
Dentro del reino de películas que hacen de la veracidad su patio de recreo existe un reducido grupo que vive al límite del abismo: las falsas retransmisiones, un género de ficción que se apropia de características propias de la radio y la televisión, como son la inmediatez y la credibilidad, y las entremezcla con la ficción propia de las artes hasta que tu marco habitual de referencia a la hora de ver películas acaba saltando por los aires. Estás viendo algo que no ha ocurrido. Pero lo estás viendo «ahora», «simultáneamente», «con presentador y anuncios».
Me encantan. Son un ‘mindfuck’ en un sentido no particularmente normal y corriente de ‘mindfuck’ (por ocurrir fuera de la historia que se nos relata para pertenecer, más bien, a la forma en la que es narrada) con referentes históricos conocidos por todos, y películas menores que han seguido sus pasos, de manera esporádica y con mucho tiento. De un tiempo a esta parte he visto por vez primera un par, recordado otra, y me he puesto a tirar un poco del hilo, a ver qué sacaba.
Primera sorpresa: se remonta más de una década antes de la retransmisión de La Guerra de los Mundos que protagonizó Orson Welles en 1938*, concretamente al año 1926, de la mano del capellán y escritor británico Ronald Knox, fanático de las novelas de detectives, quien aterrorizó a los radioyentes de Reino Unido al narrar una supuesta manifestación proletaria completamente fuera de control que estaba arrasando con las calles de la capital, Londres. Como sucedería doce años después, el programa, que llevaba por título Broadcasting the Barricades, algunos de los oyentes llamarían a la centralita del casi recién nacido servicio radiofónico de la BBC para intentar verificar informaciones como la destrucción del Big Ben y del hotel Savoy, así como la ejecución del ministro de Transporte, ahorcado en un poste de la luz.

La grabación de Broadcasting the Barricades no está disponible pero el periodista Paul Slade nos deja aquí un magnífico recuento, con multitud de fuentes, de lo ocurrido con esa retransmisión, precedente directo de la de Welles en forma y consecuencias, y ambas partes de una nueva forma de contar ficción que tendría su máximo exponente durante la primera mitad del siglo XX en el programa de radio Columbia Workshop, una serie de retransmisiones que tenían por objetivo jugar con las posibilidades de la comunicación radiofónica (uno de los programas, Broadway Evening, se dedicaba a simular un paseo de una pareja por la calle de los teatros neoyorquinos). Aquí, todos sus programas recogidos en Archive.
Os dejo aquí un histórico del Columbia Workshop: The Fall of the City, con voces de Orson Welles y Burgess Meredith; una alegoría en verso sobre el ascenso del Fascismo, con música del legendario Bernard Hermann (30′, .mp3, descargadlo aquí)
Esta experimentación daría el salto al audiovisual a lo largo de los siguientes años. Uno de los máximos exponentes es The War Game, el falso documental sobre un holocausto nuclear dirigido en 1965 por el gran Peter Watkins — y uno que a la postre recibiría el Oscar de la Academia –. Las autoridades de la BBC decidieron retener su contenido durante 20 años, preocupadas por la violencia de sus imágenes.
Y, sin embargo, The War Game no es exactamente una retransmisión en directo de un fenómeno inexistente. Para dejaros bien claro lo que quiero decir, quiero hablaros aquí del máximo exponente de este género: Special Bulletin, de Edward Zwick y Marshall Herskovitz (el primero, director de películas como Tiempos de Gloria o El Último Samurái; ambos, creadores de la mítica serie Treintaytantos), emitido en la NBC el 20 de marzo de 1983.
SPECIAL BULLETIN
Special Bulletin, que os dejo abajo en su integridad, es un boletín informativo que narra una noticia ocurrida en el puerto de Charleston (Carolina del Sur), donde un grupo de científicos desencantados presentan al mundo una bomba nuclear de fabricación casera que amenazan con detonar si las potencias internacionales, principalmente Estados Unidos y la Unión Soviética, no ponen fin inmediatamente a la carrera armamentística.
El Washington Post, en su archivo, narra cómo Zwick y Herskovitz enviaron su idea a NBC en 1982 a través del productor ejecutivo Don Ohlmeyer. Tras conseguir la aprobación de la división de entretenimiento, la junta de Standard and Practices encargada de controlar el contenido de la cadena dictaminó que el programa grabado debía ir precedido de un descargo de responsabilidad que alertaba a los espectadores sobre el engaño. Este descargo debía emitirse al principio del falso programa y antes de su reanudación tras los intermedios publicitarios.
Dados estos avisos, el programa no causó en los espectadores el malestar entre la audiencia generado por sus predecesores. Cabe decir que Zwick siempre lamentó la decisión de la cadena, que le fue comunicada por el presidente de la NBC, Grant Tinker, quien le explicó que era «mejor errar por el lado de la responsabilidad «.
«El problema es que Ohlmeyer hizo un trabajo fantástico», explicó en su momento M.S. (Bud) Rukeyser Jr., vicepresidente ejecutivo de NBC. «No fue hasta que lo vimos en su forma final que nos dimos cuenta del gran problema que teníamos. Estamos tratando de servir a dos maestros aquí y encontrar una solución que mantenga la integridad del programa, pero también tenemos que ser responsables ante nuestros televidentes».
Aquí os dejo el «programa» en su integridad, ganador en último término de cuatro premios Emmy, entre ellos el de guion y montaje para un programa especial.
Special Bulletin no fue ni el primero ni el último de estos falsos programas. La primera mitad de la década de los noventa fue escenario de otros dos experimentos similares, ambos enmarcados en la ciencia ficción.
Aquí os dejo Without Warning, un falso especial informativo sobre la súbita aparición de un misterioso asteroide que va a entrar en colisión con la Tierra, emitido por la CBS en 1994 de la mano del productor ejecutivo David L. Wolper — un nombre extraordinario por méritos propios, responsable entre otras de Raíces — quien había tratado previamente el tema de los falsos documentales.
Otro ejemplo más: Special Report – Journey to Mars, sobre los últimos momentos de una misión tripulada estadounidense al planeta rojo. Tiene fecha de 1995, y entre su reparto podemos ver a una joven Alfre Woodard.
Dejo mi favorito para el final: Ghostwatch, que se presenta ante nosotros como un supuesto programa en directo de la BBC, cuyo anfitrión es Michael Parkinson (uno de los más conocidos presentadores de talkshows de la época, en la vida real), que sigue a un equipo de TV en una casa presuntamente encantada por un malévolo fantasma llamado coloquialmente como Pipes (“El tuberías”). El programa desencadenó las mismas consecuencias que sus predecesores. Primero, por la extraña decisión de sus responsables de insertar el programa dentro de la ilustre antología Screen One (una serie de ficción, de largo recorrido en Reino Unido), lo que reforzó en la audiencia la idea de que lo que estaban viendo sucedía realmente, de tan clara que era la ruptura con la línea habitual de la serie; y segundo por su desarrollo, primero marcadamente inocentón y “televisivo”, que progresivamente evoluciona hacia algo mucho más críptico, inquietante y rupturista, por no mencionar su uso de la sugestión a la hora de reproducir las supuestas apariciones del fantasma.
Recomendado encarecidamente, este último. Aquí os dejo una retrospectiva.
UPDAIT: Pol Turrents me recuerda el falso informativo emitido por TVE-Catalunya en abril de 1991 sobre el falso asesinato del premier soviético Mijáil Gorbachov.
- Como último apunte sobre la retransmisión de La Guerra de los Mundos de Welles, os dejo algo que me he encontrado de refilón: un suceso exactamente igual que ocurrió en la capital de Ecuador, Quito, en 1949, cuando una retransmisión en español de ese programa generó graves disturbios que se saldaron con siete muertos y la quema de una emisora de radio local. Tenéis un recuento de lo sucedido aquí, en Radio Ambulante.