huevo. Quizás es un deseo genuino, quizás es su último acto de corrupción. El caso es que va ser Jim Halsey, su proyecto personal, aunque tenga que llevarle al límite como ser humano.

¿Para mí? Carretera al infierno es, como casi todos los slasher, una película de instrucción, una coming of age, una en la que un chaval inocente atraviesa un devastador rito de madurez. La película tiene tintes míticos, que comparten muchas de sus compañeras a través de sus villanos, pero la épica que alberga es más inusual y no es una exageración: está desde el primer instante de su concepción. Eric Red (Los Viajeros de la Noche, Acero Azul, Cohen & Tate) comenzó a escribir el guion de la película amparado en dos canciones. La primera está en su prefacio: es Pancho & Lefty, de Townes van Zandt. «Vivir en la carretera, amigo mío, iba a limpiarte y liberarte, ahora llevas tu piel como hierro y tu aliento es tan duro como el queroseno». La segunda, como explicó Red años después, es Riders on the Storm, de The Doors — «Hay un asesino en la carretera, su cerebro se retuerce como un sapo» –. Esto no es una mera referencia ni un metrónomo, es un tono que está explícita y constantemente trasladado a la película, como lo está en el recorrido mental de Jim, como en la personalidad de Ryder. Carretera al Infierno quiere ser algo distinto desde el minuto uno.

Así pues: el guion cae en manos del productor de Salvad al Tigre y Único Testigo, Edward Feldman, quien inmediatamente comienza a abrir el proyecto a las agencias. Entra el director Robert Harmon, iniciado en Hollywood como fotógrafo de sets — el responsable de hacer fotos durante el rodaje — para seguir como director de fotografía en otras películas antes de abordar este proyecto, su debut como director en una historia que prácticamente está haciendo por segunda vez, porque Robert Harmon se presenta con este corto bajo el brazo: China Lake, la historia de un patrullero de carretera convertido en asesino, interpretado por Charles Napier (el agente al que Hannibal Lecter revienta a palos en El Silencio de los Corderos 1). Son 35 minutos pero dadle medio tiento porque tiene unas imágenes del carajo y Napier no se convirtió con los años en integrante del insigne club de talentos de Jonathan Demme por su cara bonita.

Como ya le ocurriera a Michael Mann con L.A. Takedown / Heat (aunque en un caso mucho menos extremo) Harmon aborda el proyecto con la intención de pulir, profundizar, sublimar, etc., las ideas que plantó en China Lake y empieza a introducir cambios en el guion original de Red. Para empezar, reduce significativamente el gore. Luego, humaniza al personaje de John Ryder al eliminar dos rasgos antinaturales de su figura que aparecían en el libreto original: su aspecto cadavérico y la electrolaringe que emplea para hablar (¿el modelo original de Red? Keith Richards) y, finalmente, otorga todavía más importancia al escenario de la acción hasta convertir los paisajes en metáforas del estado mental de nuestro protagonista. Aguantad un párrafo más y llega el ejemplo.

Harmon cuenta para ello con, posiblemente junto a Russell Boyd, el director de fotografía más importante de la historia contemporánea del cine australiano, John Seale, cuya filmografía es un auténtico disparate: Único Testigo, Rain Man, La Costa de los Mosquitos, El Paciente Inglés, El Aceite de la Vida, Cold Mountain, Mad Max: Fury Road, La Tapadera, El Club de los Poetas Muertos y me dejo varias, y al compositor Mark Isham en su segundo gran escarceo con una película naturalista tres años después de otra maravilla, Los Lobos no Lloran, de Carroll Ballard, sustituyendo el Ártico por el desierto. La música es puro Isham, el gran incorporador del jazz new age al cine estadounidense con el contenido espiritual y meditativo que ello conlleva, y encaja como un guante en el tema de la película. El montaje, lo que faltaba, corre a cargo de Frank J. Urioste a quien le llamarían a lo largo de la década siguiente para editar Robocop, Jungla de Cristal, Desafío Total, Instinto Básico, Tombstone, Máximo Riesgo y Velocidad Terminal 2. Tres nominaciones a los Oscar. Es simplemente talento abrumador. Salvando las distancias, es como ese directo de Mr. Crowley en el que Ozzy acaba apartándose del micrófono en el remate final, la mano en la boca, mirando de soslayo a la cámara mientras sonríe, asombrado de la banda con la que se ha juntado.

De talento y oportunidad emerge este momento (spoilers)

¿Quién es John Ryder? Un personaje que representa como ningún otro los dos mundos en los que vive la película y lo bien que están integrados. Un monstruo salido de una tormenta. A mitad de película derriba un helicóptero de policía con un revólver mientras conduce con la otra mano a cien por hora, extermina una comisaría fuera de plano, parece tener el don del teletransporte y en un momento dado — en otra fantástica escena — coloca dos monedas sobre los ojos del joven Halsey. No es una alusión: es EXACTAMENTE un mito griego, el óbolo de Caronte, el pago al barquero que lleva a los muertos por el río. John Ryder no es un nombre real. Es una de las compañías de transporte más antiguas de Estados Unidos. Y, sin embargo, al mismo tiempo es un ser humano que sangra, sufre, suda, bromea, socializa y es honesto en sus intenciones: no trama un enrevesado plan para acercar a Jim al lado oscuro. Simplemente se limita a rodearle de masacre y aniquilación, realizando exhibición tras exhibición, tras exhibición de poder hasta el punto de aburrirse.

Sea como fuere, para interpretar a John Ryder no te vale una máscara. Hace falta un rostro y un cerebro detrás que entienda estos matices. Terence Stamp, primera elección, rechaza el papel por desavenencias con el tono (una decisión que el actor británico lamentaría años después, según comenta Harmon, porque le encanta la película) y Sam Elliot realiza, de nuevo en palabras de Harmon, un portento de audición solo para terminar echándose atrás a última hora. El papel recae en Rutger Hauer, en el apogeo de su carrera estadounidense, un año después de Los Señores del Acero y Lady Halcón. Un actor cuyos elogios postmortem como icono de la ciencia ficción se quedaron cortos como sabe cualquiera que haya visto su etapa neerlandesa o la barbaridad de interpretación que se casca en La Leyenda del Santo Bebedor 3, de Ermanno Olmi. Un tío con «el don». El que emerge de la combinación de explorar las limitaciones de sus personajes y derribarlas a golpe de inteligencia sin acaparar la atención en detrimento del resto del reparto. John Ryder, por sí mismo, no es tan interesante cómo sus interacciones con Jim y Hauer lo sabe. Crédito enorme para Thomas Howell por estar a la altura cuando la situación lo merece, en particular durante el momento culminante de su relación (spoilers): Jim, ya completamente transformado y su mundo completamente reconfigurado, primero le estrecha la mano. Y después le escupe en la cara. «Hay algo extraño entre vosotros dos», le dice en un momento dado un oficial de policía a Jim, que para ese momento ya se le ha quedado una mirada dura y vacante. Jim no responde. Es más, no dice más de tres palabras en los últimos 20 minutos de película. Sea cual sea el resultado de lo que viene, ya está hecho 4.

Pillas una idea. Potente. Simple. Te rodeas de lo mejor de lo mejor. Vas un paso más allá. Empiezas a mirar en cada arista, en cada imperfección, en cada ángulo. Te agarras a cada momento especial que ocurre. Pero nunca olvidas que estás haciendo un thriller, un mundo por otro lado muchísimo, muchísimo más amplio de lo que el atroz remake de esta excepcional película invitó a creer a la nueva generación de espectadores que tuvo que padecerlo.

Bonus:

El making of

El guion de Eric Red

Un precedente muy, muy, muy tangencial es El Autoestopista (The Hitch-Hiker), de Ida Lupino, y considerada en términos generales como el primer film noir dirigido por una mujer. Es de dominio público así que el gran canal de YouTube que es Cult Cinema Classics nos lo deja aquí, con subtítulos en inglés y español, entre otros

1 Rutger Hauer envió una prueba para interpretar a Hannibal Lecter en El Silencio de los Corderos. Lo confirmó el propio actor en esta entrevista — muy interesante en general, en la que echa francamente de menos más cociente intelectual en el cine y en la vida en general — con el director Theo Van Gogh. Subtítulos en inglés.

2 Película que en esa lista parece que ocupa el lugar de «una de estas no es como las demás». Pues no. Está de puta madre. Solo ver a Nasstasja Kinski repartiendo galletas vale la pena y Charlie Sheen, que interpreta como si creyera que está en Hot Shots 3, es la elección perfecta para un protagonista que no se entera de la misa la mitad durante la película entera. Lo que se agradece algo así hoy en día, donde todos mis héroes son tan guais que da asco, no tiene precio. El stunt del coche y el avión lo pones en Misión: Imposible y le dan un Oscar.

3 Ermanno Olmi tiene unas cuantas (las tres horitas de El Árbol de los Zuecos están en Filmin), pero cuando Coppola se inspira en tu película para rodar el comienzo de El Padrino, realmente es todo lo que necesitas saber sobre I Fidanzati, que encima dura 77 minutitos y es una exhibición todos y cada uno de ellos.

4 No hago mención alguna a Jennifer Jason Leigh por motivos de trama. Baste decir con que está en la misma onda que todo el mundo.

El menú

Así mueren las plataformas: primero, se portan bien con sus usuarios; luego, abusan de sus usuarios para mejorar la relación con sus clientes de negocios y, al final, abusan de sus clientes de negocios para apropiarse por la fuerza de todo el valor acumulado. Y entonces, se mueren.

Cory Doctorow, TikTok’s Enshittification

tl;dr: Nunca tuvimos el control

Buscar en Amazon, dice Cory Doctorow, no te devuelve el resultado que estás buscando. Te presenta una lista de productos cuyos vendedores han ganado una puja para aparecer en los primeros lugares de la búsqueda, lo que obliga a los vendedores a competir entre sí para colocar su producto. Es la segunda fase de un proceso llamado «mierdificación». El valor comenzaba primero contigo, porque Amazon necesitaba clientes. Después, ante el incremento de la demanda, necesitaba centrarse en los productores, porque necesitaba la oferta necesaria para cubrirla. En la tercera fase, todo el valor acumulado va directamente a sus accionistas.

Como ejemplo bastante claro sobre el abuso a las empresas, y esto lo he vivido en mis propias carnes, está la decisión de Facebook de potenciar su contenido en vídeo, con el consiguiente coste de producción, bajo la promesa de un incremento en las visitas que nunca se materializaron. Alexis Madrigal, en The Atlantic, lanzó una estimación de pérdidas un poco por encima: unos 350 despidos en medios norteamericanos desde 2016 a 2018 solo con esta decisión.

El de Facebook es el ejemplo más flagrante pero, acompañando a su reflexión, Doctorow recopila numerosos textos que la refrendan con casos circunscritos principalmente a Estados Unidos. Uno de ellos, sin embargo, no aparece y es relativamente preocupante. Se trata de lo que está ocurriendo en las editoriales y en las bibliotecas públicas del país, y de ello habla Karawynn Long en este post, tirado al hilo del que comienza este artículo, con la explosión de adquisiciones protagonizada por el fondo de inversión Kohlberg Kravis Roberts & Co. (KKR), que en menos de cuatro años se ha hecho con:

· OverDrive: la principal plataforma de distribución de libros digitales en las bibliotecas de todo el mundo y de la cual se apropió en Navidades de 2019.

· La editoral Simon & Schuster, una de las más importantes de Estados Unidos, por valor de 1.620 millones de dólares, esta misma segunda semana de agosto de 2023.

Ahora mismo, OverDrive ha eliminado la capacidad de recomendar — personalmente, tú — libros a otros usuarios. Además, el servicio de solicitudes personales sobre títulos concretos es propenso a errores y se ha convertido en un obstáculo en las relaciones entre la biblioteca y sus clientes, para beneficio de las editoriales que pueden introducir sus propios títulos sin opiniones de terceros.

En lugar tuyo, ¿quiénes son los accionistas cuya satisfacción prioritaria es el síntoma terminal de una plataforma?. Os suenan. Hablé de esto hará unos años por aquí. Veamos: los tres principales accionistas institucionales de Netflix son fondos de inversión (Capital Research, Vanguard, BlackRock). Vanguard es el primer accionista institucional de Amazon y el segundo en general, solo por detrás de Jeff Bezos. Vanguard y BlackRock son los dos primeros accionistas institucionales de Apple. Vanguard es el principal accionista, en general, de Warner – Discovery. Capital Research es el segundo accionista principal de Paramount Global (Sky Showtime)

KKR, en particular, es conocido por hundir el conglomerado alimentario y de tabaco Nabisco en una operación tan salvaje que el libro que la relata se llama Bárbaros a las Puertas y fue adaptada a telefilm de HBO. José Luis Luceño Oliva habló aquí, para Cinco Días, sobre el telefilm, el libro y la operación que relató. La Investopedia lo llama «el ejemplo de libro de la cleptocracia corporativa de los años 80». KKR también terminó de destruir Toys’ r Us. Incapaces de competir con Amazon, acabaron destinando la mayor parte de efectivo a intentar saldar la deuda de la compañía sin desarrollar lo más mínimo su modelo de negocio. 33.000 empleados a la calle.

Además, presentó en su día una oferta para hacerse con Madrid Content City, el «epicentro del cine europeo» (desarrollar) en la localidad de Tres Cantos (Madrid). Es el juego de Kevin Bacon con fondos de inversión. Están en todas partes.

Por apuntarlo, el procedimiento de adquisición suele ser el mismo: la compra apalancada, una basada en instrumentos de deuda. O dicho de otra forma:

Se necesita más dinero para abrir una zapatería que para comprar una empresa de 2.000 millones de dólares, seamos honestos al respecto. Pero para comprar una zapatería, si cuesta 3.000 dólares, necesitas 3.000 dólares. Si no los tienes en efectivo, tienes que traerlos antes del jueves. Pero en una compra apalancada, no solo no tienes que traer el dinero. Ni siquiera tienes que verlo. No sabes de dónde lo vas a sacar, nadie sabe de dónde lo has sacado. Toda la situación viene de la nada absoluta. Pero cuanto más necesites, por supuesto, menos dinero necesitarás.

En otras palabras, si hay dinero de por medio, no te metes en este negocio.

Jackie Mason, “What the Hell is an LBO?”

Dónde estamos

Comiendo en un restaurante en el que pedimos 2 lenguado, porque nos gusta el lenguado, y el restaurante tiene lenguado y lo vemos ahí, en la segunda página del menú y, de hecho, es el lenguado que nos gusta pero ¿quizás no querríamos probar su filete, ese que tienen ahí, en la cabecera? ¿De verdad que no lo queremos? Está muy rico. Un montón de gente lo está comiendo. Es más: están hablando de ese filete. Y nosotros no. Porque no lo estamos probando. Porque queremos lenguado. Lenguado es. Muy bien. Aquí tenéis un lenguado. No pidáis más. Hemos quitado el resto. Era demasiado caro mantener el lenguado. Imaginad. Un lenguado distinto para cada persona. Pf.

Miramos el plato. Es salmón. «Como pidieron», dice el camarero. Y se va.

El 20 de enero de este mismo año, Emily Baker-White publicó un reportaje en Forbes sobre la existencia de un mecanismo secreto de TikTok conocido como el «botón de calentar», un sistema que permitía a los responsables de la plataforma impulsar determinados vídeos que aparecían en su portada de recomendaciones y que, y esto es lo importante: no necesariamente coincidían con los criterios del algoritmo empleado para enseñártelas. Repite Baker-White: «En algunas ocasiones, los vídeos que aparecen en la página (de recomendaciones) «Para Ti» no están ahí porque TikTok crea que te van a gustar, sino porque TikTok quiere que una marca o un creador particular obtengan más visitas».

Defensa de la compañía: empezó como una idea bienintencionada para promocionar «otro tipo de contenido más allá de adolescentes bailando» y algunas de las agrupaciones beneficiadas han sido organizaciones humanitarias. Además, el porcentaje total de estos vídeos respecto al contenido recomendado es del 0,02%. En diciembre del año pasado, adquirieron el compromiso de identificar claramente esta clase de recomendaciones particulares.

No separados, no identificados. En tu página de recomendaciones personales. Considerarlo una violación de la intimidad es hilar fino, ¿verdad? Es una plataforma de vídeos. Son marcas. Son «creadores». Quizás acabamos interesados en el producto. Quizás nos echamos unas risas. Quizás aprendemos algo.

Del mismo artículo:

«Tres fuentes confirman a Forbes que tienen conocimiento de casos de uso inapropiado del mecanismo por parte de sus empleados: uno de ellos ‘calentó’ las cuentas de su pareja, otro ‘calentó’ sus propias cuentas, otro ‘calentó’ las cuentas de personas con las que mantiene relaciones. En un incidente de este tipo, el vídeo en cuestión recibió más de tres millones de visitas».

Facebook lo ha hecho. Y Netflix lo ha hecho. Y les han pillado y han prometido que no lo van a hacer más. Seguimos importando. El algoritmo todavía funciona y la configuración de la plataforma nos permite decidir nuestro grado de implicación. Las recomendaciones pueden ocupar una parte fundamental de la pantalla de inicio, pueden acabar enterradas al final del scroll.

Llegado el momento de la verdad, sin embargo, estamos a merced del abuso sin ningún mecanismo de defensa o indemnización.

Hay una línea en el guion de Algunos Hombres Buenos, de Sorkin. «El capitán Markinson era un buen hombre en un mundo donde los buenos chicos probablemente no acabarán los últimos, pero seguro de cojones que no acabarán los primeros».

Cómo se mueren

Con la adquisición de su contenido por otra empresa, como pasó con Quibi, cuya catálogo adquirió la compañía de reproductores digitales Roku por 100 millones de dólares para su propia plataforma. La desaparición de la aplicación tuvo lugar unos días después, en el punto y final de una empresa que se dedicó a quemar etapas a una velocidad supersónica: un lanzamiento amparado en una enorme campaña de promoción, un primer palo en sus resultados trimestrales, un «recorte voluntario» de salarios ejecutivos y, en sus días crepusculares, un plan de suscripción gratuito con publicidad incorporada, para salvar el barco. «Mejorar la relación con sus clientes de negocios», fase 2 de la mierdificación. Eso fue en agosto de 2020. Para octubre había desaparecido. Seis meses de vida. Aquí tenéis un resumen de lo ocurrido. Jeffrey Katzenberg y Meg Whitman, sus responsables, echan mucha culpa a la pandemia. Pero la basura de series que tenía ocupa el primer puesto de los motivos y no es más parte de un problema mucho más coyuntural al que siguen enfrentándose el resto de servicios: su incapacidad para ofrecer una alternativa viable en un mundo en el que YouTube es, principalmente, gratis.

Del canal oficial de The Band. Gratis. Descansa en paz, Robbie Robertson

HOSTIAS PERO SI NETFLIX HA ANUNCIADO UN PLAN CON PUBLICIDAD. No va a morir mañana. Vale que su deuda acumulada ya asciende a los 14.500 millones de dólares — menos de un 10 por ciento del valor total de la compañía — pero no saben cómo matarla sin llevarse por delante a todas las demás, el reconocimiento implícito del fin de una era, un tsunami de pánico bursátil que arrastraría a cualquier compañía mínimamente asociada a ese modelo de negocio. Porque Netflix es el emblema del sistema actual. Solo se dedica a esto y si se cae, se cae entera. Disney puede cerrar su plataforma y ‘malvivir’ de los parques de atracciones. Apple… pues eso. Netflix no sabe hacer otra cosa. Y es mucho, mucho, exponencialmente, inimaginablemente mucho más grande de lo que Quibi jamás aspiró a ser.

Sucede que, ahora mismo, estamos en terra ignota. Y esto lo dicen ellos. La propia compañía reconoce1 en la última presentación de resultados de junio que el efecto de sus dos decisiones más importantes de los últimos meses, cancelar la compartición (está en la RAE, os lo juro) de claves de acceso y la introducción de este pack ultrabarato con publicidad, todavía está por ver porque han ido dirigidas en primer término a los países con menor poder adquisitivo y un anunciante de Surinam no paga lo mismo que un anunciante de Italia. Es por ello que el jefe financiero de Netflix, Spencer Neumann, reconoció que la compañía todavía está «muy lejos» de recabar el 10 por ciento esperado por publicidad. Y, además, empieza a haber dudas entre los accionistas sobre el impacto a largo plazo de la huelga de guionistas y actores hasta el punto de que a principios de junio se mostraron en contra de la idea de aumentar los bonus a los directivos en medio de la tensión reinante; una decisión que en último término puede ser revertida por la propia junta de dirección de Netflix.

Es territorio desconocido pero no creo que existan muchas dudas sobre el ámbito que está enfatizando Netflix estos días. A los usuarios les restringe la capacidad de compartir sus cuentas mientras que a los negocios les abre un espacio publicitario, con el consiguiente chute de ingresos de cara a su presentación de cuentas del próximo trimestre. Sobre nosotros, sabed que Netflix nos distribuye en tres categorías principales: quienes pagan el servicio, quienes han tomado prestada una cuenta pero eran asiduos, y quienes estaban de prestado pero su atención era esporádica y probablemente no pagarán una cuota mensual cuando descubran que ya no pueden entrar en Netflix. «Habrá que convencerles con títulos que les interesen. Primero queremos ‘convertir’ a los (ex)prestatarios que veíamos más implicados. Más allá de eso, no puedo decir un número», explica el co-CEO de la corporación, Gregory Peters. Mierdificación, fase 2.

Cómo va a morir Netflix, en términos generales, está bastante claro para todos. Cuando no tengamos tiempo de verla, nos llegue un mes el resumen de PayPal y nos demos cuenta de que estamos pagando 12 pavos, 15, 17 al mes por algo que no empleamos porque lo estamos dedicando a otro modelo de entretenimiento más beneficioso para nosotros, por el motivo que sea. Lo mismo dentro de tres años nos encontramos con un Barbenheimer cada semana, un evento, un espectáculo, una nueva panacea. Igual nos convertimos en maníacos de los libros. El número de suscriptores se estancará, intensificarán el modelo de anuncios a sabiendas de que el gasto en publicidad está disminuyendo, anunciarán el colapso, desempolvarán el catálogo y alguien lo comprará de golpe, o varios lo compararán en partes. Nuestro día seguirá teniendo 24 horas y nuestro tiempo de ocio estará ocupado por otro nombre, o el mismo nombre, distinto propietario, posiblemente tras un montante récord… pero no demasiado.

Contemplad. Vuestro tiempo.

Comprar Disney le saldría a Apple aproximadamente por unos 158.000 millones de dólares, pongamos 200.000 si sumamos la deuda de la compañía. Por ponerlo en perspectiva, la adquisición empresarial más costosa ocurrió en 1999, cuando Vodafone adquirió el conglomerado industrial Mannesmann por 183.000 millones (321.500 millones ajustado al cambio actual). Apple tiene un valor de capitalización de mercado de 2,8 billones de dólares y 62.000 millones en efectivo que nunca va a usar, porque nadie sabrá nunca exactamente de dónde saldrá el dinero. Sería largo y legalmente un infierno. Pero podría ocurrir. AT&T compró Warner por un valor que ronda los 100.000 millones de dólares. El valor de mercado de Netflix es 193.000 millones más 14.500 en deuda. Neymar costó 222 millones en un mundo donde el récord era 105. Nadie puede decir que no va a pasar.

Nosotros no sufriremos gran cosa, porque siempre habrá otra opción, y porque nos daremos cuenta de que no tenemos nada que perder si nunca tuvimos nada para empezar.

Es que nadie piensa en los niños

Las cenizas que dejarán a su paso serán a) despidos y b) la idea de la posesión de artefactos culturales 3. La idea de que este libro, esta película este álbum es tuyo, tuyo y nada más que tuyo. Tuya es la voluntad de usarlo, compartirlo, cuidarlo, tirarlo a la basura, de reutilizarlo, de verte los extras o no, de leerte el prólogo o no, de usarlo de pisapapeles, de embadurnarlo en mermelada y metértelo por el culde mandarlo a una biblioteca con las palabras «buen viaje» escritas en la contraportada y mandarlo a correr hasta que sus páginas sean polvo. Y juro que metería el formato digital (no soy tan viejo) de no ser porque Amazon entiende que si tú compras una película de su servicio, no estás comprando LA PELÍCULA. En su lugar, palabras textuales, lo que has comprado es «una licencia limitada por un visionado a voluntad durante un periodo indefinido de tiempo», indefinido en el sentido más estricto de la palabra, es decir, no eterno, sino más bien «hasta que decidamos que desaparezca, como está estipulado en los términos de uso y servicio que no te has leído». Amazon fue demandada por ello. El caso, que os dejo abajo, fue desestimado en 2021. Para más detalles sobre estos términos, esta pieza de Geoffrey Morrison en el NYT.

Hace tres años, Mike Ryan intentó adquirir una copia física de Cocoon, sin éxito. En abril de este año, Netflix puso punto y final a su servicio de envío de DVD. Hace dos semanas, Disney anunció el cese de la distribución de DVD y Blu-Ray en ciertos países, Australia, por ejemplo, por el descenso de las ventas. La distribuidora india Induna cerró sus puertas en marzo, incapaz de competir con las plataformas digitales que finalmente consiguieron lo que la piratería (en INDIA, donde representa pérdidas para la industria estimadas en 3.000 millones de dólares en 2022) nunca pudo lograr: chaparla.

Pero mi caso más notorio de los últimos años ha sido el giro adoptado por Japón en su abandono del formato físico en favor del digital; la ruptura de un principio tan absolutamente consustancial a su modo de comprender la realidad que incluso tenía un síndrome asociado: el de Galápagos, el «desarrollo aislado de un producto ampliamente asequible en todo el mundo». Hasta 2020, en Japón no triunfaba el streaming por el mero hecho de que es Japón y porque los años 90 los ven tecnológicamente (Nintendo, Sega, Sony) como suyos. Ya no. En 2019, la cuota de mercado de los servicios digitales era un mediocre 15%. Este año, la penetración será del 37 por ciento y se espera que llegará al 47,9% en 2027. En un país donde existen 1.900 instancias oficiales que requieren el envío de datos en un formato físico, floppy discs aceptados.

La degradación de la idea de posesión afecta a culturas y afecta a personas, ya sean usuarios o creadores. Olan Rogers, creador de la serie de animación Final Space, en septiembre de 2022. Un mensaje en X, Anteriormente conocida como Twitter, tras conocer que su serie iba a desaparecer del mapa: «Vuestro recuerdo de Final Space será la única prueba de que haya existido jamás a menos que tengáis una copia»

La desaparición de contenidos audiovisuales supone un beneficio para la compañía al introducirlos como pérdidas en su declaración fiscal y al ahorrarse compensaciones financieras a los creadores quienes denunciaban, antes de la huelga, que la mera existencia de sus shows estaba siendo empleada como herramienta de negociación para atraer talento, palabra de Carina Adly MacKenzie, la creadora de Roswell, New Mexico. MacKenzie, a principios de año, denunció en un hilo de Twitter lo ocurrido con su serie como, simplemente, un ejemplo de la pérdida del control que tenían sobre el producto como un instrumento de impulso profesional…

…y un motivo de orgullo personal: «Tú estás viendo ahora lo que yo he hecho». Pero ahora, las dos personas de esa frase han perdido importancia. En la etapa terminal, las compañías asociadas también dejarán de tenerla — poner un anuncio en Amazon es cada vez más caro — y uno podría observar este proceso con sangre fría y felicitarse por la desaparición de un modelo que consideraban depredador hasta que uno contempla los más de 200.000 despidos en el sector en particular, tecnológicas en general, anunciados solo durante los primeros siete meses de 2023. Y puedo lidiar (un poco) con perder el control, puedo lidiar (bastante menos) con perder el contenido sobre el que estoy perdiendo el control, pero lidiar con perder gente me toca soberanamente las narices. Hoy estamos perdiendo las tres cosas a la vez frente a compañías — de los cuasipoliciales términos de uso y servicio de Fandango/Vudu — «cuya autoridad para proveerle a usted de Contenido está sujeta a restricciones».

1 Como siempre, insisto: Netflix, como el resto de plataformas que cotizan en bolsa — o sus compañías «madre» –, está obligada a publicar sus cuentas de resultados. Id a la fuente.

2 Primera persona del plural. En este restaurante estamos todos.

3 Quiero dejar claro aquí que en modo alguno estos párrafos son una defensa o un rechazo encubiertos de la piratería, un tema que trato desde ciertas coincidencias con el porno: «Tú haz lo tuyo, yo haré lo mío, Angela White es un milagro.

Shin Godzilinks

SÍ, HE ESCRITO ESE TÍTULO. YO.

Primero un poco de chapa. Pelis, libros, TV, etc… Enlaces después.

Shin Godzilla, Shin Ultraman y Shin Masked Rider son, por encima de todo, un ejercicio de convicción en tiempos donde esta palabra se vende muy barata. Tres actualizaciones de clásicos del cine y de la TV japonesa, insertados plenamente en la realidad del Japón contemporáneo al tiempo que mantienen la estética de los originales. Lo que parece una limitación al principio acaba siendo un clínic de cómo conseguir que películas de entre 15 y 20 millones de euros parezca que hayan costado tres veces más. Frente a esta avalancha de abusos de la que tendrá conocimiento cualquiera que se haya pasado cinco minutos por Twitter Cine, reconforta algo, no mucho, pero reconforta saber que todavía directores que instruyen a sus artistas de 3D para que se dediquen a trabajar en lo que importa, convencerte, en lugar de romperles el lomo a latigazos para que llenen el plano de mierda hasta rebosar.

De aquí que el efecto en las tres sea el siguiente:

1) «Eso es un tío en un traje de goma»

2) «Será un tío en un traje de goma pero se está cargando una maqueta muy maja»

3) «Eso de ahí no es una maqueta. O sí. O no».

4) «Esto que estoy viendo es real y nada podrá convencerme de lo contrario»

¿Las películas? Vistas seguidas, un viaje cada vez más humano desde el frío procedimental burocrático de Godzilla hasta el alegato antiviolencia de Masked Rider, con Ultraman en el punto medio. La estética puede ser un obstáculo. Completamente de acuerdo. El tema en general puede ser un obstáculo, por mucho que las películas den la bienvenida al espectador como yo, cuyo conocimiento de los mencionados clásicos es más bien poco.

El caso es que vivimos en un mundo en el que ocho de cada diez películas de más de 100 millones de dólares esconden un complejo llamado autorreferencia para escapar de la crítica. «Por favor, no me pegues, me estoy riendo de mi misma», el escudo al que se terminan agarrando a tiempo X todas las de su calaña para que al final alguien termine defendiéndolas como espectáculos inofensivos metarreferenciales postirónicos bla bla bla en lugar del pedazo de basura que realmente son. Si ni ellas mismas se creen lo que están contando, evidentemente, no me lo voy a creer yo. ¿Había que hacer Indiana Jones y el Dial del Destino? Pues claro que no. Indy termina cabalgando hacia el atardecer acompañado de su padre, de Marcus y de Salah. Pero decidme un solo momento, uno solo, en que Harrison Ford se vuelva hacia la cámara, se encoja de hombros, guiñe el ojo y te diga «es lo que hay, pardillos». Estas tampoco. Y podrían haberlo hecho, teniendo en cuenta el material. Podrían haberlo hecho perfectamente. Pero no. Porque creen.

The Flash. Más fea que Picio, además. Pero para gustos como quien dice, colores, así que aquí tenéis berridos en tres distintos.

Dieta de cucadas: Les Combattants, Destino de Caballero y Master Gardener, esta última el tercer CD del gran álbum sobre la soledad masculina que está escribiendo Paul Schrader, después de First Reformed y The Card Counter — excluyendo si acaso Taxi Driver, aunque tampoco créais que tiene mucho sentido hacerlo — y la más optimista con diferencia de todas ellas. No esperéis, como en las anteriores, una trama en firme. Es, como las anteriores, una observación sobre un hombre solo con un diario, completamente adelantado por el mundo, y capacitado para producir tanto amor como dolor podría generar. Me reservo el juicio sobre Misión Imposible: Sentencia Mortal y Spider-Man: A través del Spider-Verso a la espera de ver cómo acaban. Sentencia Mortal, añado, es un título que no se lo ponen ni a una del Seagal de las que echaban en Real Madrid TV.

Mención honorífica: Babylon. Ni mucho menos la catástrofe que he leído por ahí pero es verdad que esas dos supersecuencias iniciales que se comen hora y media de metraje le hacen pupita, por cojonudas que sean. Para cuando quiere empezar a explorar un poco más, ya está acabando. Chazelle es muy muy bueno y consigue tirar del carro escena a escena pero el conjunto no resuena demasiado, en parte porque los personajes casi acaban atropellados por el ritmo y la envergadura de toda esta historia. El caso es que dentro de diez años estaré rezando en la Catedral de Santiago para que hagan una parecida. Véase «Sobre la convicción», al principio del post. Brad Pitt otra vez monumental, por cierto.

En el plano televisivo, Jury Duty, la serie de Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky, los creadores de The Office: una cámara oculta en un juicio donde todos son actores menos un chaval del jurado, cuya vida va a convertirse en una montaña rusa. James Marsden hace de «James Marsden, Cretino Integral» con el empaque que le caracteriza.

Ninguno de los actores había visto antes la animación. Trisha LaFache tiene que escapar de plano porque se está meando viva (0:33)

Quien necesita menos reivindicación, por otro lado, es Timothy Olyphant, inmerso como estoy en la nueva miniserie de Justified y en la nueva serie de Soderbergh, Full Circle, quien a sus 55 años ya tiene el carrerón que estábamos esperando sus fans. Si esta versión hubiera sido el villano de La Jungla 4, quizás otro gallo habría cantado. Por último, también enganchado a Star Trek: Strange New Worlds (me gustó la tercera de Picard, no me va a gustar ésta). La clase de serie que hace un episodio combinado con una versión animada y FUNCIONA. Así de buena es.

Libros: ninguno terminado. Estoy con El Juego de los Abalorios, de Herman Hesse, que me está dando por todos los lados, y una puta maravilla, y que ya tocaba, como es Postguerra: Una historia de Europa desde 1945 de Tony Judt.

¿Juegos? Terminado el Tears of the Kingdom, donde TODO es divertido, y capricho en forma de ordenador nuevo — nada realmente espectacular: dame un sólido rendimiento a 1080 y a tirar — que he usado para reverdecer laureles de juegos que sacaban las costuras a mi antiguo PC. ¿El mejor retorno? El de Prey (2017). Juegarral.

Y algo de música: los Dead & Co., en directo, en el Wrigley Field de Chicago.

Una breve historia: John Mayer, el guitarrista, les descubrió en 2011. Seis años después, les dedicaba esta página en Billboard.

Y, con este descubrimiento, hemos salido ganando todos.

Enlaces

Ellis Rosen

Kris Kristofferson reconforta a Sinéad O’Connor tras ser recibida entre abucheos tras romper la foto del Papa Juan Pablo. La historia, aquí.

Ron Frehm/AP

Kristofferson le dedicó una canción, Sister Sinéad, y comenzaron una relación profesional que perduraría durante años. Aquí, juntos con Help Me Get Me Through the Night

Sabrina Ionescu clava 25 de 27 triples en el concurso de tres del All-Star de la WNBA. Récord histórico en el baloncesto profesional estadounidense.

Otra foto. El especialista Mike Massa, durante la huelga de guionistas y actores.

María Dueñas con la Sinfónica de Viena…

…y Cypress Hill con la Sinfónica de Colorado.

Harrison Ford vio la llegada del Hombre a la Luna con Jacques Demy y Agnès Varda (via)

Después de tres días esnifando cocaína sin parar, Elton John descubre que se ha comprado un vagón de tren y se lo están trayendo dos helicópteros a su casa (via)

Otra foto: Gale Anne Hurd, la productora de Aliens, en el rodaje, sustituyendo a Jenette Goldstein (Vasquez). Suya es la bota en la cabeza del Alien, suya es la pistola que le pega dos tiros en la cabeza. De su Twitter.

El Lower East Side de Nueva York, por Jack Kirby (via)

Para terminar: Metafilter recopila la obra del artista y animador Graham Annable, co-director de The Boxtrolls, co-diseñador del (fenomenal) Puzzle Agent, empleado en las última de Laika y el Pinocho de Del Toro. Cierta vena siniestra. Por lo demás, adorable.

El banquero de Hollywood

tl;dr – Esta es la historia del origen, apogeo y caída en desgracia de la primera era del modelo de financiación cinematográfica conocido como el sistema de «preventas» a través de su creador, el banquero neerlandés Frans J. Afman (1933 – 2011), figura instrumental en el desarrollo de la era del cine independiente que abarcó desde mediados de los 70 a principios de los 90 y de las carreras de dos de las principales estrellas de acción de ese tiempo, Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone, así como partícipe en la emergencia o consolidación de productoras independientes como De Laurentiis Entertaining Group (DEG), Golan/Globus, Carolco, Imagine Films, Merchant Ivory Prods, Morgan Creek o Castle Rock a través de la asistencia financiera de películas como Los Tres Días del Cóndor, Superman II, Terminator 1 y 2, Rambo, Bailando con Lobos, El Nombre de la Rosa, Desafío Total, Los Señores del Acero, Una Habitación con Vistas, Platoon, Cuando Harry encontró a Sally, Carretera al Infierno, La Escalera de Jacob, 70 Minutos para Huir o Instinto Básico. Acaba con la aniquilación, durante la primera mitad de los 90, del histórico estudio Metro-Goldwyn Meyer, ahora subsidiaria de Amazon.

Este artículo ha sido desarrollado a partir del documental El Banquero de Hollywood (2014), dirigido por la hija de Afman, Rozemyn, y disponible en Netflix.


Es 1986. Estás en el Festival de Cannes. Tienes una película pero no la tienes. Tienes un guion, tienes director, tienes actor y tienes un presupuesto estimado. Si te lo has currado muy bien, es incluso posible que actor o director tengan firmado contigo un acuerdo preliminar. Tienes las bases, pero no tienes ni un miserable céntimo. Estás en Cannes porque los bancos estadounidenses de esa época, enormemente cautos ante cualquier proyecto que no proceda de un gran estudio de Hollywood, se niegan a concederte un crédito. Necesitas a Frans J. Afman, director de la división de Entretenimiento del Credit Lyonnais Nederland.

Afman te dirá algo así: usa todo este paquete de guion, actor, director y presupuesto para negociar con distribuidores internacionales, que te van a pagar por poner tu película en los cines a cambio de un porcentaje de beneficios. Si te preguntan de dónde vas a sacar el dinero para hacerla, les dices que Credit Lyonnais Nederland te va a financiar el proyecto. A cambio, Credit Lyonnais te pedirá dos cosas: esos acuerdos de distribución como aval, y una garantía de que vas a terminar la película dentro del límite presupuestario asignado. Una tercera compañía de fianzas se encargará de proteger a todas las partes en el caso de que haya incumplimiento; una garantía destinada en último término a que, de vuelta a EEUU, un gran estudio apueste por la distribución norteamericana de la película a un riesgo enormemente reducido porque, además de lo comentado, Afman jamás te pedirá un porcentaje adicional de los beneficios. Solo la devolución del crédito, con los intereses correspondientes. Para cuando se estrene la película, probablemente estés capacitado para devolver gran parte del mismo merced precisamente a esos acuerdos de distribución. Todo el mundo gana.

Ésta es una explicación supersimplificada de lo que el productor Arnold Kopelson (Platoon, El Fugitivo, Un Día de Furia, Seven) cuenta en este simposio de la Universidad de Loyola, con un importante matiz histórico a destacar: Afman expande, modifica, actualiza y globaliza el esfuerzo inicial del productor — y a la postre su cliente más longevo — Dino De Laurentiis quien, durante finales de los 60, principios de los 70, sentó las bases de este modelo con la imprescindible colaboración del Gobierno italiano.

(Kopelson pone además un ejemplo de ese modelo con el caso de Terminator 2. Carolco, la productora de Mario Kassar y Andrew Vajna, se gastó inicialmente 87,5 millones de dólares en la película — acabaría costando 102 millones de dólares — pero ya había acumulado 91,5 millones en contratos de distribución, repartidos entre 61 millones en mercados internacionales y otros 30,5 en el mercado estadounidense, con los que devolver el dinero al banco)

«No tengo ni la más remota idea de por qué los bancos estadounidenses se niegan a negociar con los productores independientes con los que trabajo», comenta Afman en una entrevista con The Hollywood Reporter en 1985. «Si tuviera que especular, diría que no tienen ni idea del proceso de producción de una película, ni tienen interés en conocer las redes de distribución internacional como las conocemos nosotros». Afman comenta que no es reticente a incrementar un crédito en el caso de un aumento presupuestario inesperado e insiste durante la entrevista en la importancia de la red clientelar establecida en el mercado de Cannes, algo que a los estudios de Hollywood les resulta completamente ajeno.

«Es una cena de Navidad», relata el productor Menahem Golan en una entrevista con el mismo medio. «Y, a diferencia de las mentiras que se cuecen en Hollywood, nosotros sí que solemos producir la mayor parte de las películas que anunciamos. A veces son buenas, a veces no tan buenas. Pero acabamos haciéndolas», dice Golan, la mitad de la insigne Cannon, mientras declara su orgullo por la fantástica El Tren del Infierno, de Andrei Konchalovski, y anuncia para el año siguiente «un verdadero golpe al mercado internacional con Delta Force, protagonizada por las dos estrellas más grandes del mercado fuera de EEUU, como son Chuck Norris y Charles Bronson». Este último acabaría desvinculándose del proyecto, en beneficio de Lee Marvin.

Como muestra de cómo se movía la Cannon por los mercados, os dejo un memorable rollo de proyectos que la productora presentó en el American Film Market de 1986, donde venden, como si fuera Conan, con relámpagos de fondo, letra metalera y música épica a toda tralla, El Rey Lear de Jean-Luc Godard, uno de los colmos experimentales de su director, y eso es decir bastante. En 1979, Golan y Globus adquirieron Cannon por 350.000 dólares ,a 25 céntimos por acción. A finales de 1985, gracias al modelo de financiación de Afman y el Credit Lyonnais Nederland, están al frente de una compañía que cotiza a casi 46 dólares, que rueda más de 20 películas al año, que informa a sus accionistas de beneficios netos de 15 millones de dólares sobre ingresos de 150 millones, cuentan con una videoteca con más de 2.000 títulos y poseen filiales de distribución en seis países.

El rollo de proyectos expone la clase de películas que Afman está financiando: las que Hollywood no quiere hacer. «Si solo existieran producciones de clase A», comentó durante una reunión con ejecutivos cinematográficos en Las Vegas, «quién sabe cómo los exhibidores iban a llenar todas esas pantallas». Este modelo explota en torno a 1980 – 1985, en un momento en el que el gran cine de entretenimiento estadounidense se sustenta sobre dos pilares básicos — Steven Spielberg (ya sea en su faceta de director o productor) y Star Wars –. Ante la imposibilidad de competir, el modelo de preventas ofrece una red de seguridad para las películas de «serie B». En 1982, ni Acorralado ni Conan El Bárbaro entran en el Top 10 de una taquilla estadounidense dominada por E.T. y En Busca del Arca Perdida (Poltergeist, otra producción de Spielberg, está en el noveno puesto). En 1984, mientras Spielberg cuela El Templo Maldito y Gremlins en el top 5, Terminator no llega ni al top 20. Pero ni Acorralado ni Conan ni Terminator arrojaron pérdidas, y ¿por qué sabemos esto? Porque hicieron más. Simple. Es lo que William Goldman llamaba «películas de putas». Coppola no hizo El Padrino Parte II porque la primera parte arrasara en los Oscar. Más bien tuvo lugar porque la primera recaudó en todo el mundo 250 millones de dólares (de 1972; ya no soy muy de usar el ajuste inflacionario pero la cosa sale por 1.800 millones de dólares de hoy en día).

En fin. En 1986, alentado quizás por el Oscar a la Mejor Película que obtuvo Platoon –aunque esto último soy yo cuadrando fechas más que una conjetura en firme –, el Credit Lyonnais Nederland dio un paso adelante y comenzó a caerse por el barranco. En retrospectiva, el principio del fin comenzó cuando la entidad financiera comenzó a adoptar un modelo más corporativo en sus préstamos, cada vez más lejos de los productores independientes, «proyecto a proyecto» y más próximo a las compañías de producción, momento en que comenzaron a observarse ciertas debilidades en sus líneas maestras de financiación. «Necesitaba muy poca documentación para conceder préstamos y los avales, los derechos de distribución internacionales, al final tenían un valor cuestionable», explica un antiguo ejecutivo al L.A. Times en este reportaje de 1991.

Dicho de otra forma: el sistema de financiación de Afman funcionaba a base de conexiones entre amiguetes de cara a producciones puntuales, y en modo alguno estaba capacitado para funcionar en un sistema entre empresas de producción. No es que saltaran de un ecosistema a otro de golpe y porrazo, sino que en un momento dado el Credit Lyonnais y Afman comenzaron a moverse en una zona gris a través de la financiación productores que estaban intentando montar su propia compañía, como Alan Horn y Castle Rock. «Dieron la cara por nosotros cuando nadie quería. Hablamos con varios bancos de EEUU. Nadie quería extendernos un cheque. Ellos sí lo hicieron». Horn acabó ejerciendo como presidente de Warner Bros. y Walt Disney Studios.

A partir de entonces comienzan a juntarse varias cosas: la primera es que Credit Lyonnais empieza a rascarse el bolsillo con tantas ganas — 50 millones para Weintraub Entertainment, 100 millones para Nelson Entertainment — que los reguladores franceses comienzan a mirar con lupa las cuentas de la matriz gala. Desde París, Credit Lyonnais recomienda a su filial neerlandesa que comience a reducir el gasto dedicado a su división de entretenimiento. En 1987, Cannon, volando en las alas de la audacia, se pega un increíble tiro en el pie al gastarse 275 millones de dólares, cinco veces el valor total de la compañía entera, en la adquisición de 300 salas de exhibición propiedad de la británica Thorn EMI; una inversión que deja a la compañía temblando. Finalmente, un año después, Afman deja de trabajar a tiempo completo en el banco para asumir tareas de «asesor». Es a partir de aquí cuando comienza a fraguarse la destrucción de este modelo, en paralelo, paradójicamente, a una cadena de éxitos que ayudaron un poco a esconder el polvo bajo la alfombra, como Robin Hood, Príncipe de los Ladrones, Cowboys de Ciudad o Desafío Total. De todo este párrafo quedáos con lo de la Cannon en particular, porque va a ser la herida abierta que va a aprovechar el hombre que terminó de reventarlo absolutamente todo.

El Oráculo de Orvieto

Giancarlo Parretti

Cuando la gente del Washington Post fue a entrevistar a Giancarlo Parretti en París, allá por 1988, lo primero que hizo el empresario italiano fue entregarles un documento judicial que le exoneraba de dos causas por extorsión abiertas en su contra en Nápoles y Sicilia en 1981 y 1986, sumado a la declaración «quiero dejar claro que mi dinero no procede ni de la Mafia ni del narcotráfico, como dicen por ahí». Parretti adquiere Cannon en 1987 a 11 dólares por acción, una cuarta parte de lo que la compañía, ahora hasta investigada por la Comisión de Mercados y Valores de EEUU, valía en su apogeo, y procede a desmembrarla en una lunática maraña de empresas con sede en Luxemburgo, Ámsterdam, Ginebra, Nassau y Panamá. Estuvo viviendo en España como cónsul de Liberia, allí intentó comprar el pequeño banco Industrial del Tajo, y de paso se cargó Viajes Meliá. Lo mismo os han saltado ya todas las alarmas en lo que a este sujeto se refiere pero, dado el tema que nos ocupa, todo esto es pecata minuta comparado con lo que viene a continuación, porque Parretti tiene sus miras puestas, con ayuda de un préstamo de Credit Lyonnais, en el estudio Metro Goldwyn Mayer.

Si habéis llegado hasta aquí os estaréis preguntando por qué un banco que en aquél entonces se estaba abrochando al cinturón en cuanto a entretenimiento se refiere decide ahora financiar la adquisición de un estudio, la primera respuesta que se me ocurre es que es demasiado bueno como para dejarlo pasar. La segunda es «sobornos». Esta opción implica arrojar una sombra sobre la reputación de Afman, acusado en su momento de recibir dinero en metálico para facilitar la financiación de proyectos, concretamente del productor Bruce McNall durante el Festival de Cannes de 1983, según una declaración jurada de un antiguo empleado del productor y de un testigo ante el Tribunal Superior de California. Afman negó esta acusación y, según todo lo que he podido leer al respecto, no tuvo la más mínima implicación en la catástrofe que Parretti iba a desencadenar sobre la MGM. El abogado y periodista de THR, Schuyler Moore, muy próximo a lo acontecido, asegura que la filial neerlandesa no tuvo nada que ver en todo esto y que se limitó a recibir instrucciones de la entidad madre en París.

El relato más pormenorizado de lo ocurrido lo he encontrado en este artículo de David McClintick y Anne Faircloth para CNN Money en 1996. Voy a intentar resumir el cambalache de la forma más directa posible. Recién salido de sus aventuras en España, Parretti entra en el mundo del cine como productor del film religioso Bernadette. Poseedor de, asegura, una inmensa fortuna, adquiere Cannon y la transforma en el estudio Pathe Communications, con la intención inmediata de dar el gran salto adelante y hacerse el control de MGM, en especial por su cadena de cines y por la inmensa filmoteca de United Artist, más de un millar de títulos, armado con una línea de crédito concedida por Credit Lyonnais, estimada en 1.300 millones de dólares. Parretti empleó el 76 por ciento de esa cantidad, 988 millones de dólares, para lanzar su apuesta por el estudio. Los préstamos fueron realizados sin contratos de por medio ni conocimiento de los inversores.

El principio del fin. Hizo llorar a Juan Pablo II, cuenta la leyenda.

Parretti se hizo con el control de MGM el 1 de noviembre de 1990 para, según el artículo, «saquearlo a conciencia» tras despedir a todos los asesores financieros del estudio, colocar en su lugar a su hija Valentina, de 21 años, al frente de la división de cuentas y obviar las numerosas deudas contraidas por el estudio en el momento de su adquisición. Las primeras demandas llegaron a los pocos meses de la adquisición, en particular un impago de 18 millones de dólares reclamado por el abogado Stephen Crystie en nombre de sus clientes. El estudio comienza a inundarse de impagos a los equipos de las películas que produce. Mickey Rourke y Don Johnson se niegan a filmar un minuto más de Dos Duros sobre Ruedas, ese truño, si no reciben lo que se les debe inmediatamente. Sin liquidez alguna, pronto se retrasa el estreno de Thelma y Louise y de otras 30 películas, según el libro Hollywood y la Mafia, de Tim Adler, en medio de fracaso tras fracaso en taquilla, como Rocky V o 37 Horas Desesperadas. El 17 de junio de 1991, e invocando sus derechos como accionista principal del estudio, Credit Lyonnais expulsó a Parretti de la junta de dirección. Seis meses después de su adquisición.

A lo largo de todo ese tiempo Credit Lyonnais bombeó un total aproximado de 2.000 millones de dólares, contando crédito inicial y subsiguientes para mantener el estudio a flote. De ellos, Parretti se quedó directamente con unos 100 millones. El banco acabó revendiendo el estudio a su anterior propietario, el magnate Kirk Krikorian, en 1996. Parretti intentó dilatar todo lo posible el castigo que finamente acabaría cayendo sobre él en 1999, cuando acabó detenido por las autoridades italianas, tras varios años a la fuga, en su ciudad natal de Orvieto. En 2003 vivía en Roma, por cierto, dedicado a la hostelería y pendiente de una extradición a EEUU. El estudio jamás se sobrepondría a las deudas contraídas o la toxicidad de sus activos a lo largo de los 20 años en los que, recordaba Peter Bart para Variety «siempre parecía o bien listo para renacer o bien en permanente espera». Amazon lo compró en 2022 por 8.500 millones de dólares a cambio de la franquicia Bond, 4.000 títulos de cine, la franquicia Bond, 17.000 episodios de TV y la franquicia Bond, por insistir.

Afman falleció en 2011 a los 77 años de edad. «Quería demostrar», contó cuando se retiró, «que las películas podían financiarse como cualquier otro préstamo, y creo que lo he conseguido». Salió hastiado de la enormidad en la que había degenerado el modelo de preventas, del deterioro de las relaciones clientelares, de la facilidad con la que Credit Lyonnais se comió el órdago de Parretti a pesar de sus advertencias y del aciago futuro que esperaba a las productoras independientes. Cinergi, la sucesora de Carolco, duró seis años para acabar desapareciendo en la segunda mitad de la década de los 90. Castle Rock duraría un poco más, hasta 2002.

Toda esta historia ha abarcado solo siete años.

Golden Balls. Galaxy Brain

La gente del podcast estadounidense Radiolab — Jad Abumrad, Andy Rowe y Robert Kruliwich — ha rescatado hace nada un episodio de 2014 que comenta lo ocurrido hará unos diez, quince años en el momento climático de un concurso de la tele británica llamado Golden Balls. Por abreviar: a la prueba final llegan dos concursantes con un bote acumulado y dos bolas doradas cada uno. En una de ellas pone split (repartir), en la otra steal (robar). Cada uno solo puede elegir una bola y tomar una decisión al respecto. La cosa va así.

  • Dividir / Dividir -> Repartimos el bote y tan amigos.
  • Dividir / Robar -> Quien decide robar se queda con todo el bote.
  • Robar / Robar -> Los dos pierden todo.

Ambos pueden discutir entre sí su decisión.

Y PUEDEN MENTIR.

Es el Dilema del Prisionero, el juego de suma cero, los dos barcos de El Caballero Oscuro. Pero esto sucedió en un contexto real y en una forma absolutamente inesperada. A vuestra derecha, Nick Corrigan. A vuestra izquierda, Ibrahim Hussein.

Ibrahim no lo sabe antes de comenzar pero, a partir del 02.37, su cerebro va a entrar en combustión.

Nick Corrigan jura a Ibrahim Hussein que le va a robar el bote pero jura también que lo repartirá con él al final del programa si Ibrahim Hussein elige repartir, porque entiende es la única forma de que ninguno de los dos pierda.

Aparcad el desenlace un momento y quedémonos con lo que pasa inmediatamente después del órdago.

(Un apunte: si por lo que sea no tenéis la más mínima intención de seguir mi línea de pensamiento, y conociéndome, no os culpo, aquí va un enlace a un artículo de Charlie Masdeu, en Xataka, sobre el mismo tema, otro de la BBC (en español), y aquí un texto de la Universidad de Cornell)

Si Ibrahim cree a Nick, Ibrahim elegirá repartir. Si Ibrahim no cree a Nick, Ibrahim elegirá robar. El caso es que ahora mismo, Ibrahim tiene más posibilidades de recibir dinero al final si elige repartir. Si Nick miente y elige finalmente repartir, los dos llevan dinero en ese mismo instante. Si Ibrahim confía en Nick, repartir implica que perderá ahora, pero lo recibirá después. Porque Nick ha creado un «después», fuera de las reglas del concurso, fuera del espacio televisivo que crea Golden Balls y fuera de la relación a tres que mantienen presentador, concursantes y audiencia.

¿Podría Ibrahim tirar de despecho, creer a Nick, elegir robar y que se jodan los dos? Sip. Claro. Mejor todavía: podría no creer a Nick, elegir robar, y quedárselo todo él. Pero Ibrahim suelta en un momento dado una frase que le dijo su padre: «Un hombre que no mantiene su palabra no vale un duro». No se la está diciendo a Nick, el Concursante. Se la está diciendo a Nick, el tío que se va a repartir el dinero con él. Después. En la vida real.

Nick ha roto el cuarto muro en un concurso de televisión, e Ibrahim le ha acompañado. Y los dos acaban mejor por ello.

Aquí os dejo el enlace original al podcast de Radiolab (recomendadísimo a más no poder), para que lo escuchéis en la plataforma que queráis. O bien aquí abajo, para que le deis al play y a tirar.

Radiolab – The Golden Rule (2014) | Transcripción (en inglés) AQUÍ

BONUS / SPOILER: Hay rupturas del cuarto muro para aburrir pero escribiendo estas líneas me ha vuelto a venir a la cabeza el ejemplo de la maldita Revolver, de Guy Ritchie (2005, quinto año de su matrimonio con Madonna, convertido ya en fiel discípulo de la afición cabalística de su mujer), en la que Jason Statham, justo antes de la escena en la que todo el mundo se imagina que la película va a acabar como acaban las de Statham, va el tío y decide no hacer ABSOLUTAMENTE NADA. Se queda ahí, dejando el tiempo pasar. Literalmente nada. Se niega a seguir con la película, sin reconocer que está en una, y sin hacer nunca partícipe al espectador de su decisión. Hay rupturas, y hay desgarros. Esta peli, opino, es uno de los últimos. Dudo mucho en recomendárosla a no ser que queráis enarbolar una bandera bien gorda en una colina donde morir — la peli es un cacao; no cacao curioso; no cacao interesante: es un cacao-cacao — pero ahí queda.

BONUS 2: Liar Game. Quizás lo conozcáis ya. Va de juegos. A eso de la mitad se monta uno llamado Contraband que hay que seguirlo con una guía. De hecho el manga te hace una. Pero lo que sea por quitaros el mono a la espera de la segunda de El Juego del Calamar.

Por si queréis echar una en casa y sufrir una embolia, de paso.

Calma chicha

Ey. Sigo aquí. Todo bien. Cosas:

  • Una colección con más de 600 dibujos de niños españoles refugiados y desplazados internos de la Guerra Civil, cortesía de la Junta Española de Educación y el Instituto Carnegie de España (via Flashbak)
Residencia Infantil No 1, Onteniente. Juan José Martinez 15 años
Angeles Arnáíz, 14 años, Colonia Infantil de Bayona (Francia)
«Un bombardeo aéreo de las calles de Madrid» José Bernabe, 11 años, Centro Español de Perpignan (Francia)
  • ¿Fans de los extras de las películas en DVD/Bluray? Say no more. Toneladas de ellos en este canal de YouTube. Ej: Tres horas, TRES, de la adaptación al cine de Una Serie de Catastróficas Desdichas. Pinchad en la imagen para verlo en YT, porque este puñetero canal me carga fatal.

(O el making de Russian Ark, la película de Alexander Sokurov rodada en un solo plano secuencia en el Museo del Hermitage. Mismo procedimiento)

  • Daria, la serie mítica de la MTV, restaurada con la música original: es The Daria Restoration Project (MEGA, 33.29 GB, 65 episodios, 2 películas, Full HD) (via)
Crossing The Painted Road Which Extends East From The Philadelphia Museum Of Art, August 1973
Documerica: una macrocolección de imágenes de EEUU, sus ciudades y el medio ambiente durante la década de los 70, recopilada por los Archivos Nacionales de Estados Unidos . Aquí, el resto.
  • Cómo restaurar una película animada de 100 años de antigüedad

  • Aquí uno de mis anuncios favoritos de siempre. Aquí su historia. Aquí la canción.
Volkswagen Cabrio “Milky Way” (2000) – Dir: Jonathan Dayton & Valerie Faris | DP: Lance Accord
  • «We can intuit from this that Nikolai: Was an expert thief , a «Prince of Thieves», was a killer, served three prison terms, was a high-ranking gang member who was a murderer, possibly celebrated a teenage birthday in prison, possibly had a drug addiction, was a thief from his early days, is now a “thief-in-law”, an alpha dog of the underworld, now bows to no one, was in a prison in St. Petersburg, (and) in a prison in the north, where the strictest prisons are located for the most notorious murderers and thieves»Un estudio de todos los tatuajes de Viggo Mortensen en Promesas del Este.
  • «Badalamenti’s MIDI notation for «Laura Palmer’s Theme» looked just like Twin Peaks» (via)
  • Una colección de fotos restauradas del viaje del Apolo 17 a la Luna (via)
  • Un grupo de héroes actualiza anualmente el Sensible World of Soccer (estadios, plantillas, soporte HD, comentarios, etc…). Hace falta el juego original (en Archive.org).
Ese muro de contención Tchouaméni-Valverde habría venido bien contra el City, Carlo. CARLO.
  • Setenta años de cine y de vida de nuestra protagonista, contados en cinco historias no lineales, a veces codo con codo, a veces contenidas entre ellas, comunicadas en cinco estilos distintos, configuradas a medio camino entre el azar y la decisión del jugador. Del espectador. De ambas cosas. Podéis tener suerte y llegar de manera relativamente orgánica al clip que lo resuelve todo, podéis encontrároslo de bruces y veros obligados a retroceder para rellenar los huecos, podéis no encontrarlo nunca. Immortality asume la idea de que cualquier relato es frágil, incompleto, elusivo, decepcionante, frustrante y nunca terminarás de conocerlo en absoluto. Immortality está dispuesto a pagar el precio de su mecanismo: emocionalmente, puede ser muy, muy, muy distante. Buscad, leed y si os atrae — las pelotas como campanas de atreverse con Powell y Pressburger ya vale tres pavos de los 20 que cuesta — pilladlo. PC (GOG, Steam) | Xbox | iOS | Netflix

Bonus: Entrevista en YouTube con su director, Sam Barlow, cortesía de No Clip.

¿Necesitáis más? Signalis, Iron Lung, Pentiment, The Friends of Ringo Ishikawa, Chained Echoes, Opus: Echo of Starsong, DANGANRONPA (yeah), NORCO, Prodeus, Gerda: A Flame in Winter, Entropy: Zero 2, VAMPIRE SURVIVORS (fuck yeah), With Those Who Love Alive (gratis, aquí), One Last Game (gratis, aquí), Corru.observer (gratis, todavía incompleto, aquí).

Ah, Elden Ring finiquitado. 230 horas. Sin convocatorias, sin aliados, sin magias. Solo yo, el Colmillo del Sabueso, y mi inutilidad absoluta. Enamorado absolutamente de la mayor parte de este juego, uno que dedica muchísimo tiempo a premiar, en lugar de mi cabezonería, mi curiosidad, y que recompensa a partes iguales la perseverancia y la exploración, por mucho que la posibilidad de llegar a cualquier parte de este mundo abierto reste el misterio que escondían en sus juegos previos aquellos fondos sin fin que nunca podíamos alcanzar. Es una lástima que las tres áreas finales manden un poco a la mierda esa premisa y devuelvan el juego a sus bases históricas. Elimina tu gran herramienta de exploración (el caballo) y comienza a introducir jefes por aplastamiento. Volvemos a apretar los dientes y a morir en la orilla. Ha quedado más ofensivo de lo que realmente es: honestamente, no puedo culpar a un grupo de desarrolladores por haber estirado sus límites durante un considerable periodo de tiempo para acabar rematando la faena regresando a lo que mejor saben. Muy, muy, muy bien. Y agotador. No sé cuántos de estos me quedan ya en la recámara. Mi corazón tiene un límite.

AfroSenju XL, perdiendo la chaveta por completo. Este es el segundo vídeo de cuatro.

(Anexo: Malenia, Blade of Miquella, and she’s never known defeat: cuatro días de partidas, 23 horas de tiempo de juego, ciento cincuenta lágrimas. En esas 23 horas hay dos en particular, a medio camino, en las que estás a punto de inclinar la balanza a tu favor, te relajas, y ganas la suficiente presencia mental para darte cuenta de que llevas diez minutos de combate sin tregua, cruzando espadazos, huyendo como una perra, entrando a saco, retrocediendo de nuevo para volver a rodearos antes de embestir una vez más. Es un baile y es el momento culminante de este juegarral. Si entra alguien en la habitación y me ve en ese momento, se cree que que está ante un semidios pegado a un mando, una de las grandes virtudes de estos juegos que rara vez he leído abiertamente de un tiempo a esta parte. Te hacen creer que eres la hostia. Y el diseño es espectacular. Me hecho una camiseta de esta tía).

  • Podcasts. Primero, ficción, con una clara inclinación hacia la sci-fi / terror: Wolf 359, The Magnus Archives, I Am in Eskew, Wooden Overcoats, Imaginary Advice, Dust. Fans de Marvel/DC: están haciendo cosas chulísimas en este ámbito con la ayuda de impresionantes repartos de voces. Ejemplos: Batman Unburied (Winston Duke como Batman es una pasada, más Gina Rodriguez, Jason Isaacs, Lance Reddick, Sam Witwer y John Rhys-Davies y Marvel’s Wastelanders (una saga de seis series con Timothy Busfield, Susan Sarandon, Dylan Baker, Chris Eliott, Stephen Lang, Vanessa Williams, Sasha Lane, Michael Imperioli, Justin Kirk, Robert Patrick como Lobezno en particular y John Hawkes). Por la parte de entrevistas, y concretamente centrados en el mundo del cine y la TV: Inside of You, con Michael Rosenbaum (el Lex Luthor de Smallville), Life is Short, con Justin Long y Dead Eyes, con Connor Ratliff.

William Fichtner y Kim Coates, tesoros nacionales (¡han hecho una peli juntos!).

  • Mi película favorita de los últimos 12 meses comenzó a gestarse en 1990. Y Tár debería haber ganado el Oscar, imho.

Más (enlaces a sus tráilers, en la medida de lo posible): Love Exposure, The Northman, Sick*, La Bella Mentirosa, Bull, The Bad Guys, Thomasine Bushrod, Pacifiction, John Wick 4, (mejor que la 3, peor que la 2, mira que está medianamente bien estructurada pero tres horas son casi inaguantables), La Belleza y el Dolor, Un Corazón en Invierno, Night Ride, Something in the Dirt, Bullet Train, Vesper, Deadstream, Emily the Criminal, The Black Phone, Coup de Torchon, el combo Maika Monroe que es Watcher / Significant Other, Confess, Fletch**; We’re All Going to the World’s Fair, Saloum, Skinamarink***

*La mejor película de terror en plan Scream que he visto… desde Scream. No tanto por el guion de Williamson, sino por tratarse de, como lo hizo en su día Wes Craven, una lección de cómo mover una cámara, cortesía de John Hyams y su equipo.

** La escena más divertida que he visto desde el último post involucra a Jon Hamm y a Annie Mumolo. La segunda involucra a Kyle MacLachlan bailando bakalao. Perdón. EDM.

**(¿Dudáis con Skinamarink? Va una ayuda con Heck, corto previo de su director, Kyle Edward Ball. Media horita, mismos fundamentos)

  • Series: Probablemente entre Barry y Makanai, La Cocinera de las Maiko, anda la cosa. No me olvido de Corea del Sur: escribo esto con Black Knight a medias, donde se les ha ocurrido juntar Death Stranding con Mad Max a ver qué pasa. Y pasa), ni de Succession — gracias de corazón por no estirarse, porque de un tiempo a esta parte ya estaba comenzando a quemarse en su propio jugo, y por clavar el final –, ni de Pen15, ni de Kamen Rider: Black Sun, ni de Sherwood, ni de Inseparables, ni de Rabbit Hole — un placer ver a Kiefer Sutherland sacando a relucir su sentido del humor, y pareja dinamita con Charles Dance — ni de Copenhague Cowboys. Ni de la gozada que ha sido volver a ver una mítica de mi infancia como era China Beach o entrar de cabeza por tercera vez a ver Mad Men, las dos últimas con una lesión de rodilla encima, absurdo esto.
Una playlist en Spotify de la mayor parte de las canciones de la serie. Casi 200, incluida la del título: Reflections, de Diana Ross.

Pero al final son Barry (HBO. O Max. O lo que sea) y Makanai (Netflix). Por muchos motivos que tenía escritos pero que se pueden resumir brevemente de esta forma. La primera intenta ser mil cosas, aunque mis momentos favoritos llegan en torno al final de la tercera temporada, cuando se convierte en una mezcla de terror casi, casi, sobrenatural y drama postbélico sobre la naturaleza del Mal, mientras que la segunda cae por su propio peso desde el minuto uno, y podría durar una temporada, como podría durar mil, de lo plácida (y absolutamente compasiva) que resulta. La dos están en las absolutas antípodas, estética y moralmente. Las dos me funcionan. El escenario televisivo cubre ahora un espectro más amplio que nunca. La solución es buscar más, buscar mejor, y encontrarás lo que necesitas o, mejor aún, lo que no sabías que necesitabas.

No queréis saber lo que están mirando. De verdad que no.

Esta última idea rebosa optimismo y augura un futuro todavía más prometedor, si bien queda un poco enturbiada por el nimio detalle de que las 11.500 personas afiliadas al gremio de guionistas de Estados Unidos (el WGA) se encuentran ahora mismo en su quinta semana de huelga debido, a muy grandes rasgos, a que a la dirección del sistema de contenidos audiovisuales existente desde la incorporación de las grandes tecnológicas al negocio ha terminado por exacerbar las características más nocivas de sus predecesores y, si antes eran dos, ahora les importan tres cojones sus escritores, tres cojones sus actores, tres cojones sus directores, tres cojones los equipos y tres cojones tú — tú quizás un poco menos, porque vas a pagar tu cuota y, casi más importante, a retuitear a Jenna Ortega haciendo el canelo en Wednesday hasta que te hagas un esguince en el dedo de tanto hacer clic –. Josef Adalian y Lane Brown han sacado esta semana un apocalíptico compendio de decenas de entrevistas a profesionales de la industria que describen un escenario de ruina económica latente que va a estallar en el momento en que alguien se atreva a mirar los libros de cuentas, infectado por la profusión de «creadores» sin el menor conocimiento del flujo real de trabajo que comporta una producción, marinado en un caldo de inseguridad comparable a la criptomoneda en términos estructurales, o así lo entiende Steven Soderbergh, y culturalmente dirigido a la polarización entre series de prestigio y mierda más peligrosa que el grafito de un reactor. Ejecutivos e intermediarios contrarios a las razones de la huelga (estos últimos agentes) esgrimen que «el modelo actual ha cambiado» (por ciencia infusa, como si no lo hubieran cambiado ellos) y describen a los huelguistas como unos inadaptados incapaces de comprender que resultan beneficiados por un sistema de «riesgo cero» propuesto desde arriba, y en el que cobras un fijo por tu trabajo y por tus ideas, a cambio de despedirte de tu porción correspondiente sobre sus beneficios a medio-largo plazo porque total 50 pavos al mes no cambian la vida a nadie cuando lo mismo te pagan la factura mensual de la luz. Tomáos estos comentarios como queráis, pero si hay un texto, uno, inapelable para explicar por qué está sucediendo esto, es la tabla de propuestas y contrapropuestas publicada por el WGA como justificación para la declaración de la huelga. Os ofrecería el acta de negociación correspondiente de la otra parte, la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP), pero no lo han publicado. La última actualización de sus comunicados data de 2017. Han descartado sumariamente la petición de la WGA para que les presenten los datos de visualizaciones. Porque esto de la transparencia se la suda.

(También ronda un principio de acuerdo entre la AMPTP y el gremio de directores, el DGA. Parece que han pasado por el aro y están a punto de votar su aprobación final, si no lo han hecho ya. El empleo de los directores, inmediatos beneficiados de la presión efectuada por los huelguistas, como cuña de fragmentación es una táctica a la que ya recurrió la AMPTP en 2017. Más allá de la erosión a nivel de relaciones personales entre directores y guionistas que provocan esta clase de comportamientos, algunos integrantes del DGA han visto las orejas al lobo conscientes de que en último término pueden ser tan prescindibles como sus compañeros, y se han negado a firmar por motivos objetivos: Steven DeKnight expone claramente sus razones en este hilo)

* Volviendo al tema inicial, bastantes esperanzas depositadas en los retornos de The Lazarus Project y Outer Range, pero ya me he llevado chascos con las segundas de From y Yellowjackets. Así que cautela.

  • Libros: Poquísimo, pero poquísimo de ficción, algo a subsanar inmediatamente en los próximos meses. Eso sí, tenía que caer Heat 2, superamena. Por encima de todo, es una especie de vista panorámica conceptual de la carrera de acción de Michael Mann, desde el policíaco sucio de Ladrón hasta el exotismo de Corrupción en Miami pasando por la devoción por la tecnología que vimos en Blackhat. Y muy elegante a la hora de atar los cabos: el villano de la historia sirve como eje de la parte precuela y la parte secuela, esta última muy centrada en Shiherlis y en sus locas, locas aventuras como contratista de seguridad en Paraguay. Vulture hace aquí un repaso más pormenorizado, con ligeros spoilers, si queréis saber más.

Más libros: A People’s History of the French Revolution, de Eric Hazan; An Inmense World, de Ed Yong; Valis, de Philip K. Dick; Chip War, de Chris Miller, Open, de Andre Agassi y J.R. Moehringer, Trampling out the Vintage: Cesar Chavez and the Two Souls of the United Farm Workers, de Frank Bardacke; El Cero y el Infinito, de Arthur Koestler, How Music Works, de David Byrne, The Wager, de David Grann; Infinite Powers, de Steven Strogatz, The Tao of Physics, de Fritjof Capra.

(Dos de cine: Walking with Ghosts, las preciosas memorias del gran Gabriel Byrne, y Blade Runners, Deer Hunters and Blowing the Bloody Doors Off, del productor Michael Deeley. No duda en meterse a fondo en el tajo que comporta financiar una peli, cree que Blade Runner es la mejor película que ha producido jamás y todo lo que ha dicho alguna vez Michael Cimino sobre El Cazador es mentira: «embustero patológico» es la descripción más amable que le dedica Deeley en todo el libro. «A día de hoy, lo único que me repatea de ver mi Oscar es que también lleva grabado el nombre de ese individuo».

  • Comics: Enganchado a Immortal Sergeant: Policiaco de colegas entre padre detective e hijo diseñador de Tamagotchis, con la fricción de que el padre queda un poco a la derecha de Alfredo Landa en Lleno, Por Favor (que su ex mujer haya salido del armario y viva con una hippie no ayuda) y el hijo es un soy boy de aúpa en crisis de la mediana edad / traumatizado por este elemento (Daniel Radcliffe MATARÍA en este papel), ambos a la caza y captura del asesino de una niña, bajando la frontera con México. Es una premisa gruesa como ancho es el Sáhara pero esto viene de la mano de Joe Kelly y Ken Niimura (I Kill Giants), así que tiene momentos bastante tiernos salpicados sobre una base de racismo casual y homofobia galopante.

Más: Do a Powerbomb, de Daniel Warren Johnson y Mike Spicer; Temudjin de Antoine Ozanam y Antoine Carrion, Moonshadow, de J.M. DeMatteis y Jon J. Muth, Catwoman: Lonely City, de Cliff Chiang, You Should Have Killed Me When You Had the Chance, de Kyle Baker; Mind MGMT, de Matt Kindt; Boxers & Saints, de Gene Luen Yang y It’s Lonely at the Center of the Earth, de Zoe Thorogood.

Playlist para terminar. Ale. A bailar. Hasta la próxima.

El año de escribir absolutamente nada

Hará como un par de semanas recibí un correo de WordPress en el que se me informaba sin vaselina de que he pagado 96 pavos por mantener abierto este blog un año más, casi exactamente el mismo tiempo que llevaba sin escribir aquí. Me quedé bastante ojiplático, no por la factura en sí, sino por lo mucho que me había olvidado de que existía esta página. Nunca concebí MHQLH como un proyecto a largo plazo, sino más bien como un repositorio de artículos antiguos que escribí en Las Horas Perdidas, salpicados de enlaces y temas extracinematográficos, y como un amortiguador de la breve agonía y parón en seco que fue el cierre de la web. Una tercera parte de almacén de reserva semiprescindible– dado que los artículos originales siguen en la web –, una tercera parte de experimento, una tercera parte de metadona. En retrospectiva, creo que cumplió bastante bien todos estos propósitos. Así que despedida y cierre. Hasta que 96 pavos, doce meses de prórroga. Suficiente dinero como para sacarle un poco más de partido. Eso o darme cabezazos contra la pared, por horrible gestor de mi patrimonio personal, por llamarlo de alguna forma.

Así pues, qué hay aquí. Algo de mí, algo de películas, algo de televisión, algo de música, algo de cómics, algo de juegos algo de libros. No tengo Twitter activo ni red social alguna, ni tampoco mucho interés en promocionar este post, por muy antiintuitivo que pudiera parecer. Lo hago simplemente por una mera cuestión de rendimiento — y un poquito por la curiosidad de saber qué impacto tiene realmente WordPress como plataforma de difusión, dada como es a post largos (como va a ser este, voy a avisando) y alejada de la inmediatez predominante.

Yo estoy bien. Trabajo, salud, amigos, familia: todo check. Canto en los dientes. No creo en el karma, pero si 2022 termina con una lluvia de pianos sobre mi cabeza cambiaré de opinión. Yo estoy bien y espero que vosotros lo estéis, y simplemente terminar esta introducción diciendo que si en un momento dado experimentáis brotes agudos de urticaria, mareos, gases, diarreas o sensación de congestión y ahogo esporádicos de manera simultánea quizás está relacionado con la presencia de este pequeño cabrón y convendría un chute nuclear de antibióticos inmediatamente porque no, esto no ha sido «una indigestión del jamón york éste que me comí raro y se pasa en dos días». Creedme.

PELÍCULAS

Una por encima de todas y su nombre es una auténtica bocanada de aire. Se llama Preparativos para pasar juntos un periodo desconocido de tiempo, de Lili Horvát. La trama: neurocirujana húngara conoce a colega durante un simposio en el extranjero. Surge una conexión lo suficientemente importante como para quedar para volver a verse de retorno a su país. Cuando vuelven a verse las caras, él no la recuerda. Ella, absoluto genio en lo suyo, introspectiva, vulnerable, hermética, decide dar un salto de fe y realizar una nueva aproximación para comprender, por lo menos, los motivos de esta amnesia — y a su edad, terminar de comprender cómo funciona esta cosa de las «relaciones humanas» — . Y es, como el desempeño de su trabajo, tan mesurado y elegante su acercamiento que un romance que parecía muerto amaga con renacer, principio para él, segundo acto para ella, y lo que parecía un misterio distante al principio se convierte en un ejercicio de detalles apasionante hasta el punto de que verles juntos por cada lado de una acera, en silencio y dedicándose media sonrisa de soslayo quita. El. Puñetero. Aliento. Es una de estas películas rara avis que son profundamente líricas sin necesidad de vociferarlo. Le sale natural. No se me ocurre mejor elogio. Calibre Breve Encuentro o Antes del Atardecer. Juro que no estoy de coña.

Más películas:

Algunas a bote pronto, otras fruto de refrescar la memoria, y con enlaces a su página de IMDb. The Humans, de Stephen Karam, y The Innocents son las dos primeras que me vienen a la cabeza. La primera se presenta como «drama familiar-crepuscular-elevado con posibilidades de Oscar» o como se diga ahora pero entre líneas es una película de terror bastante angustiosa que enfrenta a un apesadumbrado padre de familia, Richard Jenkins, contra un cochambroso dúplex del Lower East Side neoyorquino plagado de misteriosos ruiditos, paredes descorchadas, luces moribundas, goteras, puertas atascadas y vecinos desenfocados. La película llama la atención sobre estos incómodos detalles con una insistencia cada vez mayor hasta culminar en 15 minutos finales más tensos que una visita al dentista. Me da reparo enlazar el tráiler porque es espantoso. The Innocents, por otro lado, es una mezcla de Déjame Entrar meets Los Nuevos Mutantes de la mano de Eskel Vogt, el guionista de Thelma. Como la anterior, usa los poderes de sus jóvenes protagonistas como expresión de los traumas propios de esos años, pero si Thelma se amparaba en un romance, The Innocents abraza más el misterio, el suspense y el terror hasta culminar en una batalla del Bien contra el Mal que nunca debería haber tenido lugar, por desgracia para el supuesto supervillano de la historia, por dos motivos sobre los que os aviso aquí y ahora: escenas de maltrato infantil y crueldad animal. Id con cuidado.

Al hilo de películas monumentales, me puse recientemente al día con El Viajante, de Asghar Farhadi. No vale la pena redundar mucho en las capacidades de alguien del que me parece que lleva opositando desde hace más de una década a mejor director vivo del planeta. Me pregunto si el tío — como los Dardenne — se da cuenta de lo condenadamente difícil que es hacer lo que hace. Sirva lo mismo para Benedetta, de Verhoeven, que necesitaría de un post entero al margen. Si comento que no es ni rematadamente la exhibición de soft porno que esperaba como agua de mayo temía no va a iluminaros gran cosa. Si digo que me pareció una mezcla entre El Ala Oeste de la Casa Blanca y La Casa de Bernarda Alba solo os va a liar más. Simplemente: es una película que no deja de lanzar ideas extremadamente articuladas sobre mujeres, política, Dios, religión y los diferentes aspectos del deseo (desde el fervor hasta la lujuria, pasando por la ambición) que distorsionan todo lo anteriormente mencionado. Porque al final, todos somos humanos y Sus caminos son inescrotables. Inescrutables.

Ah. Barbarroja puede haberse convertido en mi película favorita de Kurosawa. Ahí ahí con El Infierno del Odio.

Más que me saltan en el radar de ayer y hoy, algunas nuevas, otras no: The Novice, de Lauren Hadaway, una suerte de Black Swan ambientada en el mundo del remo femenino con Isabelle Fuhrman; la scifi malrrollera de Undergods, de Chino Moya– y, por insistir con el terror: Anything for Jackson, A Dark Song, Malignant, Blood Quantum y No One Gets Out Alive –, siguiendo con el enésimo ejemplo de que a los australianos no les sale un thriller malo ni intentándolo que es The Dry, con Eric Bana; Synchronic o The Card Counter, de Paul Schrader (cuya banda sonora prácticamente he agotado en Spotify).

Meto también el gótico americano noventero con vampiros The Reflecting Skin, de Philip Ridley; el fantástico western que es Let Him Go, por el que Diane Lane recogió el segundo Oscar Simbólico a la Mejor Actriz de su carrera; Alphabet City (el GTA Vice City hecho película); El Padre (mi favorita de los Oscar del año pasado), Old Henry, The Nest, Spontaneous, The White Tiger, el combo El Último Duelo / La Casa Gucci, Night of the Kings, Mass (Jason Isaacs es un pedazo de actor y la película es un ejemplo de cine cristiano sin ánimo proselitista), Angel’s Egg, Ley 627

…(También está Symbol, de Hitoshi Matsumoto. Si alguien avezado en cine japonés lee esto, seguro que está sonriendo ahora mismo)

…Y por ir terminando y ya completamente cazándolas al vuelo: La carta que no se envió (una de las más grandes pelis de aventuras E-V-E-R), El Sirviente, La trilogía de El Anillo de los Nibelungos de Fritz Lang, la trilogía de Lindsay Anderson / Malcolm McDowell que conforman …If, O Lucky Man y Britannia Hospital; la también trilogía de La Condición Humana de Masaki Kobayashi, la adaptación de Ace Attorney dirigida por Takashi Miike, El Almuerzo Desnudo o el fantástico, FANTÁSTICO combo de cine negro noventero que conforman Phoenix y Ajuste de Cuentas (que han perdido cero desde que las vi por vez primera). También volví a Buñuel. Algunos Greatest Hits. Nazarín. Viridiana. Ese Oscuro Objeto de Deseo. Y, por encima de todas ellas y en mi modesta opinión, El Ángel Exterminador y El Discreto Encanto de la Burguesía.

Menciones especiales: dos. Una para Mary Elizabeth Winstead en Kate, tan por encima de la película que ni siquiera es gracioso. Esta mujer es pura dinamita y cómo demonios no estamos hablando de una superestrella en 2022 es algo que se me escapa a las entendederas. La segunda es para una de mis sorpresas del año: The King’s Man, mi preferida de la trilogía por una distancia considerable. Hay algo que me asombra de Matthew Vaughn: le veo más cómodo cuanto más contenido maneja y esta película, un recorrido entero por la I Guerra Mundial, va sobrada en este aspecto. Simplemente no para. Siempre está contando cosas. Siempre está progresando hacia algo, con pies ligeros pero sin abrumar. Sabe cuándo meter el montaje, sabe cómo limitar al mínimo la exposición y sabe cuándo dejar que los giros de guion (y hay algunos que parten cuellos) se asienten lo suficiente en el recuerdo. Es un puntito más ligera que sus precedesoras y el humor le sale un poco más natural — y para mí, que he sufrido a veces con el modo cómico de Vaughn y siempre he preferido la versión amable y piadosa de Mark Millar, me resulta muchísimo más digerible –. Es verdad que parece un abuso de ordenador en algunas ocasiones pero aquí sí que no hay tutía: hablamos de una película que abarca una barbaridad y un enfoque más práctico se habría traducido en un presupuesto del tamaño del PIB de Italia. Y sobre todo me llena de orgullo y felicidad el hecho de que Ralph Fiennes sea el protagonista indiscutible de la película en un papel puramente aventurero que le llega 15 años tarde, mínimo.

En definitiva, me parece lo mejor que ha hecho Vaughn desde X-Men: First Class. Y no he visto peleas mejores — cortesía del tristemente fallecido Brad Allen, antiguo integante del equipo de especialistas de Jackie Chan — esta temporada.

PD: Mis rituales anuales Jungla de Cristal, Señor de los Anillos, Master and Commander, Indiana Jones, Depredador, Arma Letal, etc… siguen vivos y bien. La hasta ahora última incorporación, Matt Damon es: El Marciano (todavía mi película de ciencia-ficción favorita de los últimos 15 años), recibe con los brazos abiertos a la nueva recién nacida de este club: Spider-Man: Into the Spider-Verse. Tengo el libro de arte de la peli, he visto making hasta que se me han caído los ojos, me he leído hasta el último artículo y de verdad: sigo sin saber cómo demonios está hecha esta maldita película. Magia vudú o algo.


TV

Recuperar la monumental Generation Kill ha sido la mejor idea televisiva que se me ha ocurrido en todos estos meses por mil y un motivos. Por destacar uno: recordar lo mucho que me gustan las miniseries, un formato amplio pero limitado, que disfruto con la sensación de que estoy viendo una gran historia que va a tener fin. Muchas de las series que voy a poner aquí pertenecen a este modelo y se me ocurren muy poquitas excepciones, como Succession, Euphoria o Raised by Wolves, sobre las que planea la amenaza bien del agotamiento — en el caso de las dos primeras, algo que va a acabar perjudicándolas tarde o temprano –, o de la cancelación inmediata por cabraloca / realmente no las ve ni Perri, caso de la última. Me fastidia un poco la experiencia. No se me ocurre mejor ejemplo que El Exorcista, la adaptación televisiva de la Fox, ahora desaparecida de la parrilla, y en particular su casi fantástica segunda temporada, donde la tensión de su historia principal*, un exorcismo en un albergue juvenil asolado por demonio convertido en asesino en serie, se ve constantemente boicoteada por las repentinas incursiones de su Gran Trama a Largo Plazo; completamente disociada de la narración hasta que acaba insertada en el último episodio con un calzador bajo la promesa de un millón de nuevas pregunCANCELADA.

*No me cansaré de repetir, hasta el día que me vaya a la tumba, lo condenadamente buena que es Alicia Witt.

Un caso particular es How to with John Wilson, que por su propia naturaleza no necesita tener un final y ahora mismo espero que no llegue nunca. Habréis leído algo ya sobre ella a estas alturas: estudios sobre lo mundano que, en un momento dado, encuentran un aspecto particularmente absurdo del que se dedican a tirar y tirar y tirar hasta meterte en un agujero negro de horror del que te saca antes de que des cuenta del meneo que te ha dado. Divertidísima en su concepto, divertidísima en su estilo, lleno a rebosar de imágenes puntuales de Nueva York que se transforman en descacharrantes metáforas de las ideas que te cuenta su protagonista, quien parece estar siempre en el momento perfecto, en el lugar idóneo.

Por supuesto que le han metido la música de Twin Peaks. Por supuesto.

También he estado bastante entregado a Corea del Sur, comenzando por El Juego del Calamar, evidentemente; una idea que ya he visto en ocasiones anteriores con menor éxito popular. Creo que su tema principal, la pobreza, tiene bastante que ver con el hecho de que haya sido ésta, y no otra de su tribu, la que haya calado en el imaginario colectivo. Por lo demás, Extracurricular. Mi Nombre. Vincenzo. Facultad de Derecho. Somos Muy Guapos y Nos Gustamos, ver. 13.2.5. Y las que me deje en el tintero. Todas a la yugular desde el minuto uno. Son auténticas bestias de sinopsis. Soy productor, llaman a mi despacho, me dice que «vienen de Corea del Sur con dos líneas de argumento» y se lo compro antes de que crucen la puerta. Incluso Infierno de Solteros me estoy tragando. Veo de todas formas cierto problema: son ganchos tan potentes que las series que menos me gustan se quedan en eso, en ganchos. De cualquier manera, entre series, música y Parasite, creo que estos últimos meses se han distinguido por la consolidación de la idea de que a Estados Unidos le ha salido su mayor competidor en décadas del espacio audiovisual. Molaría abundar en este tema y discernir sus cien y un matices, pero una de las ventajas de no estar escribiendo ya en Las Horas es que puedo decir con toda tranquilidad y una sonrisa en la cara que eso no va a ocurrir a corto plazo por la sencilla razón de que no me sale de los cojones. No obstante, hablando puramente en términos generales y perdón de antemano por esta simplificación aberrante, veo a Corea del Sur como un «rival» más potente, creo yo, que el frenesí chino de principios de los años 2000, gracias a las oportunidades de globalización que ofrecen las plataformas y a la mayor proximidad que guardan ambas culturas, en particular en los ámbitos comercial e ideológico, en comparación a lo ofrecido con Pekín.

Fuera de Seúl y alrededores: por encima de todo el retorno a un clásico de la televisión británica como es Our Friends in the North (Daniel Craig, Mark Strong, Christopher Eccleston y Gina McKee. Va de décadas de vida de un grupo de amigos pero por encima de todo vuelvo a repetir: Daniel Craig, Mark Strong, Christopher Eccleston y Gina McKee), Calls, Alice in Borderland, Lonesome Dove, Shadowplay, The North Water (género histórico-cafre en un ballenero con un Colin Farrell al nivel TOP que viene exhibiendo desde hace unos cuantos años ya), I Am The Night (algo estirada, pero casi imprescindible para fans de la crónica negra, mística, de Los Ángeles, y en la que Chris Pine está absolutamente fantástico) o mi Mike Flanagan favorito, Misa de Medianoche, una película estirada sin rubor alguno a serie donde todo el relleno ha ido a parar a… a los personajes. Puedo decir lo que quiera de algunas de sus películas, pero este tío tiene el corazón en su sitio. Mención especial para Brand New Cherry Flavor simplemente por Rosa Salazar (aunque creo que se cae un poco al final; casi os recomendaría mejor Room 104). También revista A Golpe de Bisturí, que sigue pareciéndome de lo mejor de Ryan Murphy por distancia sideral. Y parte de Luck, la serie maldita de Michael Mann y David Milch, al frente de un primer episodio en el que convierte a los caballos de carreras protagonistas en Ferraris. La he dejado temporalmente a medias porque el resto de la serie, simplemente, no puede competir con un episodio que entra en lo nunca visto en audiovisual sobre competiciones deportivas.

Una última mención especial para Dopesick, de la que no pude terminarme ni el primer episodio. La, más que crisis, tragedia criminal de los opiáceos en Estados Unidos es un tema con el que he trabajado en mi curro y no quiero abundar en él más de lo necesario. Quince minutos son suficientes para entrever las intenciones de la serie: educar. Compensa sus (pocos) excesos melodramáticos. Cogieron a comunidades enteras de trabajadores deslomados temerosos de Dios, los arruinaron, violaron a sus hijas, y finalmente asesinaron a todos. Mataron a tanta gente que la expectativa nacional de vida cayó una décima.

Algo de anime:

OddTaxi; Vivy: Fluorite Eye’s Song (ésta, una épica de ciencia ficción que abarca un siglo aproximadamente, me ha encantado particularmente); Sonny Boy; Komi-san no puede comunicarse y el acabose en forma de sinopsis: Back Street Girls, en la que tres miembros de la Yakuza pagan una deuda de honor con su jefe sometiéndose a un cambio de sexo para convertirse en un grupo de pop femenino. Sigo siendo un fan irredento de la serie de Goblin Slayer, pero me quedo con el manga (y los libros). En una hipotética adaptación a imagen real el conservador que hay en mí mantendría la brutalidad, enterraría un poco el sadismo, y me tomaría el tema realmente en serio porque es un poco más compleja de lo que parece — hay gente que prefiere salvar la aldea en lugar de salvar el mundo… sin darse cuenta de que, aldea a aldea, está haciendo exactamente eso — y la descripción de la acción es tan pormenorizada como aplastante, comenzando por el titular. En serio, cuando tu protagonista aúna la sed de sangre del Doomguy con la inteligencia táctica de Batman (con tiempo de preparación) frente a esa horda de hijos de puta, es la clase de personaje que mueve multitudes.

Así todos los números, la madre que parió a Panete.

DOCUMENTALES

Pervert Park, de Frida y Lasse Barkfors, es un documental sobre la vida cotidiana de los residentes del Palace Mobile Park de St. Petersburg (Florida): aproximadamente un centenar de condenados por abuso de menores. En su intento de explorar a esta gente, el documental aborda uno de los tabúes definitivos de nuestra sociedad, la humanización de los corruptores de la inocencia, y lo hace prácticamente vacío de cualquier tipo de intervención externa. Una cámara y comienza a grabar. Emergen cuestiones sobre el inexorable ciclo del abuso — no extrañará que muchos de ellos hayan sido antes objeto de la depravación a la que sometieron después a sus víctimas — y de los límites de protección de un sistema que lidia (o hace todo lo posible por no hacerlo, en realidad) con individuos que si por el sistema fuera lo mejor sería que se hubieran caído a un pozo negro.

Y el caso es que, en realidad, ya se han caído ahí. ¿Sabéis lo que hacen? Nada. Se levantan, se mueven sobre raíles — porque están más allá de la culpa, más allá de la redención, más allá de cualquier sustento moral o emocional alguno –, y duermen. Los instintos más crudos que albergo les desean el Infierno solo para descubrir que ya están allí.

Lo que quiero decir es que si veis Pervert Park con sed de sangre (y, seamos honestos, hay muchas posibilidades de que ello suceda), sospecho que puede quedar saciada. Pero también sospecho que no vais a quedar muy satisfechos con la forma que tiene de hacerlo. Más cosas:

Get Back. Iba a caer. Derecha a mi top de Peter Jackson, quien nunca parece haber perdido el idilio que le une con el documental, falso o verdadero. Una breve introducción y a partir de ahí ensayo tras ensayo por encima. Por debajo, un estudio de la dinámica de un grupo en las últimas: un metrónomo, un talento en ciernes y dos gigantes a punto de emprender respectivos caminos por separado, todos juntos para un último sprint. All-killer no-filler. Soy de la opinión no obstante de que si tienes 60 horas de imágenes y 100 horas de audio de Los Beatles en un estudio, remasterizas las 60 horas de imagen y las 100 horas de audio por imperativo categórico. Eres Disney. No te vas a arruinar.

Entrad por la música…

Quedáos por el salseo.

Algo mencioné hace un par de años, pero hacéos un favor y ved — también con estómago fuerte — el díptico Streetwise / Tiny de Martin Bell y Mary Ellen Mark. Por reiterar con la música, están Summer of Soul (…Or, When the Revolution Could Not Be Televised) o Peace, Love and Rage, el repaso que HBO hizo de lo acontecido en el Festival de Woodstock de 1999, de infausto recuerdo y de las múltiples causas que desembocaron en el, casi literalmente, cirio ardiendo en el que acabó convertido lo que en principio iba a ser una celebración de paz y amor… con Limp Bizkit al frente del cartel.

(Mejor el docu del original, dirigido por Michael Wadleigh, con Scorsese y Schoonmaker en la sala de montaje, y preferiblemente en su versión extendida, con karaoke y final épico incluidos)

(En realidad, la canción se llama I-Feel-Like-I’m-Fixin’-To-Die)

Y ya siento no haber dedicado mucho tiempo al género que tantas alegrías me ha dado pero a lo largo de este año ha sucedido en mí un cambio que me ha llevado a dejarlo apartado para entregarme definitivamente a mi nuevo amo y señor de realidades durante mis noches solitarias.


YOUTUBE

Donde está todo y si no está hoy ya estará mañana. ¿Queréis, no se, tutoriales del Cities: Skylines? Aquí, aquí, aquí, aquí, y aquí. ¿Cómo restaurar la pezuña a un caballo? Aquí. ¿Ver por dentro el apartamento de Quentin Tarantino durante sus principios en Hollywood? Aquí. ¿Al batería de Michael Jackson reventando Smooth Criminal? Aquí. ¿La remasterización en osciloscopio de uno de los mejores temas jamás compuestos para consola alguna? Aquí. ¿La resolución de un Sudoku milagroso a través de una las epifanías más importantes de 2020? Aquí. ¿Cómo cocinar en tu casa una barra de Twix más rica que una barra de Twix? Aquí. ¿23 minutos de reacciones al anuncio del reparto de la peli de Mario? Por qué no. ¿Revivir los breves días en los que Sananda Maitreya (a.k.a. Terence Trent D’Arby) estuvo a punto de cambiar el rumbo de la música pop al abanderar INXS tras la muerte de Hutchence? Say no more.

Algunas recomendaciones particulares, basadas en mis suscripciones del último año:

Mi favorito: los documentales etnográficos de Eugenio Monesma sobre la cultura rural española y sus oficios perdidos. Cero materia grasa. Van derechitos a la técnica. Ingenio, paciencia y manos. Es un archivo enorme de más de 200 documentales y se me hace complicado elegir, pero dejo aquí uno de los recientes sobre la fabricación del papel artesanal, con Gene Simmons segoviano de anfitrión.

Los tutoriales de la escuela de arte Watts Atelier. De vez en cuando mencionaba por Twitter las ganas que tenía de aprender a dibujar. Well, fuck it. Ahora veo estas maravillas de canales, como la clase semanal que da todos los viernes el antiguo artista de Disney Aaron Blaise, pienso «ey, magia». Y soy más feliz.

David Hoffman guarda en su canal muchas piezas históricas de Estados Unidos desde los años 50 a la década de los 90. Las revueltas raciales de los 60, el impacto del heavy metal en la juventud de 1986, enfrentamientos entre sindicatos y patronal en la Nueva York de hace medio siglo. Y Vietnam.

(Subtítulos en inglés)

Para cosas música, voy bastante al canal de Rick Beato, quien de un tiempo a esta parte se ha metido a las entrevistas, con fantásticos resultados. Enlazo aquí su largo careo con Pat Metheny pero su conversación con Brian May tampoco tiene desperdicio.

Por si no quedaba bastante claro hace unos párrafos al enlazar cincuenta tutoriales del Cities: Skylines, me estoy aficionando bastante al urbanismo y aquí os recomiendo el combo formado por City Beautiful, Not Just Bikes y Climate Town (en español tenéis Urbanópolis). Por qué urbanismo y no física cuántica se debe a que hace un par de meses mandé mi coche al carajo para terminar de convertirme en un ser superpedestre, completamente ajeno a esas cosas que se mueven sobre cuatro círculos negros y ocupan el 75 por ciento de las calles. Mucha tristeza, ver mi Renault Clio alejarse de mí, arrastrado por una grúa, hasta que recordé que me estaba ahorrando como unos 1.500 pavos al año. Ojalá hubiera apretado yo mismo el botón de la plancha aplastadora.

Andrew Callagher se ha convertido en mi cronista favorito de la América contemporánea. Comenzó en el canal All Gas No Brakes antes de mudarse a Channel 5 with Andrew Callagher. En los últimos dos años, Callagher se ha paseado micro en mano por reuniones de QAnon, manifas antivacunas por Hollywood, los disturbios de Portland, convenciones de furris, festividades del 4 de julio, eventos de cine porno, festivales de Burning Man y demás concentraciones. Su aspecto inofensivo y su carácter apacible facilitan que sus entrevistados hablen sin filtro alguno. Vice le dedicó un reportaje que os dejo aquí para que entréis en contacto. Para el resto, pinchad en los enlaces de arriba.


VIDEOJUEGOS

Muchos motivos personales para destacar el Resident Evil: Village. Primero y fundamental: lo encontré inmensamente divertido con un aliciente especial como fue la sufridera / satisfacción resultante de pasárselo en nivel medio chungo. En retrospectiva, y si no habéis tocado uno de estos en vuestra vida, diría que fuérais directamente al modo fácil porque los incrementos de dificultad consisten básicamente en multiplicar por 300.000 los disparos a la cabeza que tenéis que propinar a enemigos que se mueven como un agente de Matrix, y disfrutar con este homenaje con esteroides a los clásicos de la Universal y sus versiones de Drácula, Frankenstein, El Hombre Lobo o la Criatura de la Laguna Negra. El resto del juego no puede competir con un primer tercio donde te tira TODO encima — persecuciones, asedios, sigilo, agonía y bichos por doquier de toda clase y condición — pero intenta constantemente remontar sin perder su dignidad (y si llegáis a la Casa Beneviento y a la abominación nivel «tirar el mando, apagar PS4» que aguarda ahí, descubriréis por qué digo esto). No todo me funciona: su mecánica de protección sigue siendo un poco ridícula («un dragón de veinte metros está a punto de embestirme a 200 kilómetros por hora así que voy a poner las manos delante de la cara. Así aprenderá») y hay una fase Call of Duty que podría haberse ido al carajo perfectamente, por antinatural que resulta respecto a lo visto anteriormente. Pero, la verdad, recapacitando sobre el lugar en el que está Resident Evil en 2022, estas dos quejas me parecen absolutas menudencias. Llamar reinvención lo que ha sucedido con esta franquicia desde la anterior entrega me parece flaco favor. Revitalización, creo, es la palabra apropiada.

Y luego está éste.

YO: «La jugabilidad es el aspecto más importante de un videojuego y el resto de elementos deberían ser subsirvientes a la misma, historia incluida»

Marvel’s Guardians of the Galaxy: «VETE A TU PUTA CASA, CALVO»

Hay historias tan bien contadas que acaban generando EL MOMENTO casi por ciencia infusa. Este juego contiene al menos tres.

Otros juegos, sin orden ni concierto, con trailers incluidos: Grime, Eastward, Opus, Mundaun, CrossCode, Solas 128, Unavowed, Unsighted, Wildermyth, UnMetal, Zero Ranger, Quake Enhanced, Phoenix Wright Ace Attorney Trilogy, Impostor Factory, There Is No Game, Environmental Station Alpha, Cyber Shadow, Kathy Rain, Ender Lilies — y creo recordar que me harté en su día de recomendar Disco Elysium, Return to Obra Dinn y Observation, pero los dejo por aquí por si acaso –. Mis juegos de la pandemia con los colegas han sido el Among Us, nada de particular realmente, salvo que ha acabado palideciendo en comparación con el afinado instrumento sadomasoquista que es Don’t Starve Together, concebido específicamente para arrancarme el alma, escupir en ella, y enviar el cascarón que queda de mí de cara a la pared para contemplar en silencio que todo en este mundo es pasajero, que la felicidad no es sino una ilusión, y que la vida es en realidad un Deerclops que pisotea tus esperanzas y sueños a una velocidad inversamente proporcional a la que has tardado en construirlos.

PD: Elden Ring – 57 horas y contando. Sigo vivo.


MÚSICA

Anyway, here’s Wonderwall.


CÓMICS

El retorno de Barry Windsor-Smith tras una ausencia de casi una década y, como el propio autor reconoce, la expansión definitiva de la semilla que plantó a principios de los 90 con uno de mis comics favoritos de siempre de Marvel: Arma-X. Aquí, y como ya sucediera con Lobezno hace 30 años, el joven Bobby Bailey, marcado por un pasado de violencia, familiar es transformado en un monstruo durante un repulsivo experimento militar. Ahora, su única esperanza es el oficial que le reclutó, ahora abrumado por una crisis de conciencia y un particular sentido de la empatía que, en su hija, alcanza niveles sobrenaturales.

De no ser por Monsters, habría encabezado con Immortal Hulk o Strange Adventures, que devuelve a Tom King a su hábitat casi natural: un estudio de los crímenes de guerra. También habría enarbolado una bandera en una colina solitaria por su Rorschach, la verdad sea dicha. Le tengo aprecio. Su recorrido con Batman me parece irregular, pero siempre le llevó por derroteros poco transitados — con un par de momentos excepcionales — y siempre se lo he agradecido. Para más del hombre murciélago, he desempolvado Gotham by Design («¡Harrigan! ¡Eh, Harrigan! ¡Más arquitectura! ¡más urbanismo! Qué bien, ¿no?«) Estoy pendiente de Catwoman: Lonely City y del retorno de Saga. He seguido a medias los X-Men orquestados por Hickman (sobre todo porque me resultaba imposible estar pendiente de diez colecciones al mismo tiempo). También enganchado a Asadora, de Urasawa, muy encantado con Fire Punch, de Tatsuki Fujimoto (Chainsaw Man) y acojonado por Blood on the Tracks, de Shūzō Oshimi.

Fuera de mi elemento, Donny: gracias a quien se las merece por Sabrina, de Nick Drnaso, y por la adaptación de Giraffes on Horseback Salad, la película nunca realizada de los Hermanos Marx con guion de Dalí.

Y uno preferido muy, muy particular para terminar la sección.

Assholes.

LIBROS

Hacéos de una biblioteca pública. En serio. Si estás leyendo esto y eres de Madrid Centro, a mí me pilla muy bien la de José Luis Sampedro. Gente superamable. Me hice del sitio buscando con pocas expectativas de cosas de la radio en Euskadi durante los años 50 para una cosa que estaba preparando y acabó en absolutamente nada y acabé con una pila de libros hasta la cintura cortesía de no una sino dos bibliotecarias. De la típica atención que sales del sitio y da gusto haber entrado. En serio. Gratis todo. Todo ventajas.

Por lo demás… The Jungle, de Upton Sinclair. Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino. Blacktop Wasteland, de S.A. Cosby. The Night Land, de William Hope Hodgson. We Begin at the End, de Chris Whitaker. Piranesi, de Susannah Clarke. Dos de Jeff VanderMeer: Borne (muy bien) y Hummingbird Salamander (muy meh). En el terreno de la no ficción, Beaten Down, Worked Up: The Past, Present and Future of the American Labor, de Steven Greenhouse; Debt: The First 5.000 Years, del tristemente fallecido David Graeber y The Hardest Place, de Wesley Morgan (uno de los mejores recuentos que he leído sobre la invasión estadounidense de Afganistán). Me lo pasé muy bien con This is Going to Hurt, las memorias de un joven doctor y sus desventuras en el servicio de Obstetricia en un hospital británico. Fueron adaptadas a serie de BBC, protagonizada por Ben Whishaw, quien dentro de unos 20 años será el mejor actor del planeta.

Y ya está.