El año de escribir absolutamente nada

Hará como un par de semanas recibí un correo de WordPress en el que se me informaba sin vaselina de que he pagado 96 pavos por mantener abierto este blog un año más, casi exactamente el mismo tiempo que llevaba sin escribir aquí. Me quedé bastante ojiplático, no por la factura en sí, sino por lo mucho que me había olvidado de que existía esta página. Nunca concebí MHQLH como un proyecto a largo plazo, sino más bien como un repositorio de artículos antiguos que escribí en Las Horas Perdidas, salpicados de enlaces y temas extracinematográficos, y como un amortiguador de la breve agonía y parón en seco que fue el cierre de la web. Una tercera parte de almacén de reserva semiprescindible– dado que los artículos originales siguen en la web –, una tercera parte de experimento, una tercera parte de metadona. En retrospectiva, creo que cumplió bastante bien todos estos propósitos. Así que despedida y cierre. Hasta que 96 pavos, doce meses de prórroga. Suficiente dinero como para sacarle un poco más de partido. Eso o darme cabezazos contra la pared, por horrible gestor de mi patrimonio personal, por llamarlo de alguna forma.

Así pues, qué hay aquí. Algo de mí, algo de películas, algo de televisión, algo de música, algo de cómics, algo de juegos algo de libros. No tengo Twitter activo ni red social alguna, ni tampoco mucho interés en promocionar este post, por muy antiintuitivo que pudiera parecer. Lo hago simplemente por una mera cuestión de rendimiento — y un poquito por la curiosidad de saber qué impacto tiene realmente WordPress como plataforma de difusión, dada como es a post largos (como va a ser este, voy a avisando) y alejada de la inmediatez predominante.

Yo estoy bien. Trabajo, salud, amigos, familia: todo check. Canto en los dientes. No creo en el karma, pero si 2022 termina con una lluvia de pianos sobre mi cabeza cambiaré de opinión. Yo estoy bien y espero que vosotros lo estéis, y simplemente terminar esta introducción diciendo que si en un momento dado experimentáis brotes agudos de urticaria, mareos, gases, diarreas o sensación de congestión y ahogo esporádicos de manera simultánea quizás está relacionado con la presencia de este pequeño cabrón y convendría un chute nuclear de antibióticos inmediatamente porque no, esto no ha sido «una indigestión del jamón york éste que me comí raro y se pasa en dos días». Creedme.

PELÍCULAS

Una por encima de todas y su nombre es una auténtica bocanada de aire. Se llama Preparativos para pasar juntos un periodo desconocido de tiempo, de Lili Horvát. La trama: neurocirujana húngara conoce a colega durante un simposio en el extranjero. Surge una conexión lo suficientemente importante como para quedar para volver a verse de retorno a su país. Cuando vuelven a verse las caras, él no la recuerda. Ella, absoluto genio en lo suyo, introspectiva, vulnerable, hermética, decide dar un salto de fe y realizar una nueva aproximación para comprender, por lo menos, los motivos de esta amnesia — y a su edad, terminar de comprender cómo funciona esta cosa de las «relaciones humanas» — . Y es, como el desempeño de su trabajo, tan mesurado y elegante su acercamiento que un romance que parecía muerto amaga con renacer, principio para él, segundo acto para ella, y lo que parecía un misterio distante al principio se convierte en un ejercicio de detalles apasionante hasta el punto de que verles juntos por cada lado de una acera, en silencio y dedicándose media sonrisa de soslayo quita. El. Puñetero. Aliento. Es una de estas películas rara avis que son profundamente líricas sin necesidad de vociferarlo. Le sale natural. No se me ocurre mejor elogio. Calibre Breve Encuentro o Antes del Atardecer. Juro que no estoy de coña.

Más películas:

Algunas a bote pronto, otras fruto de refrescar la memoria, y con enlaces a su página de IMDb. The Humans, de Stephen Karam, y The Innocents son las dos primeras que me vienen a la cabeza. La primera se presenta como «drama familiar-crepuscular-elevado con posibilidades de Oscar» o como se diga ahora pero entre líneas es una película de terror bastante angustiosa que enfrenta a un apesadumbrado padre de familia, Richard Jenkins, contra un cochambroso dúplex del Lower East Side neoyorquino plagado de misteriosos ruiditos, paredes descorchadas, luces moribundas, goteras, puertas atascadas y vecinos desenfocados. La película llama la atención sobre estos incómodos detalles con una insistencia cada vez mayor hasta culminar en 15 minutos finales más tensos que una visita al dentista. Me da reparo enlazar el tráiler porque es espantoso. The Innocents, por otro lado, es una mezcla de Déjame Entrar meets Los Nuevos Mutantes de la mano de Eskel Vogt, el guionista de Thelma. Como la anterior, usa los poderes de sus jóvenes protagonistas como expresión de los traumas propios de esos años, pero si Thelma se amparaba en un romance, The Innocents abraza más el misterio, el suspense y el terror hasta culminar en una batalla del Bien contra el Mal que nunca debería haber tenido lugar, por desgracia para el supuesto supervillano de la historia, por dos motivos sobre los que os aviso aquí y ahora: escenas de maltrato infantil y crueldad animal. Id con cuidado.

Al hilo de películas monumentales, me puse recientemente al día con El Viajante, de Asghar Farhadi. No vale la pena redundar mucho en las capacidades de alguien del que me parece que lleva opositando desde hace más de una década a mejor director vivo del planeta. Me pregunto si el tío — como los Dardenne — se da cuenta de lo condenadamente difícil que es hacer lo que hace. Sirva lo mismo para Benedetta, de Verhoeven, que necesitaría de un post entero al margen. Si comento que no es ni rematadamente la exhibición de soft porno que esperaba como agua de mayo temía no va a iluminaros gran cosa. Si digo que me pareció una mezcla entre El Ala Oeste de la Casa Blanca y La Casa de Bernarda Alba solo os va a liar más. Simplemente: es una película que no deja de lanzar ideas extremadamente articuladas sobre mujeres, política, Dios, religión y los diferentes aspectos del deseo (desde el fervor hasta la lujuria, pasando por la ambición) que distorsionan todo lo anteriormente mencionado. Porque al final, todos somos humanos y Sus caminos son inescrotables. Inescrutables.

Ah. Barbarroja puede haberse convertido en mi película favorita de Kurosawa. Ahí ahí con El Infierno del Odio.

Más que me saltan en el radar de ayer y hoy, algunas nuevas, otras no: The Novice, de Lauren Hadaway, una suerte de Black Swan ambientada en el mundo del remo femenino con Isabelle Fuhrman; la scifi malrrollera de Undergods, de Chino Moya– y, por insistir con el terror: Anything for Jackson, A Dark Song, Malignant, Blood Quantum y No One Gets Out Alive –, siguiendo con el enésimo ejemplo de que a los australianos no les sale un thriller malo ni intentándolo que es The Dry, con Eric Bana; Synchronic o The Card Counter, de Paul Schrader (cuya banda sonora prácticamente he agotado en Spotify).

Meto también el gótico americano noventero con vampiros The Reflecting Skin, de Philip Ridley; el fantástico western que es Let Him Go, por el que Diane Lane recogió el segundo Oscar Simbólico a la Mejor Actriz de su carrera; Alphabet City (el GTA Vice City hecho película); El Padre (mi favorita de los Oscar del año pasado), Old Henry, The Nest, Spontaneous, The White Tiger, el combo El Último Duelo / La Casa Gucci, Night of the Kings, Mass (Jason Isaacs es un pedazo de actor y la película es un ejemplo de cine cristiano sin ánimo proselitista), Angel’s Egg, Ley 627

…(También está Symbol, de Hitoshi Matsumoto. Si alguien avezado en cine japonés lee esto, seguro que está sonriendo ahora mismo)

…Y por ir terminando y ya completamente cazándolas al vuelo: La carta que no se envió (una de las más grandes pelis de aventuras E-V-E-R), El Sirviente, La trilogía de El Anillo de los Nibelungos de Fritz Lang, la trilogía de Lindsay Anderson / Malcolm McDowell que conforman …If, O Lucky Man y Britannia Hospital; la también trilogía de La Condición Humana de Masaki Kobayashi, la adaptación de Ace Attorney dirigida por Takashi Miike, El Almuerzo Desnudo o el fantástico, FANTÁSTICO combo de cine negro noventero que conforman Phoenix y Ajuste de Cuentas (que han perdido cero desde que las vi por vez primera). También volví a Buñuel. Algunos Greatest Hits. Nazarín. Viridiana. Ese Oscuro Objeto de Deseo. Y, por encima de todas ellas y en mi modesta opinión, El Ángel Exterminador y El Discreto Encanto de la Burguesía.

Menciones especiales: dos. Una para Mary Elizabeth Winstead en Kate, tan por encima de la película que ni siquiera es gracioso. Esta mujer es pura dinamita y cómo demonios no estamos hablando de una superestrella en 2022 es algo que se me escapa a las entendederas. La segunda es para una de mis sorpresas del año: The King’s Man, mi preferida de la trilogía por una distancia considerable. Hay algo que me asombra de Matthew Vaughn: le veo más cómodo cuanto más contenido maneja y esta película, un recorrido entero por la I Guerra Mundial, va sobrada en este aspecto. Simplemente no para. Siempre está contando cosas. Siempre está progresando hacia algo, con pies ligeros pero sin abrumar. Sabe cuándo meter el montaje, sabe cómo limitar al mínimo la exposición y sabe cuándo dejar que los giros de guion (y hay algunos que parten cuellos) se asienten lo suficiente en el recuerdo. Es un puntito más ligera que sus precedesoras y el humor le sale un poco más natural — y para mí, que he sufrido a veces con el modo cómico de Vaughn y siempre he preferido la versión amable y piadosa de Mark Millar, me resulta muchísimo más digerible –. Es verdad que parece un abuso de ordenador en algunas ocasiones pero aquí sí que no hay tutía: hablamos de una película que abarca una barbaridad y un enfoque más práctico se habría traducido en un presupuesto del tamaño del PIB de Italia. Y sobre todo me llena de orgullo y felicidad el hecho de que Ralph Fiennes sea el protagonista indiscutible de la película en un papel puramente aventurero que le llega 15 años tarde, mínimo.

En definitiva, me parece lo mejor que ha hecho Vaughn desde X-Men: First Class. Y no he visto peleas mejores — cortesía del tristemente fallecido Brad Allen, antiguo integante del equipo de especialistas de Jackie Chan — esta temporada.

PD: Mis rituales anuales Jungla de Cristal, Señor de los Anillos, Master and Commander, Indiana Jones, Depredador, Arma Letal, etc… siguen vivos y bien. La hasta ahora última incorporación, Matt Damon es: El Marciano (todavía mi película de ciencia-ficción favorita de los últimos 15 años), recibe con los brazos abiertos a la nueva recién nacida de este club: Spider-Man: Into the Spider-Verse. Tengo el libro de arte de la peli, he visto making hasta que se me han caído los ojos, me he leído hasta el último artículo y de verdad: sigo sin saber cómo demonios está hecha esta maldita película. Magia vudú o algo.


TV

Recuperar la monumental Generation Kill ha sido la mejor idea televisiva que se me ha ocurrido en todos estos meses por mil y un motivos. Por destacar uno: recordar lo mucho que me gustan las miniseries, un formato amplio pero limitado, que disfruto con la sensación de que estoy viendo una gran historia que va a tener fin. Muchas de las series que voy a poner aquí pertenecen a este modelo y se me ocurren muy poquitas excepciones, como Succession, Euphoria o Raised by Wolves, sobre las que planea la amenaza bien del agotamiento — en el caso de las dos primeras, algo que va a acabar perjudicándolas tarde o temprano –, o de la cancelación inmediata por cabraloca / realmente no las ve ni Perri, caso de la última. Me fastidia un poco la experiencia. No se me ocurre mejor ejemplo que El Exorcista, la adaptación televisiva de la Fox, ahora desaparecida de la parrilla, y en particular su casi fantástica segunda temporada, donde la tensión de su historia principal*, un exorcismo en un albergue juvenil asolado por demonio convertido en asesino en serie, se ve constantemente boicoteada por las repentinas incursiones de su Gran Trama a Largo Plazo; completamente disociada de la narración hasta que acaba insertada en el último episodio con un calzador bajo la promesa de un millón de nuevas pregunCANCELADA.

*No me cansaré de repetir, hasta el día que me vaya a la tumba, lo condenadamente buena que es Alicia Witt.

Un caso particular es How to with John Wilson, que por su propia naturaleza no necesita tener un final y ahora mismo espero que no llegue nunca. Habréis leído algo ya sobre ella a estas alturas: estudios sobre lo mundano que, en un momento dado, encuentran un aspecto particularmente absurdo del que se dedican a tirar y tirar y tirar hasta meterte en un agujero negro de horror del que te saca antes de que des cuenta del meneo que te ha dado. Divertidísima en su concepto, divertidísima en su estilo, lleno a rebosar de imágenes puntuales de Nueva York que se transforman en descacharrantes metáforas de las ideas que te cuenta su protagonista, quien parece estar siempre en el momento perfecto, en el lugar idóneo.

Por supuesto que le han metido la música de Twin Peaks. Por supuesto.

También he estado bastante entregado a Corea del Sur, comenzando por El Juego del Calamar, evidentemente; una idea que ya he visto en ocasiones anteriores con menor éxito popular. Creo que su tema principal, la pobreza, tiene bastante que ver con el hecho de que haya sido ésta, y no otra de su tribu, la que haya calado en el imaginario colectivo. Por lo demás, Extracurricular. Mi Nombre. Vincenzo. Facultad de Derecho. Somos Muy Guapos y Nos Gustamos, ver. 13.2.5. Y las que me deje en el tintero. Todas a la yugular desde el minuto uno. Son auténticas bestias de sinopsis. Soy productor, llaman a mi despacho, me dice que «vienen de Corea del Sur con dos líneas de argumento» y se lo compro antes de que crucen la puerta. Incluso Infierno de Solteros me estoy tragando. Veo de todas formas cierto problema: son ganchos tan potentes que las series que menos me gustan se quedan en eso, en ganchos. De cualquier manera, entre series, música y Parasite, creo que estos últimos meses se han distinguido por la consolidación de la idea de que a Estados Unidos le ha salido su mayor competidor en décadas del espacio audiovisual. Molaría abundar en este tema y discernir sus cien y un matices, pero una de las ventajas de no estar escribiendo ya en Las Horas es que puedo decir con toda tranquilidad y una sonrisa en la cara que eso no va a ocurrir a corto plazo por la sencilla razón de que no me sale de los cojones. No obstante, hablando puramente en términos generales y perdón de antemano por esta simplificación aberrante, veo a Corea del Sur como un «rival» más potente, creo yo, que el frenesí chino de principios de los años 2000, gracias a las oportunidades de globalización que ofrecen las plataformas y a la mayor proximidad que guardan ambas culturas, en particular en los ámbitos comercial e ideológico, en comparación a lo ofrecido con Pekín.

Fuera de Seúl y alrededores: por encima de todo el retorno a un clásico de la televisión británica como es Our Friends in the North (Daniel Craig, Mark Strong, Christopher Eccleston y Gina McKee. Va de décadas de vida de un grupo de amigos pero por encima de todo vuelvo a repetir: Daniel Craig, Mark Strong, Christopher Eccleston y Gina McKee), Calls, Alice in Borderland, Lonesome Dove, Shadowplay, The North Water (género histórico-cafre en un ballenero con un Colin Farrell al nivel TOP que viene exhibiendo desde hace unos cuantos años ya), I Am The Night (algo estirada, pero casi imprescindible para fans de la crónica negra, mística, de Los Ángeles, y en la que Chris Pine está absolutamente fantástico) o mi Mike Flanagan favorito, Misa de Medianoche, una película estirada sin rubor alguno a serie donde todo el relleno ha ido a parar a… a los personajes. Puedo decir lo que quiera de algunas de sus películas, pero este tío tiene el corazón en su sitio. Mención especial para Brand New Cherry Flavor simplemente por Rosa Salazar (aunque creo que se cae un poco al final; casi os recomendaría mejor Room 104). También revista A Golpe de Bisturí, que sigue pareciéndome de lo mejor de Ryan Murphy por distancia sideral. Y parte de Luck, la serie maldita de Michael Mann y David Milch, al frente de un primer episodio en el que convierte a los caballos de carreras protagonistas en Ferraris. La he dejado temporalmente a medias porque el resto de la serie, simplemente, no puede competir con un episodio que entra en lo nunca visto en audiovisual sobre competiciones deportivas.

Una última mención especial para Dopesick, de la que no pude terminarme ni el primer episodio. La, más que crisis, tragedia criminal de los opiáceos en Estados Unidos es un tema con el que he trabajado en mi curro y no quiero abundar en él más de lo necesario. Quince minutos son suficientes para entrever las intenciones de la serie: educar. Compensa sus (pocos) excesos melodramáticos. Cogieron a comunidades enteras de trabajadores deslomados temerosos de Dios, los arruinaron, violaron a sus hijas, y finalmente asesinaron a todos. Mataron a tanta gente que la expectativa nacional de vida cayó una décima.

Algo de anime:

OddTaxi; Vivy: Fluorite Eye’s Song (ésta, una épica de ciencia ficción que abarca un siglo aproximadamente, me ha encantado particularmente); Sonny Boy; Komi-san no puede comunicarse y el acabose en forma de sinopsis: Back Street Girls, en la que tres miembros de la Yakuza pagan una deuda de honor con su jefe sometiéndose a un cambio de sexo para convertirse en un grupo de pop femenino. Sigo siendo un fan irredento de la serie de Goblin Slayer, pero me quedo con el manga (y los libros). En una hipotética adaptación a imagen real el conservador que hay en mí mantendría la brutalidad, enterraría un poco el sadismo, y me tomaría el tema realmente en serio porque es un poco más compleja de lo que parece — hay gente que prefiere salvar la aldea en lugar de salvar el mundo… sin darse cuenta de que, aldea a aldea, está haciendo exactamente eso — y la descripción de la acción es tan pormenorizada como aplastante, comenzando por el titular. En serio, cuando tu protagonista aúna la sed de sangre del Doomguy con la inteligencia táctica de Batman (con tiempo de preparación) frente a esa horda de hijos de puta, es la clase de personaje que mueve multitudes.

Así todos los números, la madre que parió a Panete.

DOCUMENTALES

Pervert Park, de Frida y Lasse Barkfors, es un documental sobre la vida cotidiana de los residentes del Palace Mobile Park de St. Petersburg (Florida): aproximadamente un centenar de condenados por abuso de menores. En su intento de explorar a esta gente, el documental aborda uno de los tabúes definitivos de nuestra sociedad, la humanización de los corruptores de la inocencia, y lo hace prácticamente vacío de cualquier tipo de intervención externa. Una cámara y comienza a grabar. Emergen cuestiones sobre el inexorable ciclo del abuso — no extrañará que muchos de ellos hayan sido antes objeto de la depravación a la que sometieron después a sus víctimas — y de los límites de protección de un sistema que lidia (o hace todo lo posible por no hacerlo, en realidad) con individuos que si por el sistema fuera lo mejor sería que se hubieran caído a un pozo negro.

Y el caso es que, en realidad, ya se han caído ahí. ¿Sabéis lo que hacen? Nada. Se levantan, se mueven sobre raíles — porque están más allá de la culpa, más allá de la redención, más allá de cualquier sustento moral o emocional alguno –, y duermen. Los instintos más crudos que albergo les desean el Infierno solo para descubrir que ya están allí.

Lo que quiero decir es que si veis Pervert Park con sed de sangre (y, seamos honestos, hay muchas posibilidades de que ello suceda), sospecho que puede quedar saciada. Pero también sospecho que no vais a quedar muy satisfechos con la forma que tiene de hacerlo. Más cosas:

Get Back. Iba a caer. Derecha a mi top de Peter Jackson, quien nunca parece haber perdido el idilio que le une con el documental, falso o verdadero. Una breve introducción y a partir de ahí ensayo tras ensayo por encima. Por debajo, un estudio de la dinámica de un grupo en las últimas: un metrónomo, un talento en ciernes y dos gigantes a punto de emprender respectivos caminos por separado, todos juntos para un último sprint. All-killer no-filler. Soy de la opinión no obstante de que si tienes 60 horas de imágenes y 100 horas de audio de Los Beatles en un estudio, remasterizas las 60 horas de imagen y las 100 horas de audio por imperativo categórico. Eres Disney. No te vas a arruinar.

Entrad por la música…

Quedáos por el salseo.

Algo mencioné hace un par de años, pero hacéos un favor y ved — también con estómago fuerte — el díptico Streetwise / Tiny de Martin Bell y Mary Ellen Mark. Por reiterar con la música, están Summer of Soul (…Or, When the Revolution Could Not Be Televised) o Peace, Love and Rage, el repaso que HBO hizo de lo acontecido en el Festival de Woodstock de 1999, de infausto recuerdo y de las múltiples causas que desembocaron en el, casi literalmente, cirio ardiendo en el que acabó convertido lo que en principio iba a ser una celebración de paz y amor… con Limp Bizkit al frente del cartel.

(Mejor el docu del original, dirigido por Michael Wadleigh, con Scorsese y Schoonmaker en la sala de montaje, y preferiblemente en su versión extendida, con karaoke y final épico incluidos)

(En realidad, la canción se llama I-Feel-Like-I’m-Fixin’-To-Die)

Y ya siento no haber dedicado mucho tiempo al género que tantas alegrías me ha dado pero a lo largo de este año ha sucedido en mí un cambio que me ha llevado a dejarlo apartado para entregarme definitivamente a mi nuevo amo y señor de realidades durante mis noches solitarias.


YOUTUBE

Donde está todo y si no está hoy ya estará mañana. ¿Queréis, no se, tutoriales del Cities: Skylines? Aquí, aquí, aquí, aquí, y aquí. ¿Cómo restaurar la pezuña a un caballo? Aquí. ¿Ver por dentro el apartamento de Quentin Tarantino durante sus principios en Hollywood? Aquí. ¿Al batería de Michael Jackson reventando Smooth Criminal? Aquí. ¿La remasterización en osciloscopio de uno de los mejores temas jamás compuestos para consola alguna? Aquí. ¿La resolución de un Sudoku milagroso a través de una las epifanías más importantes de 2020? Aquí. ¿Cómo cocinar en tu casa una barra de Twix más rica que una barra de Twix? Aquí. ¿23 minutos de reacciones al anuncio del reparto de la peli de Mario? Por qué no. ¿Revivir los breves días en los que Sananda Maitreya (a.k.a. Terence Trent D’Arby) estuvo a punto de cambiar el rumbo de la música pop al abanderar INXS tras la muerte de Hutchence? Say no more.

Algunas recomendaciones particulares, basadas en mis suscripciones del último año:

Mi favorito: los documentales etnográficos de Eugenio Monesma sobre la cultura rural española y sus oficios perdidos. Cero materia grasa. Van derechitos a la técnica. Ingenio, paciencia y manos. Es un archivo enorme de más de 200 documentales y se me hace complicado elegir, pero dejo aquí uno de los recientes sobre la fabricación del papel artesanal, con Gene Simmons segoviano de anfitrión.

Los tutoriales de la escuela de arte Watts Atelier. De vez en cuando mencionaba por Twitter las ganas que tenía de aprender a dibujar. Well, fuck it. Ahora veo estas maravillas de canales, como la clase semanal que da todos los viernes el antiguo artista de Disney Aaron Blaise, pienso «ey, magia». Y soy más feliz.

David Hoffman guarda en su canal muchas piezas históricas de Estados Unidos desde los años 50 a la década de los 90. Las revueltas raciales de los 60, el impacto del heavy metal en la juventud de 1986, enfrentamientos entre sindicatos y patronal en la Nueva York de hace medio siglo. Y Vietnam.

(Subtítulos en inglés)

Para cosas música, voy bastante al canal de Rick Beato, quien de un tiempo a esta parte se ha metido a las entrevistas, con fantásticos resultados. Enlazo aquí su largo careo con Pat Metheny pero su conversación con Brian May tampoco tiene desperdicio.

Por si no quedaba bastante claro hace unos párrafos al enlazar cincuenta tutoriales del Cities: Skylines, me estoy aficionando bastante al urbanismo y aquí os recomiendo el combo formado por City Beautiful, Not Just Bikes y Climate Town (en español tenéis Urbanópolis). Por qué urbanismo y no física cuántica se debe a que hace un par de meses mandé mi coche al carajo para terminar de convertirme en un ser superpedestre, completamente ajeno a esas cosas que se mueven sobre cuatro círculos negros y ocupan el 75 por ciento de las calles. Mucha tristeza, ver mi Renault Clio alejarse de mí, arrastrado por una grúa, hasta que recordé que me estaba ahorrando como unos 1.500 pavos al año. Ojalá hubiera apretado yo mismo el botón de la plancha aplastadora.

Andrew Callagher se ha convertido en mi cronista favorito de la América contemporánea. Comenzó en el canal All Gas No Brakes antes de mudarse a Channel 5 with Andrew Callagher. En los últimos dos años, Callagher se ha paseado micro en mano por reuniones de QAnon, manifas antivacunas por Hollywood, los disturbios de Portland, convenciones de furris, festividades del 4 de julio, eventos de cine porno, festivales de Burning Man y demás concentraciones. Su aspecto inofensivo y su carácter apacible facilitan que sus entrevistados hablen sin filtro alguno. Vice le dedicó un reportaje que os dejo aquí para que entréis en contacto. Para el resto, pinchad en los enlaces de arriba.


VIDEOJUEGOS

Muchos motivos personales para destacar el Resident Evil: Village. Primero y fundamental: lo encontré inmensamente divertido con un aliciente especial como fue la sufridera / satisfacción resultante de pasárselo en nivel medio chungo. En retrospectiva, y si no habéis tocado uno de estos en vuestra vida, diría que fuérais directamente al modo fácil porque los incrementos de dificultad consisten básicamente en multiplicar por 300.000 los disparos a la cabeza que tenéis que propinar a enemigos que se mueven como un agente de Matrix, y disfrutar con este homenaje con esteroides a los clásicos de la Universal y sus versiones de Drácula, Frankenstein, El Hombre Lobo o la Criatura de la Laguna Negra. El resto del juego no puede competir con un primer tercio donde te tira TODO encima — persecuciones, asedios, sigilo, agonía y bichos por doquier de toda clase y condición — pero intenta constantemente remontar sin perder su dignidad (y si llegáis a la Casa Beneviento y a la abominación nivel «tirar el mando, apagar PS4» que aguarda ahí, descubriréis por qué digo esto). No todo me funciona: su mecánica de protección sigue siendo un poco ridícula («un dragón de veinte metros está a punto de embestirme a 200 kilómetros por hora así que voy a poner las manos delante de la cara. Así aprenderá») y hay una fase Call of Duty que podría haberse ido al carajo perfectamente, por antinatural que resulta respecto a lo visto anteriormente. Pero, la verdad, recapacitando sobre el lugar en el que está Resident Evil en 2022, estas dos quejas me parecen absolutas menudencias. Llamar reinvención lo que ha sucedido con esta franquicia desde la anterior entrega me parece flaco favor. Revitalización, creo, es la palabra apropiada.

Y luego está éste.

YO: «La jugabilidad es el aspecto más importante de un videojuego y el resto de elementos deberían ser subsirvientes a la misma, historia incluida»

Marvel’s Guardians of the Galaxy: «VETE A TU PUTA CASA, CALVO»

Hay historias tan bien contadas que acaban generando EL MOMENTO casi por ciencia infusa. Este juego contiene al menos tres.

Otros juegos, sin orden ni concierto, con trailers incluidos: Grime, Eastward, Opus, Mundaun, CrossCode, Solas 128, Unavowed, Unsighted, Wildermyth, UnMetal, Zero Ranger, Quake Enhanced, Phoenix Wright Ace Attorney Trilogy, Impostor Factory, There Is No Game, Environmental Station Alpha, Cyber Shadow, Kathy Rain, Ender Lilies — y creo recordar que me harté en su día de recomendar Disco Elysium, Return to Obra Dinn y Observation, pero los dejo por aquí por si acaso –. Mis juegos de la pandemia con los colegas han sido el Among Us, nada de particular realmente, salvo que ha acabado palideciendo en comparación con el afinado instrumento sadomasoquista que es Don’t Starve Together, concebido específicamente para arrancarme el alma, escupir en ella, y enviar el cascarón que queda de mí de cara a la pared para contemplar en silencio que todo en este mundo es pasajero, que la felicidad no es sino una ilusión, y que la vida es en realidad un Deerclops que pisotea tus esperanzas y sueños a una velocidad inversamente proporcional a la que has tardado en construirlos.

PD: Elden Ring – 57 horas y contando. Sigo vivo.


MÚSICA

Anyway, here’s Wonderwall.


CÓMICS

El retorno de Barry Windsor-Smith tras una ausencia de casi una década y, como el propio autor reconoce, la expansión definitiva de la semilla que plantó a principios de los 90 con uno de mis comics favoritos de siempre de Marvel: Arma-X. Aquí, y como ya sucediera con Lobezno hace 30 años, el joven Bobby Bailey, marcado por un pasado de violencia, familiar es transformado en un monstruo durante un repulsivo experimento militar. Ahora, su única esperanza es el oficial que le reclutó, ahora abrumado por una crisis de conciencia y un particular sentido de la empatía que, en su hija, alcanza niveles sobrenaturales.

De no ser por Monsters, habría encabezado con Immortal Hulk o Strange Adventures, que devuelve a Tom King a su hábitat casi natural: un estudio de los crímenes de guerra. También habría enarbolado una bandera en una colina solitaria por su Rorschach, la verdad sea dicha. Le tengo aprecio. Su recorrido con Batman me parece irregular, pero siempre le llevó por derroteros poco transitados — con un par de momentos excepcionales — y siempre se lo he agradecido. Para más del hombre murciélago, he desempolvado Gotham by Design («¡Harrigan! ¡Eh, Harrigan! ¡Más arquitectura! ¡más urbanismo! Qué bien, ¿no?«) Estoy pendiente de Catwoman: Lonely City y del retorno de Saga. He seguido a medias los X-Men orquestados por Hickman (sobre todo porque me resultaba imposible estar pendiente de diez colecciones al mismo tiempo). También enganchado a Asadora, de Urasawa, muy encantado con Fire Punch, de Tatsuki Fujimoto (Chainsaw Man) y acojonado por Blood on the Tracks, de Shūzō Oshimi.

Fuera de mi elemento, Donny: gracias a quien se las merece por Sabrina, de Nick Drnaso, y por la adaptación de Giraffes on Horseback Salad, la película nunca realizada de los Hermanos Marx con guion de Dalí.

Y uno preferido muy, muy particular para terminar la sección.

Assholes.

LIBROS

Hacéos de una biblioteca pública. En serio. Si estás leyendo esto y eres de Madrid Centro, a mí me pilla muy bien la de José Luis Sampedro. Gente superamable. Me hice del sitio buscando con pocas expectativas de cosas de la radio en Euskadi durante los años 50 para una cosa que estaba preparando y acabó en absolutamente nada y acabé con una pila de libros hasta la cintura cortesía de no una sino dos bibliotecarias. De la típica atención que sales del sitio y da gusto haber entrado. En serio. Gratis todo. Todo ventajas.

Por lo demás… The Jungle, de Upton Sinclair. Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino. Blacktop Wasteland, de S.A. Cosby. The Night Land, de William Hope Hodgson. We Begin at the End, de Chris Whitaker. Piranesi, de Susannah Clarke. Dos de Jeff VanderMeer: Borne (muy bien) y Hummingbird Salamander (muy meh). En el terreno de la no ficción, Beaten Down, Worked Up: The Past, Present and Future of the American Labor, de Steven Greenhouse; Debt: The First 5.000 Years, del tristemente fallecido David Graeber y The Hardest Place, de Wesley Morgan (uno de los mejores recuentos que he leído sobre la invasión estadounidense de Afganistán). Me lo pasé muy bien con This is Going to Hurt, las memorias de un joven doctor y sus desventuras en el servicio de Obstetricia en un hospital británico. Fueron adaptadas a serie de BBC, protagonizada por Ben Whishaw, quien dentro de unos 20 años será el mejor actor del planeta.

Y ya está.

Enlaces

Últimamente estoy escuchando The Deca Tapes, un podcast de ciencia ficción y misterio creado casi de cabo a rabo, voces excluidas, por el holandés Lex Noteboom (Twitter) y nominado a los Webby Awards. Cada uno de sus ocho episodios sigue a los ocho participantes de lo que parece ser un expermiento científico de distribucion de roles donde cada uno de ellos asume una función determinada (cocinera, profesora, líder). Hasta que alguien muere. Cada episodio sigue las grabaciones de los participantes, interrumpidas por una historia tangencialmente (o no, dun-dun-dun) relacionada con el misterio en cuestión. Tenéis las transcripciones en este enlace de Dropbox (.pdf). Aquí, su web oficial.

PD: El resto de los nominados a los Webbys, en la página oficial del certamen (sección «categorías»)


Tema libros. Me he terminado Borne, de Jeff VanderMeer — futuro distópico, empresa maligna, joven apandadora conoce a extraña criatura mutante, unen fuerzas contra un oso volador y su descendencia — y me ha dejado con las ganas justas para leer la segunda entrega de ese universo, Dead Astronauts, cuando termine con las dos lecturas que acabo de empezar: A History of Christianity, de Paul Johnson (Wiki), y The Power Broker, de Robert Caro. La primera se explica sola, la segunda es una biografía apócrifa de una figura absolutamente instrumental para entender el desarollo urbano de la Nueva York contemporánea: Robert Moses (Wiki).

Desde sus primeras páginas — y los mapas que las acompañan — queda claro la magnitud de la figura de Moses, un hombre que llegó a acumular hasta una docena de cargos simultáneos durante su carrera, principalmente como comisario de parques de Nueva York, capacitado para manejar miles de millones de dólares sin restricción alguna. A falta de terminarme el libro, os señalo una circunstancia histórica bien documentada de Moses: su enfrentamiento con otra figura trascendental del urbanismo, Jane Jacobs, quien protagonizó una larga historia de rivalidad con Moses por las intenciones de este último, acérrimo defensor del transporte privado, símbolo del progreso americano, de levantar una autopista en mitad de la ciudad. Literalmente EN MITAD de la ciudad.

Foto: AP

PD: Llegué a este libro tras leer algunos extractos de Working, las memorias de Caro, y un manual sobre la redacción de biografías. Aquí, un reportaje sobre el escritor, por la NPR.


Retroarch. Un interfaz/emulador universal que permite la reproducción de videojuegos clásicos (Super Nintendo, Mega Drive, Neo Geo, arcades, Atari, Commodore) con el aliciente añadido — y aquí entramos en el terreno de ‘quizás es demasiado friki para mi’ — de la posibilidad de incorporar unos filtros para convertir la imagen tal y como se vería en una televisión antigua de tubo de rayos catódicos: una CRT. Iluminación de los fósforos incluida.

A esto hemos llegado.

Pero aguantad este «quizás» un momento. Sucede una cosa: los gráficos de esos juegos estaban concebidos para aparecer en esta clase de televisores, cuyas líneas horizontales, si bien no tienen ni punto de comparación con las resolución de las televisiones actuales, suavizaban los duros píxeles de la época. Más aún: los juegos fueron desarrollados en este tipo de pantallas.

Imagen: Richmond Lee

Así que se puede decir que estos filtros no son tan pecata minuta como creía en un momento sino que tienen, en realidad, su cierta importancia a la hora de disfrutar, en plan purista, del juego original, con todos los pronunciamientos, excepción hecha de tenerlo físicamente en vuestra colección. Más la tele.

Yep. Tengo mis filtros favoritos.

Y oh sí, los he retocado a mi gusto. He tardado días.

Tecnicismos al margen: Retroarch es awesome. Tutoriales a rebosar en YouTube.


Una batería de enlaces con criterio absolutamente random: Drive & Listen es una web que os lleva de paseo en coche por las calles de las principales ciudades del mundo, acompañados de emisoras locales; un curso gratuito on-line de parques temáticos cortesía de la gente de Imagineering, la división especializada de Disney, y From dream to reality!, uno de los primeros cortometrajes parodia sobre el auge publicitario de los años 50 y 60 en Estados Unidos, recuperado por la excelente web Aeon.


Y por terminar con un disco, como es habitual: God Fodder, de Ned’s Atomic Dustbin. Cuando EEUU empezó con el grunge, Reino Unido se puso en plan rock disco con tripis. Aquí un concierto. Abajo su debut.

Un día de 1929

“Un día me di cuenta de que la mejor forma de controlar a los cineastas consistía en inflarlos a medallas. Con premios por delante, se matarían para producir lo que yo quisiera. Por eso se crearon los premios de la Academia”.

Estas son las palabras de Louis B. Mayer (en el centro de la foto) recogidas por Scott Eyman en su libro El León de Hollywood. Nos remiten a la creación de lo que hoy en día se conocen como los Premios de la Academia de Hollywood, que comenzaron efectivamente una tarde de mayo de 1929 por dos motivos bastante más pragmáticos que la glorificación de la calidad cinematográfica: el primero, limpiar su imagen; el segundo, como exhibición de fuerza de una organización capacitada en ese momento como una pura y simple patronal, para minimizar el poder de los incipientes sindicatos de Hollywood.

En enero de 1927, Louis B. Mayer –cofundador y presidente de Metro-Goldwyn-Meyer, el director Fred Niblo, el actor Conrad Nagel y el presidente de la Asociación de Productores, Fred Beetson, se reunieron en casa del primero para proyectar las líneas generales del futuro de Hollywood tras la implantación del código de censura del cine mudo, el llamado Código Hays, en el que Beetson jugó un papel esencial. La industria todavía estaba sufriendo los efectos mediáticos de la violación y muerte en 1921 de la aspirante a actriz Virginia Rappe, de las que fue acusado la mayor estrella cómica de la época, Roscoe ‘Fatty’ Arbuckle. A lo largo de los tres juicios que se realizaron contra el actor salieron a la luz testimonios de que Rappe había sido violada con botellas y un pedazo de hielo antes de fallecer de peritonitis. Arbuckle fue exonerado de todos los cargos en 1922 pero no volvió a trabajar en Hollywood hasta 1933, cuando firmó un nuevo contrato para rodar un largometraje con la Warner. Falleció esa misma noche.

El caso de Arbuckle se distinguió por su violencia pero simplemente terminó poniendo de relevancia los excesos de la época. La actriz Mabel Normand era una adicta a la cocaína –tanto, que Stevie Nicks le dedicó una canción –, el director Thomas Ince fue supuestamente asesinado en el yate de William Randolph Hearst en 1924, y la tuberculosis por adicción era una causa de muerte bastante habitual entre las estrellas de la épica (Barbara La Marr murió por esta enfermedad en 1926, Normand lo haría en 1936).

Por otro lado se encontraba la cuestión de los sindicatos. Para entender el recelo de Louis Mayer hacia las uniones laborales, David Thomson, de Vanity Fair, recordó una anécdota sobre la casa en la playa que Mayer construyó en Santa Monica en 1926. La vivienda, descrita como “un palacio” se construyó en el plazo récord de seis semanas. La intención inicial de Mayer fue contratar a diseñadores y constructores de su propio estudio para ahorrarse pagar a arquitectos y trabajadores de la construcción, empleando tres turnos de mano de obra que trabajarían las 24 horas del día con el objetivo de tener la casa fabricada en un mes y medio. Sin embargo, con lo que Mayer no contaba era con las negociaciones que en aquel momento se estaban desarrollando entre los estudios y un sindicato de constructores, todavía en formación –que finalmente se conocería como la Alianza Internacional de Empleados de Escenarios–. De firmarse el acuerdo, los costes de construcción de su casa iban a multiplicarse. La solución finalmente acordada por Mayer y el entonces jefe de producción del estudio, Cedric Gibbons, fue la de reducir el número de albañiles contratados del estudio y recurrir a mano de obra que completó la casa en el tiempo pactado, bajo condiciones de esclavismo. De todo esto, Meyer extrajo la lección de que los sindicatos estaban a punto de convertirse en una gran amenaza, y junto a Niblo, Nagel y Beetson, actuó para impedirlo. Días después de la reunión, convocaron a 36 de los nombres más importantes de la industria en el Hotel Ambassador de Los Ángeles, quienes aceptaron su propuesta por unanimidad. De la reunión de 1927 nació lo que hoy en día se conoce como la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas.

La AMPAS fue concebida como un instrumento de mediación entre sindicatos y estudio pero en realidad actuaba simplemente como la patronal de Hollywood. Uno de sus primeros modelos de contrato, negociado en 1928, fue duramente criticado por las uniones, dado que no contemplaba un límite de horas de trabajo. La AMPAS desarrolló este agresivo papel durante dos años, hasta que en 1929 ocurrió un acontecimiento que Louis Mayer fue incapaz de anticipar. El “Crack” de octubre destruyó la economía estadounidense y la Gran Depresión de los 30 se caracterizó por el reimpulso sindical de Hollywood que perdura hasta nuestros días. La AMPAS se alejó progresivamente de su carácter laboral y terminó asumiendo una posición más neutral y de cara al público, para concienciar a los espectadores de la imagen positiva de Hollywood. Pero los Oscar llegaron en el apogeo del plan de Mayer.

La primera ceremonia de los Oscar – AMPAS

No extraña así la ausencia de ceremonialismos en la gala que tuvo lugar el 16 de mayo de 1929 en el Hotel Roosevelt. El evento fue presentado por el presidente de la AMPAS, Douglas Fairbanks –uno de los responsables de la construcción del hotel–. Como fenómeno singular, las películas a competición abarcaban los años 1927 y 1928, es decir, desde la creación de la asociación hasta ese momento. Se trató de la única gala no retransmitida por los medios –evidentemente no existía la televisión, pero ninguna emisora de radio se prestó a transmitir la ceremonia–. No hubo ningún tipo de suspense en la entrega de los galardones, cuyos ganadores fueron dados a conocer tres meses antes por el L.A. Times. La gala contó con 250 asistentes que pagaron cinco dólares de la época por una cena consistente en filetes de lenguado y pechugas de pollo. “La recuerdo como un grupo de gente reunida para darse palmaditas en la espalda. Recuerdo a Hollywood como una gran familia. No tenía nada que ver con lo que es ahora”, explicó Janet Gaynor, la primera ganadora del Oscar a la Mejor Actriz por El Ángel de la Calle, de Frank Borzage. Tras la comida, Fairbanks se levantó para dar un breve discurso y, con la ayuda de William C. deMille, comenzó a repartir los galardones. El evento duró solo quince minutos.

En retrospectiva, la 1ª Ceremonia de Premios de la Academia fue excepcional más allá del contexto que llevó a su creación. Se puede poner el ejemplo de que sería la primera y última vez hasta la llegada de The Artist que la Academia entregó el galardón a la Mejor Película a un filme mudo: Wings, de William Wellman, considerada como una de las mayores superproducciones de la época. Pero hay que destacar por encima de todo que fue la primera y única vez que se entregaron dos premios a la Mejor Película. Wings se llevó el premio a la Outstanding Motion Picture –a efectos oficiales, la Mejor Película de ese año– pero la Academia diseño también un galardón a la “Mejor Calidad de Producción Artística”, que premiaría a “la película más original, única o artística sin referencia a su coste o magnitud”. Esa pelicula fue Amanecer, de Murnau. “En otras palabras”, explica Sasha Stone, de Awards Daily, “dividieron a los grandes fabricantes de dinero y a las obras más artísticas, una tendencia a la que Hollywood podría regresar dada la dirección que se está moviendo ahora mismo”.

Douglas Fairbanks (D) entrega a Joseph Farnham el Oscar a los Mejores Intertítulos

Fue una gala exenta de bombo pero no de anécdotas, como el hecho de que el ganador del premio al Mejor Actor, Emil Jannings, no acudió a recibir su premio –a raíz de su labor en dos películas: El Último Mando y El Destino de la Carne por estar de vuelta en su Alemania natal. La escritora Susan Orlean descubrió años después que el actor más votado no fue Jannings, sino el perro Rin Tin Tin. Pero sobre todo, la primera ceremonia de los Oscars fue una exhibición de fuerza de una patronal y el prototipo de una ceremonia destinada a proyectar, a lo largo de las próximas décadas, una imagen idealizada de Hollywood; un concepto que malvive con opiniones más profesionalizadas como las expresadas por actores como Jeff Daniels. “Uno de los aspectos más nobles de los Oscar es que dan a conocer películas sobre las que nadie conoce demasiado. A los blockbusters no les hace falta mucha ayuda”.

(Este artículo fue publicado originalmente el 17 de febrero de 2015 en Las Horas Perdidas)

Los cuadernos de bocetos del soldado Victor Lundy

Victor Lundy, estadounidense, nacido en 1923 en Nueva York, interrumpió sus estudios de Arquitectura para alistarse en el Ejército durante la llamada a filas de 1942. Su destino de instrucción fue la 26ª División de Infantería en Fort Jackson (Carolina del Sur), donde permaneció durante dos años antes de partir para Cherburgo (Francia), donde combatió en el frente hasta que resultó herido en combate a finales de 1944. Tenía 21 años.

Lundy, que recibió el correspondiente Corazón Púrpura, completó sus estudios e inició una carrera como arquitecto que le llevaría a convertirse en uno de los grandes ejemplos de la escuela modernista norteamericana. Pero durante su tiempo en el Ejército, llenó varios cuadernos de bocetos sobre su experiencia en el cuartel y en primera línea de batalla. Todos se encuentran disponibles en su integridad en la web de la Biblioteca del Congreso de EEUU. Aquí.

Soldiers looking at ship in the distance 27 de agosto de 1944
«Shep,» D-day – 6 de junio de 1944
Part of the Atlantic Wall, Quinéville 6 men from L Co. hurt here, 6 killed – 21 de septiembre de 1944
Ship and tugboat – 6 de agosto de 1944
Sunset – First night out – 27 de agosto de 1944

Después de servir completó una licenciatura en arquitectura en la Escuela de Graduados de Diseño de la Universidad de Harvard, Tras unos años en el extranjero, Lundy abrió en 1954 una firma de arquitectos en Sarasota, Florida. En 1967, fue nombrado miembro honorario del Instituto Americano de Arquitectos. Entre los edificios notables diseñados se encuentran el Tribunal Fiscal de los Estados Unidos (abajo) o la Embajada de los Estados Unidos en Sri Lanka.

En Flashbak tenéis más imágenes en alta resolución, y Curbed le dedica un perfil sobre su carrera de arquitecto.

PD: Otro de mis fetiches bélicos: mecheros Zippo de la Guerra de Vietnam. Aquí os dejo un álbum de ellos, en Imgur. Todas las leyendas son imborrables.

Las líneas del tiempo

¿Queréis saber cómo sería Twitter en el siglo IV? Podría ser así. He aquí el Chronikoi kanones de Eusebio de Cesarea. Una de las primeras sucesiones gráficas de eventos históricos relacionados entre sí en forma de filas y columnas de tamaño variable dependiendo de la importancia de los mismos. Data desde el inicio de la era Abrahámica (unos 1.800 años antes de Cristo) hasta el año aproximado de su publicación 325 d.C.

Conoció una segunda parte, publicada en el año 380 por el Doctor de la Iglesia Eusebio Hierónimo, que recopiló y sincronizó los eventos entre ambos escritos. A través de esta estructura, basada en la obra pionera del viajero cristiano Sextus Julius Africanus, ambos consiguieron resolver uno de los problemas fundamentales de la cronología histórica: el de la asociación de eventos.

Es el principio de lo que Wikipedia llama panorámica sincronóptica. Cronografía aquí, para abreviar.

via Richard A. Flower

Tras siglos de relativo silencio, y como otros tantos aspectos de la Edad Clásica, la cronología protagonizó un retorno por todo lo alto durante la Ilustración, de la mano del médico y editor Jacques Barbeu-Dubourg, a quien se le ocurrió la idea de exponer los datos en un formato horizontal, reservando ese eje para representar el paso del tiempo a través de diferentes filas de eventos, y distribuyendo el vertical en forma de columnas de anchura variable, dependiendo de la importancia de los mismos. Y así, en 1753, nació la Carte chronographique: un rollo de 6,5 metros que recopilaba 6.500 años de historia de la Humanidad.

Jacques Barbeu-Dubourg, Chronographie, ou Description des Tems…, tableau 34, Paris 1753

Unos años después, en 1769, el polímata británico Joseph Priestley continuaría con el formato de Barbeu-Dubourg y le añadiría color, en su Nuevo Mapa de la Historia.

Joseph Priestley’s A New Chart of History (1769)

En el siglo XIX, la cronografía fue elevada a la categoría de arte gracias a personas como la profesora y activista de los derechos de la Mujer, Emma Willard, responsable de obras como El Templo del Tiempo, una de las primeras visualizaciones históricas en tres dimensiones de las que se tiene constancia. Un título absolutamente literal, como podéis ver, donde el principio de la Historia se sitúa al final de la nave principal, avanzando conforme las líneas temporales se acercan a la fachada.

The Temple of Time (Emma Willard – 1846)

Willard no solo emplearía la arquitectura como referencia de sus obras. La naturaleza le sirvió de guía en esta historia del siglo XVIII en Estados Unidos, extraída de la biblioteca de mapas de David Rumsey — auténtica cueva de los tesoros para los fans de esta preciosa disciplina —

Willard’s Chronographer of American History – 1865

Aquí tenéis un perfil de Willard escrito por Susan Schulten para Public Domain Review. Aquí, uno de las primeras cronografías en web: Hyper History, de Andreas Nothiger.

Méliès, recuperado

La Visual Effects Society ha anunciado este pasado martes el proyecto The Méliès Collection: la reconstrucción y restauración de 88 cortometrajes del pionero cinematográfico Georges Méliès, que se presentarán en otoño de este año 2020 en la apertura del museo del cineasta en la Cinémathèque Française.

Me he puesto a mirar y no he encontrado ninguna restauración de semejante envergadura sobre las obras de Méliès. El comunicado de prensa remite como origen de estos cortometrajes «el hallazgo de 58 latas de negativos originales que comprenden estos 88 cortos, ninguno de ellos restaurado, ninguno de ellos exhibido previamente en salas». Esto me parece una barbaridad, sinceramente, que debería haber encabezado el comunicado, o al menos aparecer en el primer párrafo.

Y os explico por qué. Sucede con Méliès que gran parte de sus obras originales fueron destruidas en torno a 1923 por el propio cineasta francés cuando, sumido en plena depresión, decidió cavar un hoyo en su jardín y prender fuego a 520 negativos de películas que rodó entre 1896 y 1912. Méliès estaba en la ruina por una infinidad de motivos: la falta de circulación internacional (en parte por la apropiación que Thomas Edison hizo de su obra más insigne, Viaje a la Luna), la incautación oficial de nitrato de plata, elemento imprescindible del celuloide, para su uso en la I Guerra Mundial o la competencia de nuevas películas. Aunque su hermano Gaston vendió algunas copias supervivientes a la compañía Vitagraph, de Blackton y Smith, competidores de Edison, se cree, a ojo de buen cubero por la masiva filmografía de este hombre, que solo existen 231 películas de las 520 mencionadas.

De estas 231 películas, aproximadamente 190 se encuentran recopiladas en el megapack que Lobster Films presentó en 2008 titulado Georges Méliès: The First Wizard of Cinema (1896-1913) y su añadido Georges Méliès: Encore – New Discoveries (1896-1911); un total de seis DVD con 800 minutos de contenido. A día de hoy son la recopilación definitiva para los fans de Méliès. Nada de este material está restaurado: que se sepa, entre los tres grandes esfuerzos de los que se tiene constancia en este sentido están la versión remasterizada del Viaje a la Luna que coincidió con La Invención de Hugo (la película-homenaje de Martin Scorsese) y la antología Méliès: Fairy Tales in Color, que comprende solo 13 obras.

Lo presentado el miércoles comprende ocho veces más material sin que en ningún momento especifique las circunstancias de su hallazgo. Este aspecto, sin embargo, es un poco secundario: estos negativos podrían haber sobrevivido perfectamente en los archivos de la Cinémathèque Française, inmersa desde 1992 en un extraordinario proceso de recatalogación de todo su material — proceso que no terminará hasta 2029, aproximadamente –, por no mencionar el goteo de «películas perdidas» de Méliès que son noticia de cuando en cuando: dos de sus películas fueron encontradas en los archivos Brinton de Iowa y su Robinson Crusoe, fue descubierto en la propia Cinémathèque, para convertirse la tercera gran restauración de una obra de Meliés, presentada en 2012 en el Festival de Cine Mudo de Pordenone, en el norte de Italia.

via Animation Magazine

Enlaces

He aquí la adaptación animada de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, de la mano de Richard Williams y Chuck Jones, y ganadora del Oscar al Mejor Cortometraje de Animación en 1972. La fuente del vídeo es una copia de 16mm en muy, pero que muy buen estado. Williams, diseñador de Roger Rabbit, maestro de maestros, mentor, inspiración para miles de futuros artistas, falleció en agosto de 2019 dejando tras de sí tanto un legado como un inmenso potencial en lo que podría haber sucedido de haber visto la luz su gran obra inacabada, The Thief and the Cobbler.

Sobre esta pieza, Animac Magazine deja unas declaraciones de Williams aquí, dentro de una entrevista muy recomendable.

Richard Williams: Chuck got me the job. He was wonderful. We were kind of friends, and he was head of ABC TV children’s programming – or advisor or consultant or something- and he got them to give me the assignment. He had seen The Charge of the Light Brigade, this 1850-set feature film by Tony Richardson we animated on. We did it strictly in period, and Chuck showed this to the business people and they said «we’ll hire this guy to do Dickens, that’s from the same era.» And I said, «but Chuck, we’ll never do this on time». We had 7 to 9 months, so we’d have to do it in pencil. And I said, «why don’t you just let me design it, my way» and he said «no, it must look like 1850’s book illustrations». So I said, «ok, but in pencil.» He completely left me alone. It was marvelous. He helped at the end – we were running out of time, and I told him we were really worried we couldn’t deliver it in time, so he lent me his three top animators. They came in the last six weeks and helped us finish.


Las cinco fases de una borrachera, por Charles Percy Pickering (c. 1865) – via Retronaut. Desde mi experiencia, y con la perspectiva que otorga un año exacto de sobriedad: nunca hace falta pasar de la fase uno.

Y sin embargo.


De vez en cuando me paso por Rules for my Unborn Son, el Tumblr de Walker Lamond, para comprobar que una de mis páginas favoritas sigue viva y bien. Y todavía aguanta. Sin necesidad de seguir los consejos a rajatabla… me parece guai. Tiene un libro.


Foto: Steve Liss

«Every computer would think it was 1900. When that happened, ATMs would stop working, the electrical grid would shut down, planes would fall out of the skies, and newborn babies would get hundred-year-old birth certificates.» Popular Mechanics nos deja una retrospectiva del pánico informático de finales del siglo XX: el efecto 2000, contada por sus protagonistas.


El artista sueco Stefan Larsson se dedica a «estructurar ciudades en foorma de organismos vivos con resultados a veces surrealistas, siempre misteriosos». Lo hizo con Osaka en 2016, ahora es el turno de Hong Kong y Shenzhen. Es Spatial Bodies, con música de Daisuke Tanabe.


Mejora año nuevo, tras año nuevo, tras año nuevo, tras año nuevo, tras año nuevo. Más nervio que un filete de dos euros y uno de los más grandes finales de cualquier género que me vengan a la cabeza de la mano de una pareja tan improbable como el primer día (Bassett era un valor seguro elevada aquí a la categoría de bomba termonuclear; Fiennes sigue siendo el gancho de izquierda de esta película, juntos son irresistibles). El megapost de Cinephilia & Beyond — fotos, entrevistas, guion, vídeos –, aquí.

2020, here we come.

55 fotos de una década

The Atlantic ha seleccionado cincuenta y cinco fotos que resumen los últimos diez años, desde la erupción del volcán Eyjafjallajökull en Islandia, hasta el vertido de la plataforma Deepwater, pasando por la emergencia de Estado Islámico en Siria e Irak, la última crisis migratoria, la aparición del movimiento #MeToo o el juicio político al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Como advierte la propia web, contiene imágenes no aptas para todas las sensibilidades.

Chris McGrath / Getty
Kai Pfaffenbach / Reuters
Lucas Jackson/Reuters
Ronaldo Schemidt / AFP / Getty
AP Photo/UNRWA
Mainichi Shimbun/Reuters
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Vincent Yu / AP