Este podcast es un recorrido por los primeros 50 años de historia del cine, unos marcados por una gravísima tragedia humana: la muerte de cientos de personas en espectáculos públicos de todo el mundo a causa de los incendios provocados por los antiguos cinematógrafos.
Es un recorrido que comienza en 1897, en París, con el incendio del Bazar de la Caridad por la explosión de una lámpara de oxígeno y éter, y por el que marchamos por Estados Unidos, Escocia o España — con un recuerdo especial para las víctimas de dos deflagraciones prácticamente consecutivas en 1912, en cines de Bilbao y Villareal –, examinamos la tremenda peligrosidad que suponía el manejo y el uso del nitrato de celulosa, el material de las primeras películas, y las medidas tomadas por diferentes gobiernos para garantizar la seguridad de los espectadores, quienes debían poner de su parte la calma y el valor para impedir no solo la muerte por las llamas o el humo, sino por el aplastamiento provocado por el pánico.
Aquí va una colección de enlaces para acompañar y completar la información que os proporcionamos.
– Dos han sido los libros que han servido de pilar para este podcast.
Para la información sobre Estados Unidos, he echado mano de The Perils of Moviegoing in America, de Gary Rhodes. En el caso de España, el libro se trata de Historia Social del Cine en España, de Emeterio Díez Puertas.
– Sobre el incendio del Bazar de la Caridad, hay un espléndido
recuento procedente de una fuente inesperada: La catástrofe del Bazar de
la Caridad de Paris, nacimiento de la Odontología Legal, un estudio de
Oscar Heit, Abraham Arcushin y Carlos González. Aquí lo tenéis.
– Otro de los cimientos del podcast: un recuento de incendios en cines españoles desde 1897 a 1912 efectuado por los chicos y chicas de la universidad Lumière-Lyon. Curradísimo y hasta arriba de fuentes.
– Más estudios: el realizado por el Ministerio de Sanidad británico sobre los peligros que representaba el nitrato de celulosa.
La primera película en streaming fue una película experimental
titulada Wax: or the Discovery of Television Among the Bees y su
retransmisión fue un completo desastre.
Para empezar: Wax no fue concebida para ser retransmitida de esa manera. Fue estrenada en primer lugar en 1991, en la culminación de siete años de trabajo de su director y protagonista, David Blair. La película, de 85 minutos de duración y coproducida con la televisión pública alemana, la ZDF, se estrenó en los hogares alemanes en primer lugar antes de presentarse en 26 salas estadounidenses.
Es una película de la que es imposible hablar con brevedad más allá de las líneas generales de su trama: Jacob Maker (el propio Blair) es un ingeniero nuclear que diseña sistemas de guiado de misiles, y que tiene la apicultura como hobby. Aquí la historia se complica: las abejas pertenecen a una línea especial procedentes de la antigua Mesopotamia, cradas por el abuelo de Maker (William S. Burroughs, en un cameo), y están capacitadas para entablar una conexión mental con su criador a través de imágenes de televisión. Las abejas encargan a Jacob restaurar “el equilibrio en el mundo” cometiendo un asesinato, uno que remite a su propio pasado y a su labor profesional como creador de misiles, en el marco del incio de la Guerra del Golfo de 1991.
El caso es que Wax or the Discovery of Television Among the Bees parecía desde el incio una obra destinada a presentarse en un medio digital. La pieza combina documental, narración, imágenes de archivo y, como nota particular, imágenes creadas por ordenador, desde artísticas y creadas por el propio Rubin hasta topografías en 3D de vuelos militares. La propia película — con ideas inspiradas en Thomas Pynchon, el propio Burroughs, o Jean Baudrillard — se autoproclamó en la carátula de su edición doméstica como una “película independiente de ciencia ficción electrónica”.
“Hay que tener en cuenta”, explicó Blair en
1992 durante una conferencia sobre Futurismo en San Francisco, “que
cuando empecé la película en 1985 no existía la realidad virtual o, al
menos, un término que la definiera. En ese momento la gente no tenía ni
idea del realismo que estaban expresando estas simulaciones de vuelo que
preparaba el Ejército. Más que hablar de la realidad virtual, Wax
hablaba de los conceptos que acabarían generando interés en esta
tecnología. Max Headroom, la serie de televisión, apareció por esa
época”.
A la propia naturaleza de la película se sumó el interés que generó
su estreno en circuitos minoritarios de Nueva York y la labor de
difusión del propio Blair entre la comunidad artística. Todo sumado, fue
suficiente como para trazar la idea de que Wax or the Discovery se
convirtiera en la primera película retransmitida a través de la red. Su
artífice fue un amigo de Blair, Vincent Bilotta, diseñador de equipo de
efectos de vídeo para Silicon Graphics. El 22 de mayo de 1993, la
película fue retransmitida a 400 organizaciones de Estados Unidos.
Bilotta y Blair describen el proceso en términos sencillos.
“Conectamos el VHS a un procesador de imagen Silicon Graphics,
conectado a una línea T1 a través de una “mbone”. Este lenguaje para
los más jóvenes resultará arcaico: una línea T1 es simplemente el cable
de red empleado para comunicar los datos, bien fibra óptica o bien de
cobre, que en aquella época era uno de los colmos de la velocidad (1,5
megas por segundo). La “mbone” es la llamada “multicast backbone”, la
red de comunicación empleada para retransmisión en línea simultánea
durante los años 90).
Una de estas empresas conectadas fue la sede de Sun Microsystems — ya extinta tras su adquisición por Oracle en 2010, como Silicon Graphics un año antes –, donde se trasladó el periodista del New York Times John Markoff, uno de los primeros testigos del cine en streaming. Una experiencia “histórica” que demostró, no obstante, que la tecnología todavía estaba en su infancia.
“Wax: Or the Discovery of Television Among the Bees”, relata Markoff,
“comenzó retransmitida en un borroso blanco y negro. De hecho, no fue
hasta que los ingenieros de Sun Microsystems pudieron encontrar la señal
correcta que comenzó su retransmisión en color”.
“Y cuando finalmente comenzaron a aparecer las imágenes en los
monitores de ocho pulgadas, queda bastante claro que la retransmisión
digital todavía no está lista. En parte por la limitada capacidad de
transporte de datos, que motivó que la película se viera a la mitad de
resolución de una televisión normal”, relata el periodista. Hablamos
aproximadamente de unos 240 x 240 píxeles.
“La banda sonora llegaba de manera intermitente, rota con frecuencia
por lo que los ingenieros describieron como una ‘pérdida de paquetes’,
que ocurre cuando internet se congestiona con mucho tráfico de datos”,
añade Markoff, antes de rematar: “Y lo que más desoerienta es el hecho
de que la película fue retransmitida a unos oníricos dos frames por
segundo en lugar de los 24 originales, un factor que le acabó dando una
calidad todavía más surreal que su original cinematográfico”.
Con todo, añade Markoff, “los ingenieros de Sun Microsystems
consideraron la premiere como un éxito. ‘No terminamos de entender el
problema que comporta el envío simultáneo de miles de imágenes
digitales… aún. Si nos dan seis meses, funcionará de maravilla”.
Al estreno digital de la película le acompañó su propia página web, Waxweb, que Blair conserva entera, funcional y prácticamente sin retoques a día de hoy. En ella se encuentran recortes, entrevistas, vídeos, arte y, claro está, la propia película (que por motivos de calidad os pasamos al final de este post en su enlace oficial de Vimeo). En ella se recuerda además otra primicia de Wax or the…, al tratarse, según sus palabras, de la primera película independiente que empleó un programa de edición no lineal, el Montage.
“Conseguimos pasar de blanco y negro a color en menos de una sesión:
hicimos un salto generacional en menos de dos horas”, explicó Bilotta en
su día, con proféticas palabras, al defender una tecnología “capacitada
para que cada uno, en su hogar y en un futuro, sea capaz no solo de
gestionar el márketing de la obra, sino su exhibición, distribución y
postproducción, con innumerables beneficios para los cineastas
independientes del mundo entero”.