
Llevo unos días jugando a Valfaris, una combinación de «corre, mata y Heavy Metal» especialmente frenético, lo que en mis torpes manos se convierte en un verdadero infierno. El juego te propone que combines armas de fuego de munición ilimitada (yay!) con espachas y hachas para rellenar una barra de energía que puedes invertir en a) un escudo de mierda o b y preferible) trabucos de destrucción masiva con balas finitas que te permiten convertir el escenario, durante unos gloriosos instantes, en un páramo de vísceras. Suena realmente bien hasta que descubres que la imagen del principio de este post pertenece a un instante relativamente fácil en comparación con las hordas inacabables de bichos, plataformas explosivas y habitaciones-trampa que empieza a lanzarte el animalico aproximadamente 15 minutos después. Pero hay cierta variedad en esta ensalada de tiros, de cuando en cuando. Armas del día que se lo pidas, juegos de trile con un jefe, plataformeo vertical puro, y episodios esporádicos en los que pilotas un robot mostrenco con una calavera gigante en el pecho, tridente, ametralladora y lanzallamas, prácticamente invulnerable, para descargar tensión acumulada.

La verdad sea dicha es que me lo estoy pasando con medio hemisferio y dejando que la memoria muscular haga el resto, como casi todos los juegos de mecánica sencilla donde muero 7.324 veces entre puntos de control, pero el hecho de que a veces se combinen tantas cosas en pantalla que no puedo ver al minúsculo protagonista (momento en el que te puedes dar por muerto) no es excusa para reconocer que, de haber salido a finales de los 80, con solo tres vidas de margen y una vela a Santa Teresa, lo habría tirado por la ventana al día siguiente, por mucho que me gustara el diseño. Y me gusta mucho.

El presskit, con algo (muy poquito) de concept art. Podéis comprar la banda sonora de Curt Victor Bryant, con títulos tan característicos como Torture March, Infectious Fear o (ejem) Cutthroat Deliverance, en Humble, por ejemplo (7,37€). Y el tráiler, para cerrar.